Afirman que Chávez ordenó al Pollo Carvajal crear el Cártel de los Soles

hace 1 día 5

Las confesiones del Pollo dejan por sentado la absoluta responsabilidad de la dictadura chavista en el objetivo de “crear” casos criminales y tejer nexos directos con el narcotráfico, empapado de fraudes electorales y órdenes para aniquilar a quien piensa diferente.

A continuación, el texto íntegro:

Había pasado más de una década desde aquella noche interminable en los sótanos de La DGCIM, donde los relojes no daban la hora, sino el pálpito súbito del pánico, y el aire no se respiraba, sino que sobrevivía en la estridencia de un grito inocente y aterrado.

El joven relator de derechos humanos era ahora un activo militante exiliado, que encontró finalmente al hombre que lo secuestró, lo torturó y los hizo desaparecer de su propio país, como quien borra impunemente una letra insignificante de un documento apócrifo:

Hugo Armando Carvajal Barrios, el general apodado con sorna militar que ya no causa risa sino asombro: El Pollo.

Lo hallo solo, cabizbajo y vencido en una gélida prisión de Alaska, bajo el nombre falso de un ganadero oriental muerto y resucitado.

Custodiado por un fósforo que nunca encendía y una Biblia abierta en el Salmo que dice “el justo florecerá como la palma”.

Cuando me ofreció hablar, lo hizo con la voz árida y estéril de los resignados que ya no esperan ninguna redención.

—¿Tú sabes qué es fundar un infierno? —me dijo sin mirarme—. No se necesita fuego, ni látigos, ni demonios con garras.

Basta con decretar el hambre general desde una oficina alfombrada, con el retrato de Bolívar colgado al revés.

Y así, sin darme tiempo de interrogarlo, comenzó su confesión como si las palabras llevaran siglos fermentando en su estómago, como si acumulará quejidos malignos en el depósito interior de su infierno particular

Fue Chávez mismo quien personalmente me ordenó crear el Cártel de los Soles, aunque en sus labios nunca sonó aquello tan vulgar e inverosímil.

Me habló de la necesidad de una retaguardia económica revolucionaria, de una guerra química contra los gringos, de un cinturón invisible de poder que sostuviera el poder cuando el poder Institucional ya no pudiera sostenerse a sí mismo.

Me dio las coordenadas, los nombres, los códigos.

Y como todo un apóstol de Mefistófeles disfrazado de general, obedeció a pie juntillas sin medir consecuencias.

Describió entonces el maestro espía con una precisión de relojero suizo los mecanismos ocultos de aquella insondable maquinaria tenebrosa:

Me narró cómo fue que Diosdado Cabello, el verdadero operador del sistema narcoterrorista, tejía desde El Furrial las rutas del narco, con la misma destreza con la que desvivían opositores.

Me confío cómo infiltraron narcos colombianos y mexicanos en sus propias redes, para luego traicionarlos y ejecutarlos.

Todo para quedarse con sus rutas narcotraficantes y arrebatarles sus contactos como quien hereda una plantación del Edén pero maldita.

—¿El Chapo Guzmán?

Claro que sí. Lo invitamos a Venezuela.

Cenamos juntos en Margarita 4 veces.

Le dimos acceso total a la rampa 4 presidencial, lo hicimos como si fuera todo un diplomático.

Vino su hijo Archivaldo muchas veces a mover su mercancía con nuestra protección.

No era solo cocaína. Era oro, diamantes, uranio, era gente.

Traficamos de todo.

Chávez estaba obsesionado con Irán. Quería construir una bomba atómica y por eso le vendimos 2 toneladas de Uranio a los Ayatolás a través de Siria.

¿Tú crees que eso sale en Google?

Yo mandé cargar el material radioactivo.

Lo vi brillar en la oscurana criminal de la noche (al uranio) como la peste fosforescente en sacos cerrados con los sellos de la Fuerza Armada Bolivariana.

Sus palabras caían a mis pies como fogonazos de candela avernal sobre un amarillento campo reseco.

Me narró detalladamente cómo casi toda la falsa oposición fue comprada como borregos resignados, bajo un sistema de sobornos conocido como el “alacranato”.

Me describió cómo y cuanto fue que le pagó a Guaidó (estuvo en nómina de la DGICIM) para que le dejara apoyarlo públicamente. (10 millones de dólares)

Me dio nombres (Rosales, Capriles, Ramón Guillermo, Kiko B, Vladímir Villegas, Chuo Torrealba, Henry Ramos Allup, Bernabé Gutiérrez, Timoteo, Claudio, El Conde, Bertuchi, Ecarri, Guaidó, Marrero, Luis Florido, JM Olivares, Juan Requesens) cantidades y fechas de compra

Me aseguró que posee videos de esas transacciones con estos personajes “opositores”.

Me dijo el patrón del narco cómo fue que jueces, fiscales y rectores del CNE fueron todos domesticados con whisky importado, sensuales modelos del miss Venezuela, maletines de narco dólares y amenazas suaves como tiernas caricias infantiles.

Las elecciones no se robaban. Chávez ordenaba los resultados 3 meses antes de ocurrir.

Yo escribía los números por estado como si fueran inofensivos cuentos infantiles.

Chávez leía los resultados que el mismo diseñaba, como quién interpreta un oráculo que le autopredice el futuro. No era fraude, era un único destino ineludible prefabricado por nosotros para que se lo creyeran todos ustedes.

Nos robamos las elecciones desde 2003 en adelante.

Nunca hubo elecciones libres en Venezuela mientras nosotros manejábamos los hilos invisibles del poder militar narcotraficante.

Las elecciones eran solo un espejismo mientras nosotros conspirábamos el fortalecimiento definitivo de nuestro cártel de la cocaína multinacional.

Me habló el discípulo del galáctico también del hambre planificada, del CLAP como forma de chantaje alimentario, del Guri saboteado intencionalmente con herramientas lanzadas a media noche por la DGCIM en las turbinas, para generar apagones nacionales.

Me dijo, con voz de quien recuerda una travesura infantil, cómo dejaban podrir la comida, cómo era que ellos cortaban el agua, cómo cerraban el gas y como interrumpían la luz en los sectores que protestaban demasiado, y que las bombas de gasolina eran saboteadas por órdenes suyas para rendir al pueblo por el estómago.

¿Quién creo el “Tren de Aragua”? —Interrumpió el líder de la resistencia de calle ahora expatriado.-

Las cárceles las vaciamos para exportar el terror.

El Tren de Aragua no nació por error.

Escogimos los peores presidiarios catalogados por su extrema peligrosidad para exportarlos.

Les ofrecíamos entrenamiento militar y les hicimos el papeleo del Parole Humanitario con nuestros espías dormidos sembrados en USA.

Les compramos pasaje a México y los enviamos con dinero para atravesar la frontera.

El Tren de Aragua fue concebido y parido por nosotros, alimentado como fiera enjaulada y liberado hacia el norte como furiosa plaga migratoria.

Lo hicimos para que Europa y los gringos sientan en carne viva lo que nosotros vivimos en espíritu.

Necesitábamos controlar toda la cadena de siembra, cosecha, producción, transporte, infiltración, distribución y microtráfico.

Ellos vendían la cocaína al menudeo dentro de EE. UU. y por este control total nuestras ganancias netas eran multimillonarias.

Y luego vino la parte más oscura.

Me contó sin vergüenza alguna cómo usaron la rampa 4 presidencial para traficar miles de toneladas de cocaína.

Narco sobrinos e hijos del poder presidencial eran enviados a Haití como embajadores de un narcoestado sin bandera.

Me describió cómo pagaron a José Luis Rodríguez Zapatero millones en contratos ficticios.

Me declaró como fue que Chávez le dio una mima de oro, y de como el mismo le asignó una jugosa ruta del narcotráfico en el estado Sucre a cambio de su silencio cómplice y su diplomacia europea enturbiada.

Me dijo Alias “El Pollo” cómo infiltraron agentes chavistas en universidades estadounidenses, en ONG en Washington, y como sembraron espías, (ilegales) en organismos multilaterales, cundiendo la desinformación como maleza digital.

Yo mismo di órdenes para matar. Tú no tienes idea de lo fácil que es borrar una vida cualquiera, cuando tu firma vale más que la ley e incluso que la propia Constitución.

El poder erradica cualquier residuo de conciencia.

En el mundo del narco, matar es una costumbre diaria como lo es comer, defecar, fumar.

Solo que para mí los muertos que llevo encima me hieden mucho menos y me enorgullecen mucho más que lo cotidiano.

Tuve que matar yo mismo a dos agentes colombiano de la DEA que se Infiltraron para espiar nuestro cártel. Tuve que matar yo mismo a dos agentes colombiano de la DEA que se Infiltraron para espiar nuestro cártel.

No lloró nunca el capo mientras me lanzaba su catarata verbosa de inmundicias inconfesables.

Pero en sus pupilas diabólicas vi un atisbo de esa niebla roja de sangre que a veces empaña los retratos de viejos caudillos militares decimonónicos, esos que uno encuentra olvidados en los extraviados archivos históricos del miedo.

—¿Por qué huyó de Venezuela?— le inquirió con curiosidad genuina el honesto defensor humanitario.

Fui jefe fundador del Cártel de Los Soles y muerto Chávez, Maduro vino inmediatamente a quitármelo. Me arrebataron la DGICIM y Cuba me mandó para Aruba a que me secuestran los gringos. Fui jefe fundador del Cártel de Los Soles y muerto Chávez, Maduro vino inmediatamente a quitármelo. Me arrebataron la DGICIM y Cuba me mandó para Aruba a que me secuestran los gringos.

Luego regresé de milagro y me obligaron a ser diputado (cargo que no quería) para someterme al escarnio televisivo público y finalmente intentaron matarme 3 veces.

Tuve que irme a España dónde ingresé por mis contactos personales con la inteligencia española. Zapatero me cobró duro por entrar.

Pague 1500 millones de dólares que para mí no era mucho por qué tengo 20 veces más que esa cifra para vivir tranquilo mi exilio dorado.

Pero la CIA me encontró en Madrid y ya lo demás lo puedes leer en los periódicos.

¿De qué tamaño es su fortuna? Le preguntó con los ojos semicerrados de incredulidad el saturado luchador libertario.

Nos hicimos billonarios, claro. Pero nunca fuimos o seremos felices con lo robado.

Este dinero está maldito por qué viene de la sangre de los niños venezolanos inocentes.

La comida que compra la plata del narco sabe a ceniza de cementerio. Nuestros hijos pagarán este karma muy caro en el futuro inmediato, de eso estoy seguro.

Eso todo lo entiendo aquí preso ahora encerrado en esta jaula de por vida.

Antes cuando estaba en el poder absoluto ni me pasaba por la cabeza pagar por mis crímenes de lesa patria.

Te aseguro que un general chavista con 5 mil millones en Suiza duerme peor que un niño con hambre.

Porque sabe que lo que tiene, sencillamente no lo puede disfrutar tranquilo en el exterior, nosotros sabemos bien ahora que USA viene por nuestra cabeza.

Y eso no tiene solución.

Un capo termina preso o muerto. A Maduro y mi compadre Diosdado les toca escoger como terminar. Un capo termina preso o muerto. A Maduro y mi compadre Diosdado les toca escoger como terminar.

Tenemos precio vivos o muertos y sabemos muy bien que el día menos pensado, el pueblo ya hastiado del brutal castigo inmerecido que les imponemos, puede ir desesperado contra nuestros propios hijos.

Ahora es que comprendo que la maldad que uno hizo antes tendrá ineludiblemente una venganza equitativa por mano popular.

Solo la sangre enjuaga otra sangre irredenta inútilmente derramada.

Los estudiantes inocentes vilmente asesinados deben y tienen que ser vengados por el pueblo.

Para que la moraleja alcancé 10 generaciones en el futuro inescrutable y este maremágnum no se repite nunca jamás.

Hoy entiendo finalmente que todos mis crímenes, ya no se pueden deshacer y que me harán pagar caro por todo.

Quizás mis hijos y nietos deban pagar aún peor lo que yo hice.

—¿Cómo termina esto?— preguntó el defensor humanitario, con expresión asqueada y a la vez asombrada del maquiavélico terrorista caído.

Esto terminará como termina toda guerra civil.

Ganará el bando más cruel y más fuerte.

El narco chavista no entiende de corte penal, no sabe de OEA, ni le importa nada la ONU.

El cartel solo entiende de fuerza popular o fuerza militar.

El pueblo debe ser implacable con sus opresores militares.

Si por mí fuera yo organizaría (con lo que tengo) ahora mismo una fuerza clandestina de operaciones especiales para dar de baja a los jefes del cártel.

No merecemos otra cosa quiénes hemos entregado, vendido y destruido totalmente al país.

Deben ustedes obligatoriamente formar grupos clandestinos armados por cada estado y realizar operaciones de sabotaje y acoso familiar.

Los militares son superficiales cobardes y consumados aprovechadores, una casta parasitaria de guapos y apoyados que chupan sedientos de los inacabables réditos del cártel.

Pero no pueden, no saben, ni quieren tampoco pelear contra una violenta insurrección popular simultánea.

Llamarlos públicamente a cordura no servirá de mucho, porque hace décadas que dentro de la institución no hay conciencia patriótica alguna a la cual apelar.

Solo queda lazarles las masas populares encima y ese día providencial los veremos correr fuera de Venezuela como lloriqueantes niños asustados.

Con el pueblo alzado se irán del país antes que las turbas enardecidas lleguen a sus casas y los eliminen.

Pero claro, es obvio que no puedo estructurar eso que te describo, ahora aquí esposado como un pendejo con esta braga naranja.

Y quizás tampoco sea un chavista el llamado a concretar esa insurgencia por la más elemental decencia histórica.

Eso deben hacerlo ustedes mañana mismo, sí es que de verdad quieren salir de esta pesadilla que nosotros en nuestra insania programada les creamos.

El descenso verbal al último círculo del infierno había finalizado. La entrevista claustrofóbica terminó con una última frase lapidaria, como un patético epitafio sin tumba enunciada:

—¿Qué quería Hugo Chavez?—

Chávez no quería una revolución. Chávez era un psicótico resentido que solo quería un imperio eterno de hambre, cocaína, miseria, sangre y ruinas.

Y lo logró.

Tú eres testigo de eso,

¿no?

Vives en el exilio por su culpa.

Por mi culpa.

Yo te perseguí.

Yo te torturé.

Estoy obligado a decirte que no te mate por qué te me escapaste a tiempo.

Ordené tú secuestro, pero te me fuisteis sin dejar huella cuando envié al Tren a buscarte.

Un día me dirás cómo fue que lograste evadir mí sofisticado sistema de contrainteligencia.

Se quedó callado el narcoterrorista 2 minutos, instantes que parecieron dos horas, luego subió la mirada lentamente y me preguntó:

¿Qué maldición trimaldita fue este apocalipsis llamado chavismo?—

Salí de la prisión francamente indignado y perplejo como quién abandona una catedral profanada por una secta satánica.

No volví a jamás buscar al mercenario rojo.

No requería ya ninguna respuesta de éste torturador inclemente.

Había conocido a un demiurgo con cara de “Kojac criollo”.

Su rostro flemático tenía la marca inequívoca de la bestia y su piel avícola exudaba pura malignidad sin muestra de arrepentimiento sincero alguno.

Había conocido a un asesino serial con uniforme, un genocida con credencial oficial, un capo terrorista con pasaporte diplomático vigente. Un espía multimillonario que describía reposado como se convierte en infierno insufrible, todo un paraíso tropical.

Semanas después, supe por alguien que había desaparecido sin dejar rastro.

Algunos dicen que lo mataron los suyos.

Otros, que se disolvió como sombra en la neblina de algún bosque helado del norte.

Pero yo sé que está vivo.

Porque las sombras herradas por el diablo, esas ánimas reencarnadas para reflotar el infierno a la tierra, nunca mueren del todo en la reincidente Venezuela militar que olvida fácil y no aprende.

LA VERDAD AL DESNUDO

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