Cuba: Apagones masivos y el ‘no hay’, el mayor opositor que tiene la dictadura

hace 2 días 3

Justo cuando prendió la hornilla eléctrica para recalentar una cazuela de chícharos llegó el apagón. Con la linterna del teléfono móvil fue hasta el destartalado sofá de la sala para prender una lámpara recargable. Estaba descargada. Con la premura de cocinar se le olvidó enchufarla en el tomacorriente. El arroz quedó a medio hacer. En medio de la oscuridad su hijo de 8 años lloraba y le pedía comida: “Mamá tengo hambre”.

Yanisey, 34 años, salió de la estrecha habitación en la ruinosa cuartería colectiva donde vive y buscó a su esposo. No estaba bebiendo ron con sus amiguetes en el patio central del solar. Tampoco estaba en la casa de juego clandestina, conocida como burle. Alguien le comentó que lo vio por el Paseo del Prado, intentando vender a un despistado turista una caja de Cohíba piratas.

Yanisey le pidió 500 pesos a un vecino para comprarle a su hijo una pizza que le calmara el hambre. “Mi marido, en el momento que más lo necesito, ni está ni se le espera”, dice. El apagón estaba programado de siete a once de la noche. Pero al filo de la medianoche no había llegado la luz.

Ya a las diez de la mañana hubo un corte eléctrico de cinco horas. Yanisey estalla: “Qué pinga se cree está gente. Qué somos aborígenes. El singao viajando a China con su mujer gastando el dinero del pueblo y uno aquí en penumbras”. Ella se dedica a pintar uñas y poner extensiones de pelo. Cada peso que gana lo gasta en comprar comida. “Estos descarados tienen que largarse, pa' Vietnam o Rusia, no sé. Ya han robado suficiente. La única forma de parar los apagones es botarnos pa'la calle”, escribió Yanisey en el muro de Facebook de la empresa eléctrica de La Habana.

Luego que su hijo se comiera la pizza y se tomara un refresco, fue hasta casa de su madre, que tiene un ventilador recargable, para que el niño durmiera con su abuela. “Para entretenerme, me pongo a chismear con los vecinos. Si hace mucho calor, como hoy, nos sentamos en el muro del malecón a criticar al gobierno. A veces hacemos una ponina y compramos cerveza y matamps el tiempo hasta que venga la luz”, cuenta Yanisey.

A lo largo de la calle San Lázaro, en medio del apagón, decenas de vecinos se sientan en la puerta de entrada de sus casas a esperar que llegue la luz. Hace un tiempo atrás a Leonardo, pescador aficionado, le daba igual vivir en una dictadura. “La democracia no se come”, decía.

“No me importaba la política. Cada fin de semana veía desfilando por la calle Neptuno a las Damas de Blanco y miraba cómo la Seguridad del Estado junto con personas que movilizaban, les gritaban insultos y las amenazaban con cánticos que decían 'al machete que son pocas' o apunten, disparen, fuego”. “No me importaba la política. Cada fin de semana veía desfilando por la calle Neptuno a las Damas de Blanco y miraba cómo la Seguridad del Estado junto con personas que movilizaban, les gritaban insultos y las amenazaban con cánticos que decían 'al machete que son pocas' o apunten, disparen, fuego”.

“Eran unas papayúas. Todo el mundo por esta zona condenaba el abuso. Pero nadie hacía nada para impedirlo. Total, pensaba yo en ese tiempo, podía comprar comida, no la que quería, pero tenía lo básico y mi familia no pasaba hambre. Pero llegó la crisis coyuntural del sin casa-Díaz-Canel. Y la pista se calentó. Comer es un sacrificio y cada vez estamos peor mientras los culos rotos (los gobernantes) viven como potentados. El pueblo tiene que coger la calle. O nos matan de hambre y enfermedades”, afirma Leonardo.

Disney, licenciado en ciencias políticas, considera que “con la drástica caída del nivel de vida de los cubanos, ha habido una toma de conciencia en la población. Desde mi percepción todo comenzó con la apertura de internet en 2014, cuando las personas aprovecharon las redes sociales para hacer catarsis y criticar abiertamente al gobierno. Antes no existía ese altavoz. La estrategia de distensión de Obama no dio el resultado que se esperaba para que el gobierno iniciara una profunda reforma económica de corte democrática”.

“Pero el discurso de Obama en La Habana tuvo gran repercusión entre los cubanos. El mandatario estadounidense era más popular en esos años que Fidel y Raúl Castro. Amplios sectores de la población comprendieron entonces que el gobierno era el culpable del inmovilismo y la intolerancia. La estocada final fue un conjunto de factores: la crisis en Venezuela que por efecto dominó repercutió en Cuba, la llegada de la pandemia, la desastrosa implementación de la Tarea Ordenamiento que disparó la inflación y aumentó la pobreza extrema a más del 80 por ciento”, opina Disney y añade:

“Cuba no superó la caída del comunismo en la URSS. El modelo económico, político y social estaba diseñado a imagen y semejanza. Nunca fue un sistema sustentable. Desde 1989 comenzaron a caer en picada todos los rubros sociales, económicos y productivos. La llegada de Chávez a Miraflores fue un salvavidas que les permitió ganar tiempo. Pero el modelo político implementado por Fidel hace más de treinta y cinco años muestra que es inviable. El desgaste del poder y la mediocridad de la clase política actual acrecientan la crisis multisistémica. Todavía una parte importante de la población tiene temor de expresarse abiertamente o salir a la calle a protestar. El 11J fue un parteaguas, fue el inicio de una revolución ciudadana indetenible”, concluye el politólogo.

Para Josué, estudiante universitario, “las redes sociales y la prensa independiente han expuestos la verdadera esencia del régimen. Hay muchas preguntas que el gobierno no responde y quedan en evidencia. En Cuba ha surgido una oligarquía sustentada desde el poder que pulverizó los logros sociales de antaño. La desigualdad es abismal. Si observas cualquier foto de un acto político, verás a los panzones, rozagantes y sobrealimentados en la presidencia y a los que aplauden hambreados y desdentados. Hay un divorcio con el pueblo. El descontento es mayúsculo”, expresa Josué.

Roldán, taxista privado, está convencido que la situación política y económica en el país es un callejón sin salida. "El gobierno está atrapado en su propia ratonera. Cada día que pasa el panorama es peor. Las cosas se le han ido de las manos. Es la realidad la que condena al gobierno. Cada año que pasa estamos peor. El mayor opositor que tiene el país son los extensos apagones y el ‘no hay’ generalizado: no hay transporte, no hay comida, no hay medicinas, no hay nada. Los dirigentes no van a solucionar la crisis. La liga no se puede estirar más. Está a punto de partirse”.

La pregunta que se hacen muchos en Cuba es cuándo la caldera explotará.

Embed - Apagón en el aeropuerto de La Habana sorprende a pasajeros recién llegados: "Los veo a todos calladi

Leer artículo completo