
Se suele afirmar que los primeros humanos que llegaron a América trajeron perros. No obstante, un nuevo estudio, lleno de sorpresas, demuestra que esta suposición es incorrecta.
El equipo de científicos fue liderado por la zooarqueóloga Aurélie Manin de la Universidad de Oxford, en el Reino Unido.
Contaron con la colaboración de investigadores de Chile, Argentina, Perú y Bolivia, y descubrieron que los canes llegaron miles de años después de los humanos y no cruzaron el continente solos ni de inmediato.

El hallazgo principal demuestra que todos los perros que habitaban en América Central y del Sur antes de la llegada de Cristóbal Colón y la colonización europea a partir de finales del siglo XV descendieron de una sola línea materna que se separó de los canes de América del Norte.
El trabajo se publicó en la revista Proceedings of the Royal Society B. “Nuestros resultados sugieren que los perros llegaron a América del Sur junto con la expansión de la agricultura, específicamente durante la introducción temprana del maíz, aproximadamente hace entre 7000 y 5000 años”, contó a Infobae uno de los coautores, el doctor Francisco Prevosti, investigador del Museo de Ciencias Antropológicas y Naturales de la Universidad Nacional de La Rioja (UNLaR) y el Conicet.

En la actualidad, se estima que el inicio del poblamiento de las personas en América empezó desde el Norte hacia el Sur hace unos 30.000 a 15.000 años. Los investigadores intentaron resolver cómo y cuándo el perro doméstico llegó a América Central y del Sur.
También buscaron entender qué relación tuvo la llegada de los canes con los cambios culturales de las sociedades nativas, como el desarrollo de la agricultura y sus patrones de migración.
Para responder sus preguntas, se tomaron muestras de perros y se estudió el ADN de restos fósiles encontrados en sitios arqueológicos (de los últimos 5000 años) y actuales de América Central y del Sur. Los resultados se compararon con datos existentes de perros actuales y arqueológicos de otras partes del mundo.

“La gran cantidad de muestras tomadas es relevante, porque por primera vez se hizo un estudio genético detallado de este sector del planeta”, destacó a Infobae otro de los coautores, Lucio González Venanzi, de la División Arqueología de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de la Plata y el Conicet.
También participó Luciano Prates, de la UNLP y el Conicet, junto con investigadores del Instituto de las Culturas, de la UBA y el Conicet, el Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas Profesor Antonio Serrano de Paraná, y el Museo Universitario de la Universidad Nacional de Rosario, en Argentina.
El estudio se centró en el ADN mitocondrial, que es el material genético que se encuentra en la mitocondria de las células y que se hereda a través de las madres.

Al secuenciar 70 genomas mitocondriales de perros arqueológicos y algunos actuales de América Central y del Sur, los investigadores pudieron establecer a qué linaje genético pertenecían y reconstruir en qué momentos se produjo la dispersión de los perros a Centroamérica y Sudamérica.
“Por un lado, los resultados señalaron que todos los perros arqueológicos pertenecen al mismo linaje, por lo que tenían una baja diversidad genética en comparación a los perros arqueológicos encontrados en el Hemisferio Norte de América”, explicaron.
A su vez, los resultados indican que la especie fue introducida en América del Sur hace aproximadamente entre 7 y 5 mil años antes del presente.
Al evaluar estas fechas con otros procesos culturales contemporáneos, pudieron inferir que la llegada de los canes al norte de Sudamérica se dio de la mano de la expansión de grupos humanos agricultores. Se establecieron en los Andes de la mitad norte del continente.

Posteriormente, entre 3 y 2 mil años antes del presente, se expandieron hacia el este de los Andes en asociación a la incorporación de agricultura, como el cultivo del maíz en pueblos que hasta el momento eran cazadores y recolectores.
Los resultados también corroboran la hipótesis que sostiene que los perros precolombinos fueron reemplazados por nuevos perros introducidos durante la colonización europea de América, por lo que el linaje nativo americano en canes modernos de estas latitudes es prácticamente inexistente.
“Aún así, existen excepciones como los Chihuahua, que habitan en México, que tienen ADN mitocondrial que proviene de perros prehispánicos”, resaltó Prevosti.

Los resultados muestran cómo los cambios culturales y migratorios de las poblaciones humanas están conectados con la historia de las especies como el perro.
“Son animales que se encuentran dentro de la esfera humana y son el resultado de la interacción con las personas a lo largo de miles de años”, enfatizó González Venanzi.
A nivel sudamericano, hubo alrededor de 8 mil años de diferencia entre la llegada de los primeros grupos humanos (aproximadamente hace 14 mil años) respecto de la llegada de los perros.
Como es normal en este tipo de estudios, la principal limitación es la escasez de restos de perros domésticos arqueológicos, tal como reconocieron los científicos.

Si bien hubo un aumento de las muestras en las últimas décadas, el registro todavía es muy incompleto y fragmentario.
“Una limitación que nos toca a los que trabajamos en Sudamérica es la falta de recursos y fondos para poder realizar este tipo de estudio, por lo que se requiere la colaboración con grupos del primer mundo”, indicó Prevosti.
Para los autores, se debería continuar con la ampliación de la muestra y secuenciar el genoma nuclear (que es de herencia biparental, o sea se hereda de padre y madre) para que se pueda comprender de manera muy precisa el proceso de migración del perro doméstico en América del Sur.