
Por Ismael Cala
31 Mayo 2025, 11:00 AM EDT
Vivimos una era fascinante. Una donde emprender ya no significa únicamente generar ingresos, sino dar sentido. Donde el éxito no se mide solo en cifras, sino en impacto. Cada vez más jóvenes —y no tan jóvenes— están decidiendo construir negocios con alma, proyectos que nacen del corazón y que buscan transformar la realidad más allá de obtener rentabilidad.
Según el Global Entrepreneurship Monitor, el 2025 marca un cambio de paradigma: los emprendedores de hoy priorizan la sostenibilidad, el impacto social y la coherencia interna sobre los modelos tradicionales de escalabilidad acelerada y retorno inmediato. Vemos este fenómeno florecer en encuentros como el Sharjah Entrepreneurship Festival, donde cientos de jóvenes líderes comparten ideas que combinan innovación con conciencia, y modelos de negocio que integran el bienestar del planeta y de las personas.
Con una sobresaturación de información, de consumo y de urgencias, el alma pide sentido. Y muchos lo están encontrando en el emprendimiento, cuando este se convierte en vehículo de transformación. Pero para que un negocio tenga alma, es necesario que primero el emprendedor esté en contacto con la suya.
Ahí es donde entra una herramienta poderosa que he defendido durante años: la meditación. No como una moda, sino como una práctica profunda de conexión interior. Un emprendedor que medita es alguien que se atreve a escuchar su verdad, a filtrar el ruido externo, a observar sus motivaciones y a elegir conscientemente qué tipo de huella quiere dejar en el mundo.
Porque un negocio sin alma es solo un proyecto. Pero un negocio guiado por el propósito es un legado.
Si me lo permites, te invito a un breve ejercicio: cierra los ojos por un momento, respira profundo… y pregúntate: ¿Qué problema del mundo me duele lo suficiente como para querer cambiarlo? ¿Cómo puedo construir algo que no solo me dé estabilidad financiera, sino también paz interior y contribución externa?
Ese es el verdadero “porqué” del emprendedor consciente.
Las grandes empresas del futuro no serán las que solo dominen el mercado, sino las que abracen causas, inspiren movimiento y generen bienestar colectivo. Y esa revolución ya está en marcha.
Emprender con alma no es una utopía. Es el único camino sostenible para crear negocios que vibren con quienes somos y con el mundo que queremos construir. Porque al final, el éxito más grande no es ganar más, sino servir mejor.
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