
Por primera vez desde que existen registros, el Servicio Meteorológico Nacional de Estados Unidos (NWS, por sus siglas en inglés) emitió una advertencia de calor para el estado de Alaska. El aviso fue activado el viernes por la tarde para la región de Fairbanks, donde las temperaturas se prevé que alcancen los 86 grados Fahrenheit (30 °C) este domingo, al menos 10 a 15 grados por encima del promedio habitual en esta época del año.
“Hemos emitido una advertencia de calor para el área de Fairbanks este domingo por la tarde/noche. Se espera que las temperaturas alcancen hasta 86 °F, así que tomen precauciones si estarán al aire libre”, publicó la oficina de NWS Fairbanks en su cuenta oficial de X (antes Twitter). El aviso estará vigente de 1 p. m. a 7 p. m. hora local y afecta a gran parte del interior del estado, incluyendo las zonas más pobladas y de tránsito.
Este fenómeno se produce en un estado históricamente asociado con climas extremos de frío y donde, hasta principios de este mes, no existía siquiera la autoridad formal para emitir este tipo de alertas. El 2 de junio, las oficinas del NWS en Fairbanks y Juneau recibieron permiso oficial para aplicar nuevos criterios de advertencia de calor, como parte de un esfuerzo para comunicar con mayor claridad los riesgos derivados de las temperaturas atípicas en regiones subárticas.
La advertencia de este domingo, aunque apenas supera el umbral mínimo establecido, es significativa porque marca el inicio de un nuevo protocolo en Alaska. Según los criterios recién implementados, el NWS puede emitir una alerta de calor en Alaska cuando se prevén temperaturas de al menos 85 grados en el interior del estado, 80 en el sureste y 75 en el North Slope, una zona habitualmente gélida.
En este caso, la previsión para Fairbanks y sus alrededores alcanza los 86 °F, lo justo para detonar la advertencia. Sin embargo, meteorólogos advierten que la falta de precedentes no debe traducirse en falta de preocupación. “Las temperaturas esperadas no solo exceden los promedios, sino que también superan los límites de adaptación de las viviendas, la infraestructura e incluso los cuerpos de las personas en esta región”, señaló Brian Brettschneider, climatólogo consultado a través de la red social Bluesky.
Las construcciones en Alaska están pensadas para conservar el calor durante los largos inviernos, no para disiparlo. Por eso, incluso temperaturas consideradas moderadas en otras latitudes pueden resultar peligrosas en este contexto.

Uno de los principales factores de riesgo, según los expertos, es la configuración estructural de las viviendas en el estado. Creadas para soportar inviernos extremos, las casas están equipadas con sistemas de aislamiento térmico, pero rara vez cuentan con ventilación activa o aire acondicionado. Esto convierte los interiores en trampas térmicas cuando la temperatura exterior se dispara.
“Estos diseños son críticos para la supervivencia en invierno, pero pueden representar un riesgo en verano si no se toman medidas de precaución adecuadas”, advirtió Brettschneider. La combinación de una infraestructura inadecuada y un clima en acelerado cambio hace que las condiciones puedan volverse peligrosas rápidamente.
Por su parte, el Servicio Meteorológico Nacional ha instado a la población a mantenerse hidratada, limitar las actividades al aire libre durante las horas más cálidas y a revisar frecuentemente el estado de personas vulnerables, como adultos mayores, niños pequeños y personas con enfermedades crónicas.
La advertencia emitida en Alaska tiene implicaciones que van más allá del estado. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), el estrés por calor ya es la principal causa de muerte relacionada con el clima a nivel mundial, superando a huracanes, tornados y otras catástrofes naturales.
En regiones tradicionalmente frías como Alaska, este tipo de eventos son particularmente peligrosos porque la preparación social, médica y comunitaria es limitada. La falta de protocolos de emergencia específicos para el calor, sumada a la escasa conciencia pública sobre los síntomas de la insolación, agrava la vulnerabilidad de la población.
“Las temperaturas estilo verano continuarán en gran parte del interior de Alaska este fin de semana, con la mayoría de las zonas alcanzando los altos 70 y bajos 80 grados. Existe la posibilidad de lluvias aisladas y tormentas, pero sobre todo hacia el este”, escribió el NWS Fairbanks en otro comunicado publicado esta semana en sus redes sociales.

Aunque el fenómeno todavía no ha alcanzado niveles catastróficos, la advertencia de calor representa un cambio de paradigma en la forma en que se debe entender el clima en Alaska. Las autoridades meteorológicas y de salud pública insisten en que no debe subestimarse la gravedad de este tipo de eventos, incluso si las temperaturas no alcanzan los máximos registrados en otras partes del país.
Las recomendaciones incluyen beber agua constantemente, evitar la exposición directa al sol, utilizar ropa ligera y mantener los espacios interiores lo más frescos posible. También se aconseja verificar el estado de vecinos y familiares que puedan ser más sensibles a los efectos del calor.
Este nuevo escenario climático abre la puerta a futuras actualizaciones en las políticas de prevención, infraestructura urbana y educación ciudadana en una región que históricamente se ha preparado solo para el frío, no para enfrentar temperaturas cercanas a los 90 °F. Mientras tanto, el termómetro sigue subiendo.