Cómo Donald Trump utiliza al gobierno como arma para ajustar cuentas personales y ejecutar su agenda

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WASHINGTON (AP) — Al presidente Donald Trump —quien alguna vez fue dueño de un casino y está siempre en busca de su próximo trato de negocios— le gusta recurrir a analogías del póker para evaluar a socios y adversarios.

“Tenemos mucho mejores cartas que ellos”, dijo sobre China el mes pasado. Al referirse a Canadá, declaró en junio pasado:“Tenemos todas las cartas. Tenemos todas y cada una de ellas”. Y la más memorable, cuando le dijo al presidente ucraniano Volodimir Zelenskyy durante su confrontamiento en el Despacho Oval a principios de este año: “No tienes las cartas”.

La frase ofrece una ventana al mundo de Trump, quien ha dedicado su segunda etapa en la Casa Blanca a acumular cartas para desplegar en busca de sus propios intereses.

Siete meses después de iniciado su segundo mandato, ha acumulado un poder presidencial que ha utilizado contra universidades, medios de comunicación, bufetes de abogados e individuos que le desagradan. Un hombre que se postuló a la presidencia como la víctima de un “estado profundo” convertido en arma, ahora potencia al máximo, en cierto modo, el poder del gobierno y lo dirige contra sus adversarios.

Y los simpatizantes que respondieron a sus quejas sobre los insistentes demócratas no dan paso atrás: lo incitan a seguir.

“Utilizar al estado como un arma para ganar la guerra cultural ha sido esencial para su agenda”, dijo David N. Smith, sociólogo de la Universidad de Kansas que ha investigado exhaustivamente las motivaciones de los votantes de Trump. “No les gustó cuando se movilizó al Estado para frenar a Trump, pero les alegra ver que el Estado actúe para combatir la guerra cultural en su nombre”.

Cómo Trump ha utilizado al gobierno como arma

Trump puso al gobierno federal a trabajar para él a las pocas horas de asumir el cargo en enero, y desde entonces ha acumulado y utilizado el poder de maneras novedosas. Es un impulso a toda velocidad para ejecutar su agenda política y ajustar cuentas.

En el último mes, de desplegó a cientos de agentes federales y soldados de la Guardia Nacional en Washington después de que Trump invocó una ley nunca antes utilizada que le permite tomar el control de las fuerzas del orden en la capital del país. Ha amenazado con despliegues similares en otras ciudades gobernadas por demócratas, incluidas Baltimore, Chicago, Nueva York y Nueva Orleans. También despidió a una gobernadora de la Reserva Federal, argumentando —sin presentar pruebas— un fraude hipotecario.

Trump, sus colaboradores y aliados en toda la rama del poder ejecutivo han apuntado al gobierno, o amenazado con hacerlo, contra una enorme gama de objetivos:

—Amenazó con bloquear el plan para construir un estadio para el equipo de fútbol americano Washington Commanders a menos que vuelva a adoptar el nombre que usó hasta 2020, el cual es percibido como un insulto racial.

—Revocó las autorizaciones de seguridad para abogados de bufetes que no le agradan e intentó bloquear su acceso a instalaciones gubernamentales.

—Retuvo miles de millones de dólares en fondos federales para la investigación a universidades de élite e intentó impedir que estudiantes extranjeros pudieran inscribirse en ellas. Bajo presión, la Universidad de Columbia aceptó un acuerdo de 220 millones de dólares, la Universidad de Pensilvania invalidó los récords que estableció la nadadora transgénero Lia Thomas, y los rectores de la Universidad de Virginia y de la Universidad Northwestern renunciaron.

—Ha despedido o reasignado a empleados federales señalados por su labor, incluidos fiscales que trabajaron en casos que lo involucraban.

—Retiró los cargos de corrupción contra el alcalde de Nueva York, Eric Adams, para obtener cooperación en su ofensiva contra los inmigrantes que viven en el país sin autorización.

—Logró acuerdos multimillonarios contra medios de comunicación en demandas que eran consideradas ampliamente como casos débiles.

—La secretaria de Justicia Pam Bondi impulsa una revisión con jurado investigador en torno a los orígenes de la investigación Trump-Rusia, y nombró a un fiscal especial para investigar a Letitia James, la fiscal general de Nueva York, y al senador federal Adam Schiff.

Eso no es utilizar al gobierno como arma: es ejercer el poder, declaró Harrison Fields, portavoz de la Casa Blanca.

“Lo que la nación presencia hoy es la ejecución del gobierno más trascendental en la historia de Estados Unidos”, dijo Fields, “uno que adopta el sentido común, pone en primer lugar a Estados Unidos y cumple con el mandato del pueblo estadounidense”.

Trump tiene un sexto sentido para el poder

Hay una disputa en el poder. Se otorga y se retira. Y mediante órdenes ejecutivas, cambios de personal, la influencia de su posición privilegiada y un descaro absoluto, Trump ha asumido poderes que ninguno de sus predecesores modernos llegó ni de cerca a alcanzar.

También ha recibido el poder de muchos a su alrededor. Una base ferozmente leal que lo acompaña en las buenas y en las malas. Un Congreso y una Corte Suprema que hasta ahora han cedido su autoridad al poder ejecutivo. Universidades, bufetes de abogados, medios de comunicación y otras instituciones que han negociado o llegado a acuerdos con él.

El gobierno estadounidense es poderoso, pero no es inherentemente omnipotente. Como Trump aprendió —para su frustración— en su primer mandato, el presidente está limitado por la Constitución, las leyes, los fallos judiciales, la burocracia, las tradiciones y las normas. No obstante, en su segundo mandato Trump ha conseguido eliminar, aplastar, ignorar o neutralizar muchos de esos mecanismos de control.

Los líderes pueden ejercer su voluntad mediante el miedo y la intimidación al determinar los temas que se discuten y moldear las preferencias de la gente, argumentó Steven Lukes en “Power: A Radical View”, su influyente libro de 1974. Lukes, profesor emérito de la Universidad de Nueva York, explicó que Trump ejemplifica las tres dimensiones del poder. La innovación de Trump, agregó Lukes, es la “liberación epistémica” —la disposición a inventar hechos sin pruebas.

“Esta idea de que puedes decir cosas que no son ciertas, y que no le importe a tus seguidores ni a mucha otra gente... eso me parece algo nuevo”, al menos en las democracias liberales, dijo Lukes. Trump utiliza memes y chistes —más que argumentos y activismo— para expresar sus preferencias, añadió.

Trump hizo campaña contra el uso del gobierno como arma

Un elemento central de la campaña de Trump en 2024 fue su afirmación de que era víctima de una “persecución despiadada” perpetrada por “el Departamento de Injusticia convertido en arma por el gobierno de (Joe) Biden”.

Con cuatro casos penales en su contra en Nueva York, Washington y Florida, Trump dijo en 2023 que su anhelo no era acabar con el uso del gobierno como arma, sino aprovecharlo. “¡Si vienen por mí, iré tras de ustedes!”, escribió Trump en su plataforma social Truth Social el 4 de agosto de 2023.

“Si llego a ser presidente y veo a alguien que lo está haciendo bien y me está dando una paliza, yo digo: ‘Vayan y acúsenlo penalmente’”, declaró en una entrevista con Univisión el 9 de noviembre de 2023. Y un mes después, cuando un entrevistador de Fox News le dio la oportunidad de garantizarle a los estadounidenses que usaría el poder con responsabilidad, respondió que no sería un dictador “excepto el primer día”.

Se retractó en buena medida de esas amenazas conforme se acercaban las elecciones, incluso mientras continuaba su campaña contra el uso del gobierno como arma. Cuando ganó, declaró el fin de eso.

“Nunca más se utilizará el inmenso poder del Estado como arma para perseguir a los oponentes políticos —algo de lo que yo sé—”, expresó Trump en su segundo discurso inaugural.

Un mes después: “Le puse fin al uso de Joe Biden (del poder) como arma en cuanto tomé posesión”, declaró Trump en un discurso el 22 de febrero en la Conservative Political Action Conference a las afueras de Washington. Y 10 días después de eso: “Hemos puesto fin al uso del gobierno como arma, donde, por ejemplo, un presidente en funciones puede procesar brutalmente a su oponente político, como ocurrió conmigo”.

Dos días después, el 6 de marzo, Trump firmó una orden de amplio alcance dirigida a un destacado bufete de abogados que representa a demócratas. Y el 9 de abril, emitió memorandos presidenciales que ordenaban al Departamento de Justicia investigar a Chris Krebs y Miles Taylor, dos funcionarios de su primer gobierno.

Habiendo dicho eso, el uso del gobierno como arma está donde empezó. Trump ya no está rodeado de abogados ni funcionarios gubernamentales apegados a la tradición, y su instinto para jugar sus cartas con agresividad encuentra pocas limitaciones.

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