
“Algo ha cambiado en los últimos 40 años”, dice el arquitecto, ingeniero e inventor italiano, Carlo Ratti, quien trabaja en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), en los Estados Unidos.
Con un equipo de colaboradores y con herramientas de la inteligencia artificial, el experto detectó que la velocidad con la que se camina en las ciudades y la forma en que la gente se encuentra en el espacio público se han transformado.
“Lo que estamos viendo aquí es que los espacios públicos funcionan de manera algo diferente, más como un corredor y menos como un lugar de encuentro”, dijo. Publicó su nuevo estudio en la revista PNAS de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos.
Esta observación, respaldada por un análisis exhaustivo de videos históricos y contemporáneos, revela una transformación profunda en la vida social urbana de ciudades como Nueva York, Boston y Filadelfia.

El grupo de investigadores estuvo integrado por Arianna Salazar-Miranda, profesora asistente en la Escuela de Medio Ambiente de la Universidad de Yale; Zhuangyuan Fan y Becky P.Y. Loo de la Universidad de Hong Kong, y Michael Baick; Keith N. Hampton de la Universidad Estatal de Míchigan.
También participaron Fabio Duarte, subdirector del Laboratorio de Ciudades Sensibles del MIT (que fue fundado por Ratti en 2004) y Edward Glaeser de la Universidad de Harvard.
El equipo utilizó inteligencia artificial y visión por computadora para analizar grabaciones de video de cuatro espacios públicos emblemáticos, capturadas en dos períodos: entre 1979 y 1980, y entre 2008 y 2010.

La investigación se inspiró en el trabajo pionero del urbanista William Whyte, quien en las décadas de 1970 y 1980 documentó meticulosamente el comportamiento de los peatones en espacios públicos mediante grabaciones manuales.
Whyte había elegido cuatro ubicaciones clave: el área de Downtown Crossing en Boston, el Bryant Park y las escalinatas del Museo Metropolitano de Arte en Nueva York, y la Chestnut Street en Filadelfia.
Décadas después, en 2010, un equipo liderado por Hampton replicó las grabaciones en los mismos lugares y horarios y eso permitió hacer una comparación directa de las dinámicas urbanas a lo largo del tiempo.
El análisis de los videos, procesados con técnicas avanzadas de aprendizaje profundo, arrojó resultados contundentes.

La velocidad promedio de los peatones aumentó un 15% en las tres ciudades entre 1980 y 2010, mientras que el número de personas que permanecían en los espacios públicos disminuyó un 14%.
Además, el tiempo que los individuos dedicaban a permanecer en estos lugares se redujo a la mitad.
Estos datos sugieren que las calles urbanas han pasado de ser escenarios de interacción social a funcionar principalmente como vías de tránsito eficiente.
“El espacio público es un elemento fundamental de la vida cívica, y hoy lo es en parte porque contrarresta la polarización del espacio digital. Cuanto más podamos seguir mejorando el espacio público, más podremos hacer que nuestras ciudades sean aptas para la convivencia”, expresó Arianna Salazar-Miranda.

Su reflexión subraya la importancia de estos entornos en la construcción de comunidad, especialmente en una era marcada por la virtualidad y la fragmentación social.
Uno de los hallazgos más llamativos del estudio es la estabilidad en el porcentaje de personas que caminan solas: en 1980, el 67% de los peatones transitaba sin compañía, cifra que apenas varió al 68% en 2010.
Sin embargo, la frecuencia con la que los individuos se unían a grupos en estos espacios disminuyó notablemente.
En 1980, el 5,5% de las personas que llegaban a estos lugares se integraba a un grupo; en 2010, ese porcentaje cayó al 2%. Esta tendencia apunta a una reducción de los encuentros espontáneos y las interacciones sociales en el espacio público.

“Quizá hoy existe una naturaleza más transaccional en el uso del espacio público”, reflexionó el arquitecto Ratti.
Esta observación invita a considerar los factores que han impulsado estos cambios. El equipo de investigación sugiere que la proliferación de teléfonos móviles y la digitalización de la vida cotidiana han modificado la manera en que las personas organizan sus encuentros y desplazamientos.
“Cuando observas las grabaciones de William Whyte, la gente en los espacios públicos se miraba más entre sí. Era un lugar donde podías iniciar una conversación o encontrarte con un amigo. No podías hacer cosas en línea entonces. Hoy, el comportamiento se basa más en enviar un mensaje antes, para encontrarse en el espacio público”, explicó.
El estudio también plantea que la disminución de la socialización grupal al aire libre podría estar relacionada con la aparición masiva de cafeterías y otros espacios privados.

Según los investigadores, “la proliferación de cafeterías y otros locales interiores ha hecho que, en vez de permanecer en las aceras o veredas, las personas trasladen sus interacciones sociales a lugares privados, climatizados y más cómodos”.
En 1980, las grandes cadenas de café apenas existían en las ciudades estadounidenses, lo que limitaba las opciones para reunirse bajo techo.
No obstante, los autores advierten que la evolución del comportamiento en el espacio público podría responder a múltiples causas, más allá de la influencia de las cafeterías o la tecnología.
El propio Ratti y su equipo consideran que el estudio representa una prueba de concepto para nuevas metodologías de análisis urbano, basadas en inteligencia artificial y grandes volúmenes de datos visuales.
“Estamos recopilando grabaciones de 40 plazas en Europa. La pregunta es: ¿cómo podemos aprender a mayor escala? Esto es, en parte, lo que estamos haciendo”, señaló Fabio Duarte.

“Lo que estamos viendo es que los espacios públicos están funcionando cada vez más como corredores de paso y menos como lugares de encuentro e interacción”, concluyó Ratti.
Esta afirmación, resaltada en el estudio, invita a repensar el diseño y la gestión de los entornos urbanos para recuperar su papel como escenarios de convivencia y cohesión social.
El equipo de investigación considera que estos hallazgos pueden orientar a urbanistas y planificadores en la creación o adaptación de espacios públicos que fomenten la interacción y el sentido de comunidad.
Como enfatizó Salazar-Miranda, “cuanto más podamos seguir mejorando el espacio público, más podremos hacer que nuestras ciudades sean aptas para la convivencia”.