
El 6 de junio se conmemora el Día Mundial de los Pacientes Trasplantados, una fecha que destaca los avances médicos y la importancia de seguir mejorando el acceso a la donación y a los trasplantes. En ese sentido, el de corazón representa una alternativa clave frente a, entre otras, la insuficiencia cardíaca avanzada, una afección que no siempre responde a los tratamientos disponibles.
Según Mayo Clinic, este cuadro ocurre cuando el corazón no logra bombear sangre de forma adecuada, lo que puede provocar acumulación de líquido en los pulmones y dificultad para respirar. En una de sus etapas más graves, clasificada como etapa D por el Colegio Estadounidense de Cardiología y la Asociación Americana del Corazón, se considera insuficiencia cardíaca avanzada.
El trasplante de corazón es “una operación en la que un corazón enfermo se reemplaza por el corazón más sano de un donante. El trasplante de corazón es un tratamiento que, por lo general, se reserva para las personas cuya afección no ha mejorado lo suficiente con medicamentos u otras cirugías”, de acuerdo a Mayo Clinic.
En Argentina, en lo que va de 2025, se realizaron 51 trasplantes cardíacos. Actualmente, al menos 164 personas esperan un procedimiento de esta clase en el país, según cifras del INCUCAI.
“En Argentina se realizan entre 100 y 120 trasplantes de corazón por año. Esta cifra es significativamente menor al número de pacientes que sufren formas avanzadas de insuficiencia cardiaca. Es importante destacar que la tasa de donación está aumentando y la de 2024 fue récord, alcanzando 17.7 donantes por millón de habitantes”, planteó la doctora Mirta Diez (MN 68.240), jefa del Servicio de Insuficiencia Cardíaca, Hipertensión Pulmonar y Trasplante Cardíaco del ICBA Instituto Cardiovascular.

Comparada con tasas de otros países que ocupan los primeros lugares, como por ejemplo España, que tiene 53 donantes por millón de habitantes, en Argentina “aún podemos mejorarla promoviendo la donación de órganos en la comunidad”, sumó Diez.
Así, en esta fecha, es esencial la concientización sobre la donación de órganos, una práctica que salva vidas. “Además, es muy importante acompañar emocionalmente a la familia del potencial donante, generando contención y valorizando la inmensa generosidad de la decisión que van a tomar”, sostiene la doctora Diez.
La insuficiencia cardíaca (IC) ocurre cuando el músculo cardíaco no bombea sangre con la fuerza suficiente para cubrir las necesidades del cuerpo. Puede manifestarse por un corazón debilitado, rígido o dañado, lo que provoca que las cavidades cardíacas se estiren o se vuelvan incapaces de llenarse adecuadamente entre latidos.

Genera síntomas como falta de aire durante la actividad o en reposo, fatiga, hinchazón en extremidades y abdomen, tos persistente y latidos irregulares. Si bien puede desarrollarse a cualquier edad, su incidencia es más marcada en personas mayores de 65 años.
Las causas comunes incluyen enfermedad de las arterias coronarias, hipertensión arterial, daño al músculo cardíaco por infecciones, consumo excesivo de alcohol, y problemas en las válvulas del corazón. En casos graves, la insuficiencia cardíaca puede causar acumulación de líquido en pulmones y tejidos, dificultad para respirar e incluso un aumento rápido de peso por retención de líquidos.
Cuando el corazón no puede bombear eficazmente, el tratamiento médico apunta a aliviar síntomas y mejorar la calidad de vida, pero en un porcentaje de pacientes la enfermedad progresa a una forma avanzada y refractaria, que puede requerir trasplante.
Mayo Clinic señala que “un tratamiento adecuado puede mejorar los síntomas y ayudar a algunas personas a vivir más tiempo”, e incluye cambios en el estilo de vida, medicamentos específicos, y en casos seleccionados, cirugía o dispositivos de asistencia ventricular para apoyar la función cardíaca.

Lejos de limitarse al acto quirúrgico, el trasplante cardíaco requiere un abordaje prolongado y sistemático. “Un trasplante no empieza en el quirófano. Todo comienza con el seguimiento de pacientes con insuficiencia cardíaca, una condición compleja y progresiva”, explicó la doctora Lucrecia María Burgos, también integrante del ICBA. El objetivo, indicó, es estabilizar al paciente mediante tratamiento farmacológico antes de considerar la opción quirúrgica.
“Los pacientes llegan al trasplante cardíaco por una forma grave de insuficiencia cardíaca, con una expectativa de sobrevida muy reducida“, agregó Diez.
En muchos pacientes, el estado de salud previo influye directamente en la recuperación postoperatoria. “Aproximadamente tres de cada cuatro pacientes en lista de espera están hospitalizados al momento del trasplante”, puntualizó la médica, quien remarcó que el procedimiento es “la opción terapéutica más efectiva para mejorar la calidad de vida y el tiempo de vida de los pacientes con formas avanzadas de insuficiencia cardiaca”.

El proceso que lleva al trasplante atraviesa múltiples etapas clínicas, psicosociales y logísticas. Por eso se destaca el trabajo de equipos multidisciplinarios que incluyen cardiólogos, cirujanos, psicólogos, nutricionistas, infectólogos y trabajadores sociales para cubrir desde lo técnico hasta lo emocional. A esto se suma la necesidad de contar con infraestructura adecuada para concretar los operativos de ablación e implante en tiempos óptimos.
Si bien existen obstáculos debido a la poca cantidad de órganos disponibles, otro factor que influye es la distancia que existe entre los centros especializados. Esto se debe a que la mayoría están en el AMBA, pero, según el ICBA, más del 60% de los pacientes en lista de espera se encuentran en otras provincias.
En este punto, Burgos puso énfasis en la complejidad: “El día del trasplante representa solo la punta del iceberg de todo este trabajo. Se trata de un operativo complejo, que requiere una coordinación milimétrica y una gran precisión. Cuando recibimos la notificación de un posible donante, se evalúan en detalle las características clínicas del órgano y su compatibilidad con el receptor“.
“Una vez tomada la decisión de avanzar, se activa un operativo que involucra simultáneamente al equipo de ablación (extracción del órgano) y al equipo de implante. En instituciones como el ICBA, ese día todo el hospital se moviliza: cada profesional asume su rol con máxima dedicación y compromiso. Es, sin dudas, una verdadera tarea de equipo”, añadió.

El seguimiento tras la cirugía es igual de exigente. Implica controles clínicos frecuentes, estudios de laboratorio, imágenes y biopsias para detectar signos tempranos de rechazo. La adherencia a la medicación inmunosupresora es fundamental. “El trasplante no solo prolonga la vida. Muchas personas pueden volver a trabajar, hacer ejercicio, retomar sus rutinas. Pero todo eso depende de un control médico riguroso y sostenido”, apuntó Burgos.
Si bien en otros países se implementaron técnicas no invasivas para monitorear el rechazo, en Argentina se siguen utilizando principalmente las biopsias endomiocárdicas. Se trata de un procedimiento en el que se extraen pequeñas muestras del músculo cardíaco para analizar posibles signos de rechazo.
No obstante, se reconocen avances en inmunosupresores más eficaces y con menos efectos adversos, así como en nuevos métodos de preservación de órganos durante el traslado, como los sistemas de perfusión ex vivo, que permiten mantener el órgano viable fuera del cuerpo mediante el flujo de una solución nutritiva, lo que aumenta las chances de éxito del procedimiento.
En un escenario de crecimiento técnico, pero con deudas estructurales, el trasplante de corazón se mantiene como una intervención crítica para pacientes con insuficiencia cardíaca terminal. El Día Mundial de los Pacientes Trasplantados permite volver la mirada hacia quienes viven gracias a una donación y hacia quienes aún aguardan esa posibilidad. La mejora en el acceso, la equidad territorial y la concientización social siguen siendo los ejes centrales.