Cuánto dinero necesita una familia en Cuba solo para comer lo básico y pagar sus gastos

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A la entrada del agromercado ubicado en Santa Catalina y Diez de Octubre, barriada de La Víbora, al sur de La Habana, un tipo con una carretilla de madera repleta de ristras de cebollas moradas y cabezas de ajos, con voz de barítono vocea: “Hoy es tú día de suerte, media ristra de ajos en 800 pesos, vamos, aprovecha, que se acabó el abuso”.

El bullicio es grande en medio de un calor anestesiante y el olor a fritanga. La elevada humedad relativa provoca que la gente sude a chorros. En la carnicería cuelga un gancho con ahumados de baja calidad y dos piernas de cerdo con demasiada grasa. Un empleado pica en dados un trozo de lomo mientras espanta las moscas con el dorso de su mano.

Para Miguel, 72 años, profesor jubilado de literatura, comprar en un agro en Cuba, ya sea privado o estatal, "hay que estar curtido contra las estafas y engaños. La mayoría de los productos que se ofertan son de regular a mala calidad que intentan vendértelos como de primera. Tienes que revisar muy bien la mercancía, porque los dependientes inescrupulosos te le echan una sustancia a los productos para que maduren más rápido provocando que estos se pudran o tengan muy mal sabor”, dice mientras revisa unos mangos enormes.

“Los precios son un escándalo para un país donde un jubilado como yo gana tres mil cuatrocientos pesos-equivalente a nueve dólares-y puedo darme con canto en el pecho que soy de los que recibe una buena pensión. Para demostrar la brutal caída de la calidad de vida en Cuba debemos hacer un experimento sencillo. Hace siete años, cuando me jubilé, mi pensión era de 1,800 pesos. Con esa cantidad de dinero, más la pensión de mi esposa que era de 900 pesos, 2,700 pesos en su total, compraba mensualmente 20 libras de carne de cerdo a 18 pesos (360 pesos), 20 libras de pollo a 20 pesos (400 pesos), 15 libras de pescado de calidad a 30 pesos la libra (450 pesos), 5 libras de jamón ahumado a 40 pesos (200 pesos) y un queso criollo de seis o siete libra que rondaba los200 pesos”.

“Todo esa factura eran 1,600 pesos al mes. Además las 7 libras de arroz que daban por la libreta, 20 onzas de frijoles, una libra de pollo, diez huevos, picadillo de soya y unas ruedas de mortadella no llegaban a 10 pesos. Dos o tres cartones de huevos, costaban 33 pesos por la libre y con ellos desayunábamos o hacíamos dulces. La libra de arroz por la libre valía cuatro pesos. La carne de res costaba 50 la libra por la izquierda y de vez en cuando la podíamos comprar. Y en verduras y frutas gastaba unos 500 pesos mensuales. No comíamos lo que queríamos, pero lo esencial no nos faltaba. Con mi pensión iba al teatro los fines de semanas y una vez al mes podía sentarme con mi esposa en una cafetería barata y comernos un pan con perro caliente y tomarnos un par de cervezas. Yo daba clases particulares de literatura y español y tenía una reserva de dinero. Éramos rico y no lo sabíamos”.

“Con la llegada de la pandemia en 2020 comenzó a acentuarse la crisis económica y la inflación. Pero la aplicación de la Tarea Ordenamiento fue la gota que desbordó la copa. Comencé a ganar 3,500 mil pesos de pensión y mi esposa dos mil pesos. Cinco mil cuatro pesos al mes, una mayor cantidad de dinero que hace siete años, pero en la práctica, debido a la inflación imparable, ese dinero, dividido por 390 pesos que es la tasa actual del dólar en el mercado informal, es poco más de 13 dólares. En 2018, la pensión de mi esposa y la mía era de 2,700 que al cambio entonces equivalian a 110 dólares. Nuestra calidad de vida ha disminuido en casi cien dólares y el costo de cada producto ha subido entre diez y veinte veces más caro si lo comparamos con esa fecha. Es una cosa brutal. Y ese retroceso lo ha sufrido el cien por ciento de la población en Cuba”.

Siete años después el matrimonio reconoce que come poco y mal. “Intentamos comer una vez al día. Pero es imposible. Ni siquiera el pan, que es el alimento básico del ser humano, podemos garantizarlo. Nuestra dieta actual es arroz, fufú de plátano, aguacate, col cuando baja el precio y comida que nos regalan algunos vecinos. He vendido lo poco de valor que teníamos, entre ellos libros y una colección de discos de los Beatles. Apenas comemos proteínas, excepto huevo, cuatro o cinco al mes cada uno. Carne de res, de cerdo y pescado ya no comemos. Somos vegetarianos a la fuerza. Estamos pasando hambre”, confiesa Miguel.

Según este matrimonio de jubilados, para poder desayunar, almorzar y comer, comprar algunos medicamentos y pagar la factura de electricidad, agua y gas de la calle en la Cuba actual “dos personas necesitarían entre 40 y 60 mil pesos (de 102 a 153 dólares) al mes. Incluso más dinero si necesitas reparar un electrodoméstico o hacer arreglos en la casa. Ese dinero es solo para comer. Olvídate de ir a un teatro, a la playa o comprar libros”, aclara Miguel.

Yamilé y su esposo Jonathan, padre de dos hijos, aseguran que para comer lo básico y pagar gastos importantes, una familia de cuatro personas necesitaría en Cuba al menos 400 dólares al mes, equivalente a 156 mil pesos, o lo que es igual, 75 veces el salario mínimo de 2,100 mil pesos.

“Y estoy siendo conservadora”, apunta Yamilé, especialista en software. “Porque además de comprar alimentos y pagar diversas facturas domésticas, una familia necesita salir a pasear y si tiene hijos se le añades los gastos en ropa, calzado, material escolar... La inflación ha dejado latente que las pensiones y salarios de los empleados estatales es una auténtica burla al sentido común. La mayoría de las familias en Cuba se han empobrecido alarmantemente. No hay ni siquiera dinero efectivo en los bancos”.

Según el Observatorio Cubano de Derechos Humanos, el 89% de la población en la Isla vive en la pobreza extrema. La crisis alimentaria ha alcanzado niveles dramáticos. Las producciones agrícolas, ganaderas, porcinas o pesqueras han caído en los últimos siete años a niveles de un país en guerra.

“No sé cuándo va a terminar esta pesadilla. Es imposible que podamos sobrevivir cuatro años más de donaciones extranjeras o esperando un milagro. Algo tiene que pasar”, dice Yamilé. Millones de cubanos coinciden con ella: no se ve la luz al final del túnel.

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