
Miles de personas pueden estar juntas en un mismo evento, pero una sola palabra basta para girar su experiencia colectiva. Cambia el clima interno de las personas.
Así lo demostró por primera vez un experimento social realizado con datos válidos de más de 4.500 participantes en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. El estudio fue publicado en la revista Humanities and Social Sciences Communications.
Si se usan términos negativos, se puede cambiar la energía de una multitud y hacer que el grupo perciba menos satisfacción y valoración de lo vivido.

“Comprobamos que las palabras negativas y belicosas pueden empañar la experiencia colectiva”, contó a Infobae el líder del trabajo el doctor Adolfo García, director del Centro de Neurociencias Cognitivas de la Universidad de San Andrés, en Argentina e investigador del Departamento de Lingüística y Literatura de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Santiago de Chile y del Instituto Global de Salud del Cerebro, de la Universidad de California en San Francisco, Estados Unidos.

La elección de las palabras no solo influye en quien las escucha. La investigación reveló que, con simples cambios en el lenguaje, la atmósfera emocional de un público masivo puede alterarse en minutos, como si un interruptor invisible cambiara el clima de toda la sala.
En el trabajo también colaboraron Joaquín Ponferrada y Jeremías Inchauspe, de la Universidad de San Andrés en Argentina, Federico Zimmerman, de la Universidad Torcuato Di Tella en Buenos Aires y la Universidad de Harvard en los Estados Unidos, Gerry Garbulsky, fundador y director del evento TEDxRíodelaPlata y Joaquín Navajas, del Conicet.

El experimento ocurrió durante TEDxRíodelaPlata en Buenos Aires en noviembre de 2022. Contó con 4.574 asistentes. Para hacer el experimento, todos recibieron una encuesta en sobres sellados antes de ingresar al evento.
Los asistentes, adultos de diferentes edades y orígenes, acordaron participar de manera voluntaria y anónima, luego de firmar el consentimiento informado.
Los organizadores dividieron a la multitud en dos equipos al azar. Un grupo de asistentes cantó el estribillo de “Hey Jude” de The Beatles y el otro grupo cantó el estribillo de “We Will Rock You” de Queen.

Luego, los participantes tuvieron que responder una encuesta con preguntas de lo que los científicos llaman “valencia afectiva”. Esto significa que algunas preguntas usaban palabras negativas, unas positivas y otras neutras.
“La idea era ver quién cantaba más enérgicamente, con más fuerza, con más volumen. Después les dimos unos cuestionarios para que nos contaran cómo se sintieron ellos, qué tan bien la pasaron cuando estaban cantando, cómo la pasaron cuando el otro equipo estaba cantando, cómo creían que les había ido a ellos y cómo creían que les había ido a los otros”, detalló el científico.

El truco estaba —reconoció García— en que “esos cuestionarios tenían distintas versiones con sutiles manipulaciones lingüísticas”.
En algunos casos se planteaba un escenario de confrontación en la que se mencionaba que el participante había estado una batalla en la que se enfrentó a los rivales. En otros casos, se les contaba lo mismo, pero en términos cooperativos, como si la competencia musical hubiera sido una experiencia comunitaria con el equipo.
El objetivo del estudio fue ver cómo esos cambios mínimos en el lenguaje afectaban las respuestas masivas.

Los resultados confirmaron que el uso de palabras negativas reduce la percepción de disfrute y la valoración de la actuación, tanto del propio grupo como del equipo contrario.
“La gente declaró que se sintió o le fue peor en la competencia cuando leía lenguaje negativo en las preguntas. Esto demuestra que el lenguaje puede modelar la experiencia social situada en condiciones de encuentros multitudinarios. Es el estudio más grande en cuanto a participantes”, resaltó el investigador.
Las palabras positivas también afectaron el disfrute, pero de forma menos constante. Los efectos principales aparecieron cuando se dio la coincidencia de palabras negativas y un marco de competencia o división.

El estudio demostró que estos cambios ocurrieron rápido y de forma generalizada, en una multitud sin historia previa de conflictos o rivalidad.
El estudio enfrentó algunas limitaciones importantes. Una de ellas fue el tiempo disponible durante el evento, que obligó a limitar la cantidad y profundidad de preguntas.
Los investigadores subrayaron en el estudio que agregar más indicadores sobre las emociones sentidas y observadas podría mejorar los resultados.

Otra dificultad fue el ambiente mismo del evento masivo. La atención de los asistentes pudo haberse dispersado, lo que tal vez afecta la calidad de las respuestas. Por eso, los investigadores plantean en el artículo que los experimentos con subgrupos más pequeños ayudarían a contrastar los hallazgos.
“Se deberían hacer más experimentos que prueben si el impacto del lenguaje afectivo se replica usando otros canales sensoriales”, comentó el investigador.