El Dalai Lama, Tenzin Gyatso, inició una visita de 45 días a la región de Ladakh, en el Himalaya indio, en un contexto de tensiones geopolíticas con el régimen de China y debate internacional sobre su futura reencarnación. Desde la estratégica región fronteriza con el Tíbet, el líder espiritual lamentó la ausencia de libertad en China y pidió a las comunidades budistas locales mantener vivas sus tradiciones ante las restricciones impuestas por las autoridades chinas en el Tíbet.
Con 90 años recién cumplidos, el Dalai Lama llegó el sábado a Ladakh bajo estrictas medidas de seguridad. Un avión de la Fuerza Aérea India transportó al líder espiritual desde Dharamsala, su lugar de exilio desde 1959, hasta Leh, la capital regional. Decenas de vehículos y escoltas armados integraron el dispositivo de protección “Z-plus”, el máximo nivel de seguridad en la India, reflejando la importancia de la visita tanto para la comunidad tibetana como para el Gobierno indio.
Miles de seguidores, monjes y habitantes locales lo recibieron a lo largo de las carreteras entre el aeropuerto de Leh y su residencia, Shewatsel Phodrang. Antes de partir de Dharamsala, el Dalai Lama definió el viaje como una continuación de su mensaje de “compasión y bondad”, y expresó que la práctica de estos valores sería el mejor regalo de cumpleaños de sus seguidores.
Durante su primer discurso en Ladakh, el líder tibetano compartió una reflexión que combinó la dimensión espiritual de su enseñanza con una clara crítica política. Reveló haber recibido numerosas invitaciones para regresar a China, pero desestimó la posibilidad de enseñar budismo en un país sin libertad: “Siento que sería difícil enseñar sobre budismo en un país donde no hay libertad”.
El líder del budismo tibetano instó a los habitantes de las comunidades budistas a preservar las tradiciones de estudio y debate, subrayando que el entorno indio ofrece condiciones para mantener vivas prácticas devastadas en el Tíbet bajo administración china. “Aquellos que huyeron a la India han tenido la responsabilidad de preservar estas tradiciones. En el Tíbet muchos experimentaron el duro trato chino, por lo que aquí, en la libertad de la India, debemos hacer todo lo posible para preservar estas preciosas tradiciones”, pronunció ante fieles y residentes.
Las actividades programadas durante su estancia incluyen grandes concentraciones de seguidores y la impartición de enseñanzas públicas sobre textos budistas tradicionales, como “Las Treinta y Siete Prácticas de un Bodhisattva”. Además, la agenda contempla un desplazamiento a la remota región de Zanskar y diversos actos religiosos que involucran no solo a la comunidad tibetana exiliada sino también a devotos del Himalaya indio y otras partes de la India.
Sin embargo, expertos y observadores internacionales interpretan la visita como un fuerte gesto simbólico frente al régimen chino. La región de Ladakh, fronteriza con el Tíbet, ha sido escenario de incidentes militares recientes entre tropas de la India y China. La presencia visible del Dalai Lama en esta zona se percibe como una expresión de respaldo informal a la causa tibetana y un desafío a la posición de China, que considera al dalái lama como un separatista y niega la legitimidad de sus actividades políticas y religiosas fuera del Tíbet.
El viaje ocurre en medio de la disputa por su futura sucesión. A comienzos de julio, el propio líder tibetano reiteró que su fideicomiso personal, Gaden Phodrang, tiene la autoridad exclusiva para decidir sobre su reencarnación. Este pronunciamiento contradice la normativa china, conocida como “Orden Nº 5”, que establece que todas las reencarnaciones de figuras religiosas deben contar con el aval directo del Partido Comunista Chino.
El proceso sucesorio cobra además relevancia tras la aprobación en Estados Unidos de la Ley de Política y Apoyo al Tíbet, que autoriza sanciones contra funcionarios chinos que intervengan en la elección del próximo Dalai Lama. Según la lectura de la ley y los recientes anuncios, podría generarse una situación con dos líderes sucesores: uno designado por la diáspora tibetana y otro respaldado por Pekín en territorio tibetano ocupado.

Durante su discurso, el líder religioso agradeció explícitamente el apoyo sostenido del Gobierno indio desde su llegada en 1959. Las autoridades mantienen una posición declarada de neutralidad religiosa y justifican la acogida del líder tibetano por razones humanitarias, aunque el uso de recursos oficiales y las medidas de seguridad especiales transmiten una señal de respaldo hacia la causa tibetana.
El Dalai Lama también definió su tradición como una práctica susceptible de evaluación científica, centrada en la lógica y el debate, y no únicamente en la recitación de mantras o rituales. La declaración busca destacar la especificidad y modernidad del budismo tibetano frente a la narrativa oficial china.
El futuro de la sucesión tibetana, la persistencia del exilio y el pulso diplomático entre India y China siguen generando debate regional e internacional, mientras el Dalai Lama continúa con su mensaje espiritual y político desde la frontera del Himalaya.