
El sarcoma es un tipo de cáncer poco frecuente que se origina en los tejidos conectivos del cuerpo, como los huesos, músculos, vasos sanguíneos, nervios y grasa.
A diferencia de otros cánceres más comunes, el sarcoma afecta a un amplio rango de tejidos, lo que lo convierte en una enfermedad compleja y difícil de identificar en sus primeras etapas. Existen varios tipos de sarcoma, y su desarrollo varía según el lugar en el que se originen y su agresividad.
Los sarcomas de tejidos blandos son aquellos que se desarrollan en tejidos como los músculos, los tendones, la grasa, los vasos sanguíneos y los nervios. A menudo, estos tumores se localizan en las extremidades (brazos y piernas), aunque también pueden encontrarse en el tronco, la cabeza y el cuello, aunque con menor frecuencia. Existen más de 50 tipos de sarcomas de tejidos blandos, y algunos de los más comunes incluyen el rabdomiosarcoma y el sarcoma de Ewing, que suelen ser más frecuentes en niños y adolescentes.
Según el American Cancer Society (ACS), los sarcomas “pueden ocurrir en cualquier parte del cuerpo”, pero “se originan más comúnmente en los brazos o las piernas”. Además, pueden afectar otros órganos internos y zonas menos accesibles del cuerpo, como el retroperitoneo, que es el área posterior del abdomen.

El sarcoma de huesos, por su parte, se desarrolla en el tejido óseo, y uno de sus tipos más conocidos es el osteosarcoma, que afecta principalmente a jóvenes y suele localizarse en los huesos largos de las piernas o los brazos.
La detección temprana del sarcoma puede ser un desafío debido a su naturaleza poco frecuente y a que sus síntomas pueden parecerse a los de otras afecciones menos graves.
Sin embargo, existen signos y síntomas que pueden alertar a los pacientes sobre la presencia de este tipo de cáncer. Según la Mayo Clinic: “Un bulto o masa en la piel o debajo de ella, que crece rápidamente”, es uno de los principales indicios de que podría tratarse de un sarcoma de tejidos blandos. Otros síntomas incluyen dolor localizado o debilidad muscular si el tumor afecta a los músculos o nervios.
Es fundamental que, si se nota algún cambio en el cuerpo, como un bulto creciente o dolor inexplicable, se consulte con un especialista para determinar la causa.

El diagnóstico del sarcoma se realiza a través de una combinación de pruebas de imagen y biopsias. Radiografías, tomografías computarizadas (TAC), resonancias magnéticas (RMN) y tomografías por emisión de positrones (TEP) son algunas de las herramientas que se utilizan para detectar la presencia de un sarcoma.
Según el Centro de Cáncer de la Clínica Universidad de Navarra: “Tras una completa exploración física, se realizan resonancias magnéticas, TAC pulmonar y PET”, con el fin de evaluar la extensión de la enfermedad.
Una vez que el tumor es identificado en las pruebas de imagen, el siguiente paso es realizar una biopsia. Esta prueba consiste en extraer una muestra del tejido tumoral para analizarla en el laboratorio. “Solo un patólogo puede confirmar el diagnóstico del sarcoma mediante el examen anatomopatológico”, afirmó la Clínica Universidad de Navarra.

No existen métodos específicos para prevenir el sarcoma, pero hay factores que pueden aumentar el riesgo de desarrollarlo.
Algunos de estos incluyen la exposición a ciertos productos químicos, como los utilizados en la industria del caucho o el asbesto, y la exposición a radiación. El sarcoma de Kaposi, por ejemplo, está relacionado con la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) y se presenta con mayor frecuencia en personas inmunodeprimidas.
El American Cancer Society señala que algunos síndromes genéticos, como el síndrome de Li Fraumeni, que implica alteraciones en el gen p53, también pueden aumentar el riesgo de desarrollar sarcomas. Este síndrome está asociado con una mayor incidencia de varios tipos de cáncer, incluidos los sarcomas y los carcinomas de mama.
El tratamiento para el sarcoma depende de su tipo, ubicación y otros factores específicos del paciente. Generalmente, el tratamiento involucra una combinación de cirugía, quimioterapia y radioterapia. Según el Centro de Cáncer de la Clínica Universidad de Navarra, el tratamiento de un sarcoma puede requerir la resección quirúrgica del tumor, que se realiza con el objetivo de “eliminar completamente el tumor y los márgenes de tejido sano”. Si el tumor no es resecable en su etapa inicial, se puede recurrir a la quimioterapia y la radioterapia para reducir su tamaño antes de proceder a la cirugía.

El sarcoma de Ewing, por ejemplo, es un tipo de sarcoma óseo que afecta principalmente a los niños y adolescentes. En este caso, el tratamiento de primera línea incluye quimioterapia combinada con cirugía y, en algunos casos, radioterapia.
El sarcoma es un cáncer raro y complejo que puede afectar a personas de cualquier edad. Aunque su diagnóstico temprano puede ser difícil, es crucial estar alerta ante cualquier signo de un bulto o dolor inexplicable. Las pruebas de imagen y la biopsia son fundamentales para confirmar su presencia. El tratamiento varía según el tipo de sarcoma y se basa en un enfoque personalizado que incluye cirugía, quimioterapia y radioterapia.
Es importante recordar que, aunque el sarcoma es un cáncer raro, la detección temprana mejora significativamente las probabilidades de éxito en el tratamiento. Por ello, cualquier sospecha debe ser consultada con un profesional de la salud para un diagnóstico oportuno.