
Descansar en un ambiente saludable depende en gran parte de las condiciones de higiene del colchón, uno de los lugares preferidos por los ácaros para establecerse. Según Cannonhome y la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), estos organismos microscópicos no solo se instalan en las fibras del colchón, sino que proliferan rápidamente gracias a la humedad, el calor y los restos de piel presentes en el lecho.
A pesar de que los ácaros son invisibles a simple vista, su presencia puede generar síntomas alérgicos y problemas respiratorios en algunas personas, lo que convierte la limpieza regular del colchón en una medida fundamental para proteger la salud y garantizar el bienestar durante el sueño.
La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) detalló una serie de pasos sencillos, pero imprescindibles para limitar el desarrollo de ácaros, así como la dispersión de sus restos, que también generan molestias a la salud. Uno de los pasos más destacados es el lavado semanal de la ropa de cama, incluyendo sábanas y fundas de almohada, utilizando agua caliente, preferentemente a una temperatura igual o superior a los 60 °C.

Esta medida logra eliminar no solo los ácaros, sino también sus huevos, que pueden permanecer adheridos a las fibras textiles. El empleo de protectores de colchón, fundas especiales de almohada y cubreplumones lavables crea una barrera que limita la proliferación de ácaros y facilita la limpieza frecuente.
Otra recomendación eficaz es la ventilación diaria del dormitorio y la cama. Se aconseja abrir las ventanas al menos durante 15 minutos para disminuir la concentración de humedad y favorecer la renovación del aire. Los ácaros prosperan en ambientes cálidos y húmedos, por lo que mantener bajos los niveles de humedad con la ayuda de un deshumidificador puede dificultar su supervivencia, sobre todo en zonas donde la humedad ambiental es elevada.
El uso de bicarbonato de sodio es uno de los métodos caseros más mencionados para la limpieza y reducción de ácaros en colchones. Su adopción se debe a la facilidad de acceso a este producto, su bajo costo y su compatibilidad con diferentes tipos de textiles del hogar. El procedimiento requiere una aplicación cuidadosa para garantizar resultados efectivos y para evitar que la humedad facilite el desarrollo de otros microorganismos.

Para realizar la limpieza, se indica preparar una mezcla compuesta por tres cucharadas de bicarbonato de sodio disueltas en 300 mililitros de agua. Esta disolución debe hacerse de forma completa, asegurándose de que no queden grumos. El siguiente paso consiste en humedecer un paño limpio en la mezcla y, con él, frotar todas las zonas del colchón, poniendo especial atención a los laterales, ya que estos suelen pasar desapercibidos en las limpiezas habituales. El movimiento debe ser uniforme en toda la superficie para asegurar una limpieza pareja.
Esta misma técnica puede aplicarse también en el tapizado de la cama, si así se requiere. Una vez concluida la limpieza, resulta fundamental dejar que el colchón se seque completamente antes de cubrirlo nuevamente con la ropa de cama. La ventilación puede acelerarse abriendo ventanas o situando el colchón temporalmente cerca de una corriente de aire, evitando siempre cualquier acumulación de humedad.
La primera recomendación es mantener una rutina constante de lavado de la ropa de cama. Se aconseja lavar sábanas, fundas de almohada y cobertores al menos una vez a la semana, utilizando agua a alta temperatura, idealmente por encima de 60°C, ya que los ácaros no sobreviven a este rango térmico. Además, el uso de fundas protectoras impermeables o con tratamientos antiácaros ayuda a reducir el contacto directo entre los microorganismos y los materiales de descanso, facilitando la limpieza frecuente y bloqueando la colonización de los tejidos.
La ventilación diaria de la habitación y de la cama es otro factor clave. Abrir las ventanas durante al menos 15 minutos cada día reduce la humedad y favorece la circulación de aire, alterando las condiciones ideales en las que se reproducen los ácaros. En climas especialmente húmedos, el empleo de deshumidificadores puede complementar la estrategia, disminuyendo la humedad ambiental y, por ende, limitando la supervivencia y la reproducción de estos organismos microscópicos.

Eliminar objetos que acumulan polvo, como peluches, alfombras y elementos textiles no esenciales, contribuye a reducir los reservorios de ácaros en el dormitorio. La higiene de las mascotas, en caso de convivir con ellas, también resulta fundamental, ya que pueden transportar partículas de piel y pelo que alimentan a los ácaros. Finalmente, aspirar colchones, almohadas y superficies con regularidad, empleando filtros de alta eficiencia, disminuye la carga de polvo y la presencia de residuos orgánicos.
La frecuencia con la que se recomienda cambiar las sábanas del colchón está directamente vinculada con la prevención y el control de los ácaros, según señalan las fuentes analizadas. Los expertos aconsejan lavar y reemplazar sábanas, fundas de almohada y cobertores, al menos una vez por semana.
Esta rutina semanal es fundamental porque los ácaros encuentran en las fibras textiles de la ropa de cama un ambiente propicio para desarrollarse, alimentándose de las células muertas de la piel y aprovechando la humedad generada durante el descanso nocturno.