Cuando un Papa fallece, el Vaticano entra en una etapa llamada “Sede Vacante”. Eso significa que la silla de San Pedro queda vacía y comienza un proceso cuidadosamente estructurado para elegir a su sucesor. No es algo inmediato: primero se celebran nueve días de exequias, ritos litúrgicos que honran al pontífice fallecido.
A partir de ahí, el Colegio Cardenalicio convoca un cónclave, una reunión donde los cardenales con derecho a voto, es decir, menores de 80 años, se encierran en la Capilla Sixtina para decidir quién será el nuevo líder espiritual de más de mil millones de católicos.
¿Qué es exactamente un cónclave al momento de elegir un Papa?
La palabra “cónclave” proviene del latín cum clave, que significa “bajo llave”. Y no es una metáfora. El proceso tiene lugar en absoluto secreto: se aíslan las comunicaciones, se tapan ventanas y se bloquean señales. Solo unos 130 cardenales electores tienen acceso, junto con un puñado de asistentes esenciales.
El cónclave debe comenzar entre 15 y 20 días después de la muerte del Papa. Durante ese tiempo, los cardenales se hospedan en la Domus Sanctae Marthae, dentro del Vaticano. Y aunque pueden hablar entre ellos antes del cónclave, una vez dentro de la Capilla Sixtina, todo gira en torno a la oración, la votación y el discernimiento.
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¿Cómo funciona la votación?
Todo comienza con una misa solemne celebrada en la Basílica de San Pedro, presidida por el decano del Colegio Cardenalicio. Después, los cardenales se dirigen a la Capilla Paolina, donde entonan el “Veni Creator” pidiendo la guía del Espíritu Santo.
A partir de ahí, inician las votaciones: una por la tarde del primer día y luego dos por día hasta que se alcance una decisión. Para que un candidato sea elegido, debe obtener dos tercios de los votos. En este cónclave, se necesitarán al menos 94 votos a favor de un mismo nombre.
Si después de 24 rondas de votación no hay consenso, los cardenales pueden acordar por mayoría absoluta un nuevo método para continuar. Eso sí, la elección siempre debe ser validada con al menos una mayoría simple.
El lenguaje del humo y el anuncio oficial
Una de las señales más icónicas del cónclave es la fumata. Después de cada votación, se queman las papeletas en una estufa especial. Si el humo que sale por la chimenea de la Capilla Sixtina es negro, no hubo acuerdo. Si es blanco, significa que ya hay nuevo Papa.
Y entonces, todo cambia. El elegido acepta el cargo, escoge el nombre con el que será conocido y se prepara para salir al balcón central de la Basílica de San Pedro.
Cuando el mundo ve salir humo blanco, todos los ojos se posan en el balcón. Allí, el protodiácono aparece y pronuncia las palabras tradicionales: Habemus Papam. Luego, el nuevo Papa se presenta por primera vez al mundo, bendice a los fieles y marca el inicio de una nueva etapa para la Iglesia.