
En medio del auge global por los viajes, el mundo enfrenta un fenómeno creciente: el sobreturismo. En muchos destinos emblemáticos, la saturación de visitantes impacta tanto en la vida local como en la experiencia de quienes llegan buscando descanso o aventura.
Como respuesta a esta realidad, expertos y editores de Time Out han identificado 10 lugares que, pese a su riqueza natural, cultural o histórica, reciben poca atención mediática y turística.
Cada uno de estos destinos ofrece alternativas viables, tranquilas y, en muchos casos, contribuye al desarrollo de comunidades que realmente buscan visitantes.

La mayoría de los viajeros en Costa Rica sigue rutas convencionales, dejando de lado la recóndita Península de Osa. Llegar hasta allí implica combinar avión, vehículo todoterreno y trayectos en bote, lo que refuerza su carácter remoto.
La recompensa es un entorno de ecoaventura único: más del 2% de la biodiversidad planetaria se condensa aquí, entre manglares, playas inexploradas y selvas donde conviven ballenas, perezosos, cocodrilos, aves exóticas y tapires.
Recorrer el Parque Nacional Corcovado, acompañado por guías locales, permite observar fauna en su hábitat y disfrutar de alojamientos integrados en la naturaleza.

Frente al bullicio de destinos como Cannes o Saint-Tropez, Carry-le-Rouet se presenta como un pueblo apacible en la Costa Azul occidental, ubicado a poca distancia de Marsella.
A pesar de su ambiente residencial, quienes exploraron sus playas prístinas y sus calas protegidas lo describen como un refugio de autenticidad mediterránea.
Caminatas por senderos junto al mar, gastronomía basada en mariscos frescos y alojamientos temáticos convierten a Carry-le-Rouet en una opción genuina y accesible para quienes buscan el litoral francés en versión menos concurrida.

Aunque Yosemite es uno de los parques nacionales más visitados de Estados Unidos, pocos acceden por el Paso de Tioga, que cruza la Sierra Nevada y exhibe parajes de gran belleza casi inalterada.
La carretera permite descubrir lagos de montaña, praderas alpinas y miradores insólitos como Olmsted Point, con perspectivas únicas sobre Half Dome.
El senderismo en esta zona lleva a rincones apartados y a tramos solitarios del Sendero Macizo del Pacífico. Las restricciones por clima limitan el acceso al verano, momento en que la región despliega todo su atractivo natural.

Aunque la recomendación tradicional orienta a los turistas hacia Salento, Filandia es una alternativa igualmente pintoresca y más tranquila en la región cafetera colombiana.
Destacan sus balcones coloridos, las vistas panorámicas desde su mirador elevado y una extraordinaria oferta gastronómica representada por el restaurante Helena Adentro.
La arquitectura tradicional, los paisajes de colinas y la hospitalidad local han llevado a Filandia a ser reconocido internacionalmente. Aquí, la experiencia se aleja de las multitudes sin renunciar al encanto de la cultura cafetera.

En la isla de Mahé, el Parque Nacional Morne Seychelles constituye un mosaico de bosques vírgenes, playas ocultas y relieves escarpados.
Un porcentaje considerable de la isla está protegido, lo que posibilita la observación de fauna endémica, entre la que figuran la rana de Gardiner y aves singulares.
Las rutas de senderismo permiten acceder a panorámicas desde el Morne Seychellois y a rincones acuáticos como la cascada Sauzier, en medio de un clima húmedo y variable que exige precaución, pero brinda experiencias poco habituales.

La Carretera Militar Georgiana conecta Tiflis con Kazbegi y Rusia, desplegando durante sus 210 kilómetros un recorrido visual por las montañas del Cáucaso.
El trayecto ofrece oportunidades para detenerse en puntos inusuales, como cementerios de autos soviéticos y galerías de esculturas al aire libre.
Contratar conductores locales permite explorar estos atractivos a lo largo de una ruta que revela la riqueza paisajística y la historia de la región, sumando valor a un país que gana notoriedad como destino turístico emergente.

Más allá de los principales circuitos turísticos japoneses, Ishikawa presenta un abanico de propuestas culturales y naturales.
Los jardines zen de Kenroku-en, el castillo histórico de Kanazawa y las casas de té del periodo Edo expiden reminiscencias del Japón feudal.
La península de Noto enciende de noche sus terrazas de arroz, mientras que los ryokanes ofrecen baños termales tradicionales y la posibilidad de acceder a clases de cocina local. Todo ello configura un Japón alternativo, menos masificado y fiel a sus costumbres ancestrales.

La capital macedonia es conocida como “Las Vegas de los Balcanes” por su mezcla de monumentos recientes y estatuas monumentales, como el colosal “Guerrero a Caballo” y el arco del triunfo inspirado en París.
El carácter lúdico de Skopje se matiza con lugares históricos como el Old Bazaar, donde la tradición de los mercados perdura.
La oferta culinaria local incluye platos típicos como el Tavče gravče, reflejo de una cultura singular que fusiona lo contemporáneo con lo tradicional en un entorno poco saturado.

Mongolia, célebre por sus estepas infinitas y su cultura nómada, es hoy más accesible por la inauguración de un nuevo aeropuerto y tours locales económicos.
La vivencia incluye noches en gers tradicionales bajo cielos estrellados, la hospitalidad de los pastores y rutas escénicas por el Parque Nacional Gorkhi Terelj.
Ulán Bator, la capital, sirve como punto de inicio para explorar una nación que, pese a su vastedad, permite una inmersión personalizada en el modo de vida mongol.

Enclavadas en el Atlántico Norte, las Azores suman nueve islas de orígenes volcánicos, paisajes verdes y abundante vida marina.
Sao Miguel es famosa por ser punto de observación de ballenas y delfines, y toda la región ofrece cascadas, lagos y aguas termales.
La variabilidad climática es un aspecto recurrente, convirtiendo cada jornada en una experiencia distinta entre naturaleza y mar. La práctica de actividades acuáticas y el slow travel encuentran aquí su enclave ideal lejos de la saturación turística.