
El árbol de pistacho ha sido testigo y partícipe de algunas de las transformaciones más silenciosas de la agricultura mundial. Originario de las regiones áridas y cálidas de Asia Central y Medio Oriente, juega un papel central tanto en tradiciones culinarias como en prácticas agrícolas modernas, según American Pistachios
El árbol que da origen al pistacho tiene el nombre científico de Pistacia vera, perteneciente a la familia de las anacardiáceas, de acuerdo a fuentes de American Pistachios. Sin embargo, es conocido como el pistachero.
Está emparentado con especies tan disímiles como el mango y el anacardo, aunque su aspecto recuerda más a un árbol silvestre: tronco grueso, ramas en ocasiones retorcidas y una copa irregular.
El pistachero requiere un entorno muy específico para prosperar. Según la revista The Spruce, necesita veranos largos y calurosos, donde las temperaturas superan con frecuencia los 37 °C, y una etapa de invierno definida con temperaturas frescas, que permitan al árbol cumplir su periodo de letargo y establecer una correcta diferenciación floral.

Las horas de frío acumuladas son claves para asegurar su rendimiento. Estas exigencias hacen que el pistachero sea ideal para zonas de clima continental o mediterráneo árido, donde prevalecen ambientes secos y suelos bien drenados, preferentemente arenosos o limosos, con pH entre 6 y 7,5.
Por otro lado, el árbol soporta sequías prolongadas y suelos de baja fertilidad siempre que cuenten con buen drenaje. Plantar los árboles con suficiente separación, entre 20 y 30 pies, ayuda a maximizar la circulación de aire y reduce problemas de humedad que podrían favorecer enfermedades fúngicas, tal como resaltan Heart of the Desert.
La exposición a pleno sol es fundamental, evitando cualquier zona de sombra que pudiese disminuir la floración y limitar la producción de frutos.
Por lo general, se sugiere regar abundantemente en la etapa juvenil, pero, una vez establecido, el árbol muestra una admirable resistencia y bajos requerimientos hídricos, adaptándose bien a métodos de riego espaciados frecuentes o incluso a lluvias estacionales.
La historia productiva del pistachero es larga y exige paciencia.
De acuerdo con American Pistachios, el árbol inicia la producción de frutos entre los cinco y siete años desde su plantación, aunque solo a partir de los 15 a 20 años alcanza su mayor potencial productivo y estabilidad en las cosechas.
El fenómeno de la alternancia o vecería marca el calendario del agricultor: un año se obtiene una cosecha abundante y, al siguiente, una significativamente menor.

El pistacho es un alimento de composición excepcional, lo que le ha valido un lugar privilegiado en múltiples estudios nutricionales y de salud.
Según investigaciones de la Universidad de Pensilvania, el consumo regular favorece la disminución del colesterol LDL (“malo”) e incrementa la actividad de enzimas vinculadas a la síntesis de ácidos grasos esenciales, lo que protege frente a enfermedades cardiovasculares.
Otra investigación publicada en Nature por el Centro de Nutrición Clínica de Toronto destaca su capacidad para estabilizar la glucemia después de comidas ricas en carbohidratos, especialmente relevante para personas con riesgo de diabetes.

Por otro lado, investigaciones de la Universidad de Cornell, también han identificado antioxidantes específicos en el pistacho, como la luteína y la zeaxantina, que ayudan a combatir el estrés oxidativo, ralentizando procesos vinculados al envejecimiento celular y a enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y el Parkinson.

Los pistachos presentan una densa carga de nutrientes: en una porción de solo 49 unidades (aproximadamente 28 a 30 gramos) se encuentran pequeños macrocosmos de proteínas, minerales como potasio, calcio, hierro, magnesio, vitaminas A, B6, E y K, según Cleveland Clinic.
Una cualidad adicional es su bajo apetito calórico respecto a otros frutos secos, por lo que resulta apto para dietas de control de peso e incluso puede atenuar la presión arterial y la resistencia a la insulina.