Cómo los dispositivos inteligentes recopilan información personal y comprometen la privacidad

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aparatos cotidianos, desde televisores hastaaparatos cotidianos, desde televisores hasta altavoces y cámaras, generan perfiles de usuarios, comparten datos sensibles y alimentan un mercado global con escasa regulación (Unsplash)

La presencia cotidiana de tecnología en el entorno doméstico ya no se limita a dispositivos tradicionalmente etiquetados como “inteligentes”. En la actualidad, cualquier aparato conectado a Internet –desde termostatos hasta electrodomésticos– puede funcionar como una fuente de recolección masiva de datos personales, muchas veces fuera del conocimiento explícito de los usuarios.

Un análisis de The New York Times Wirecutter, encabezado por Jon Chase, revela los mecanismos, actores y consecuencias detrás de esta compleja red de vigilancia y monetización de la información personal.

Se considera dispositivo conectado cualquier aparato que disponga de conexión a internet, pueda manejarse a través de una app o integrarse con plataformas como Google Home, Alexa o Apple Home

Cualquier aparato que disponga de conexión a internet, pueda ser manipulado mediante una app, o permita integrarse en plataformas de terceros como Google Home, Alexa o Apple Home, entra en la categoría de “dispositivo conectado”.

Hay dispositivos en nuestros hogares que no consideramos inteligentes y que, sin embargo, recopilan una cantidad considerable de datos”, dice Jon Chase en su explicación. La vida privada hoy está expuesta a objetos tan diversos como bombillas, termostatos, relojes, microondas, cámaras, televisores y otros electrodomésticos aparentemente simples

Todos los televisores inteligentes modernos incluyen tecnologíaTodos los televisores inteligentes modernos incluyen tecnología de reconocimiento automático de contenido (ACR), que monitorea todo lo que aparece en pantalla (Freepik)

La integración de estos sistemas permite que múltiples dispositivos crucen información del hogar, incrementando el detalle de los perfiles digitales individuales o familiares. El criterio de “inteligencia” ha pasado a basarse menos en el gadget en sí y más en su capacidad de interacción y transmisión de datos.

La información recolectada oscila entre lo funcional y lo personal. Por ejemplo, termostato inteligente representa un paradigma: monitoriza temperatura, detecta presencia, aprende rutinas para ajustar el consumo energético y puede cruzar estos datos con aplicaciones de clima o sensores remotos. Al configurarlos, solicitan ubicación domiciliaria, correos electrónicos, números telefónicos y en casos específicos, incluso información sensible como datos de salud.

Un dispositivo que se conecta, por ejemplo, a Amazon, accede de forma potencial a todo el ecosistema vinculado y su información. Lo mismo ocurre con Google Home o Apple Home. La consecuencia: la creación de perfiles de usuarios extremadamente detallados que pueden superar la mera funcionalidad para operar en modos predictivos o de manipulación algorítmica.

aparatos cotidianos, desde televisores hastaaparatos cotidianos, desde televisores hasta altavoces y cámaras, generan perfiles de usuarios, comparten datos sensibles y alimentan un mercado global con escasa regulación (Freepik)

Esta realidad traspasa la barrera individual. La proximidad entre personas o el uso simultáneo de dispositivos asociados, permite deducir afinidades, patrones familiares y preferencias de grupos mediante la inteligencia artificial. El rastreo se activa mediante la dirección IP, la geolocalización, la asociación con otros IDs de dispositivos, y los datos son continuamente almacenados en la nube.

Algunos dispositivos resaltan por su capacidad y variedad de extracción de datos. Tres protagonistas surgen del análisis de Wirecutter: los televisores inteligentes, los altavoces/smart speakers, y las cámaras de vigilancia o videoporteros.

Prácticamente todos los televisores inteligentes modernos incluyen tecnología de reconocimiento automático de contenido (ACR), que monitorea todo lo que aparece en pantalla, sin distinguir si proviene de servicios de streaming, dispositivos externos o incluso álbumes familiares.

Según Jon Chase, “cada pocos segundos, el televisor toma lo que equivale a una captura de pantalla y la envía a internet, donde se analiza y se añade a un perfil de datos”. Estos datos se comparten posteriormente con terceros para refinar marketing y publicidades personalizadas.

Las cámaras de seguridad domésticas, incluyendo videoporterosLas cámaras de seguridad domésticas, incluyendo videoporteros y sistemas integrados, encabezan la lista por la cantidad de tipos de datos que pueden registrar

Wirecutter destaca como excepción el Apple TV, el único dispositivo probado sin ACR integrado. Sin embargo, si se conecta a una pantalla con ACR activo, igual es posible que la TV siga recolectando datos de lo que se visualiza.

En el caso de los altavoces inteligentes y asistentes virtuales, la percepción de escucha permanente se matiza: estos aparatos procesan sonidos constantes para identificar una “palabra de activación”. Tras detectarla, inician la grabación y transmisión a la nube. “Estos dispositivos dependen por completo de la creación, recopilación y envío de datos a la nube”, recalca Chase. Las políticas de privacidad y el almacenamiento de grabaciones varían: los dispositivos Google, por ejemplo, no guardan audios por defecto, pero en otros casos el usuario debe intervenir manualmente para limitar el almacenamiento y acceso a datos personales.

Con la llegada de modelos avanzados de inteligencia artificial, se prevé que la capacidad de aprendizaje y personalización de estos gadgets multiplique el volumen y la sensibilidad de la información recolectada.

Las cámaras de seguridad domésticas, incluyendo videoporteros y sistemas integrados, encabezan la lista por la cantidad de tipos de datos que pueden registrar. Capturan imágenes, sonido ambiental, condiciones de temperatura y, en los modelos avanzados, practican reconocimiento facial. Tal como subraya Wirecutter, “las cámaras de seguridad recopilan la mayor cantidad de tipos de datos entre los dispositivos domésticos inteligentes”, lo que amplía la problemática a la privacidad de terceros y a la posible exposición involuntaria de personas ajenas al entorno doméstico.

Los riesgos legales y éticos se multiplican ante la ausencia de regulaciones uniformes y frente a la diversidad de políticas internas de cada fabricante.

El termostato inteligente monitoriza temperatura, detectaEl termostato inteligente monitoriza temperatura, detecta presencia, aprende rutinas para ajustar el consumo energético y puede cruzar estos datos con aplicaciones de clima o sensores remotos

El viaje de los datos no termina en la mejora del servicio. Las grandes corporaciones tecnológicas los emplean para optimizar el producto, segmentar anuncios y personalizar experiencias. Si bien compañías como Amazon y Google sostienen no comercializar directamente los datos de sus clientes, es habitual la existencia de acuerdos, integraciones y colaboraciones con aplicaciones de terceros y tecnologías analíticas.

El rol de los data brokers aparece aquí como un protagonista opaco pero fundamental. “Los data brokers se especializan en desenterrar información, venderla al mejor postor y utilizarla para fines diversos, desde la publicidad hasta la vigilancia”. Estos intermediarios agregan y cruzan datos obtenidos de numerosas fuentes —no solo dispositivos domésticos, sino también tarjetas de crédito, aplicaciones y registros públicos— para luego comercializarlos en mercados secundarios, muchas veces bajo el pretexto de que son anónimos.

El usuario pierde así visibilidad y control sobre su perfil digital, sin acceso real ni posibilidad de rectificación o eliminación de datos sensibles.

El avance tecnológico ha superado a la velocidad regulatoria. La proliferación de prácticas de recolección y comercialización de datos se da bajo marcos legales aún fragmentados. En Estados Unidos, solo algunos estados han impulsado estas iniciativas: California obliga a los data brokers a registrarse y favorece ciertas obligaciones de transparencia. A nivel federal, el vacío normativo persiste.

ARCHIVO - Las cámaras puedenARCHIVO - Las cámaras pueden ser activadas a distancia en algunos dispositivos. En Alemania y otros países están prohibidos algunos aparatos que permiten este tipo de espionaje. Foto: Jan-Philipp Strobel/dpa

Europa destaca con el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR), imponiendo obligaciones de transparencia, consentimiento expreso, y derecho a objeción, lo que llevó a la proliferación de advertencias y requerimientos de cookies en casi toda web global. Fuera del continente, la fragmentación persiste y la protección efectiva es limitada.

Frente a este panorama, la prudencia y la selección informada de dispositivos resultan fundamentales. Wirecutter sugiere medidas diferenciadas según el aparato:

  • En altavoces inteligentes, desactivar la grabación de voz y borrar historiales desde la app de control, además de limitar la entrega de datos de ubicación y usar correos alternativos.
  • Para televisores inteligentes, buscar y inhabilitar la función ACR en la configuración, pese a que suele figurar bajo distintos nombres y estar oculta en los menús.
  • En cámaras, seleccionar modelos con configuraciones avanzadas de privacidad, evitar instalar en espacios privados y apostar por marcas con políticas de protección reconocidas.

La clave está en no incorporar dispositivos “al azar”, sino analizar reputación, trayectoria y políticas de protección de datos de cada fabricante antes de tomar una decisión.

La omnipresencia de la vigilancia digital doméstica plantea dilemas no solo sobre privacidad, sino también sobre autonomía. Como concluye Jon Chase, la comodidad y funcionalidad de la tecnología conectada implican un precio en términos de exposición y pérdida de control sobre la información personal. La evolución hacia hogares más inteligentes deberá ir acompañada de un usuario más crítico, informado y proactivo, dispuesto a ejercer su derecho al control y la protección de sus propios datos.

La decisión de cómo y con qué profundidad participar en esta red invisible de vigilancia será parte del desafío cotidiano de vivir en la era de la hiperconectividad.

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