
Para sorpresa —y quizás decepción— de quienes leyeron la novela original de Julia Whelan, la película Mi año en Oxford, recientemente estrenada en Netflix, no conserva el mismo final que el libro.
Aunque la adaptación cinematográfica sigue de cerca el corazón de la historia, sus responsables decidieron resolver de forma tajante una pregunta que el texto había dejado abierta, dando pie a un desenlace mucho más trágico y emotivo.
La historia gira en torno a Anna (interpretada por Sofia Carson), una joven estadounidense que viaja a Inglaterra para cursar un semestre de literatura inglesa en la prestigiosa Universidad de Oxford.
En ese entorno académico, Anna conoce a Jamie (interpretado por Corey Mylchreest), un brillante estudiante de doctorado y profesor asistente con quien inicia una relación casual. Pero lo que comienza como una aventura romántica pronto evoluciona hacia algo mucho más profundo.

A medida que la relación crece, Anna descubre que Jamie sufre de cáncer terminal. Aunque él intenta alejarse para evitarle más dolor, ella decide quedarse y acompañarlo durante el tiempo que le quede.
A partir de ese punto, Mi año en Oxford se convierte en una meditación sobre el amor, la pérdida y el valor de vivir intensamente cada momento.
En la versión de Netflix, el final tiene un giro inesperado: Anna realiza sola el viaje que había planeado con Jamie. Grecia, Italia, Países Bajos… cada uno de los destinos que la pareja soñó visitar aparece en pantalla, primero como una fantasía compartida y luego como una realidad solitaria.
Las mismas escenas se repiten, pero ahora sin Jamie. El espectador descubre que él falleció antes de que pudieran cumplir ese sueño juntos.

Este cierre cinematográfico tiene un fuerte impacto emocional. Más allá del dolor, deja un mensaje claro: conocer a Jamie transformó profundamente a Anna.
Tanto así que, tras su muerte, renunció a su carrera en Goldman Sachs para dedicarse a lo que realmente le apasiona: la literatura. Inspirada por su experiencia, Anna termina convirtiéndose en profesora en la misma universidad donde conoció al amor de su vida.
Sin embargo, el final del libro ofrece una versión menos definitiva y más abierta. En la novela de Whelan, Jamie no muere —o al menos no durante la historia. En cambio, se somete a un tratamiento experimental que mejora significativamente su estado de salud.
Ambos logran hacer el viaje por Europa que habían planeado y, aunque el libro no aclara si permanecen juntos o si Jamie se recupera por completo, deja en manos del lector imaginar cómo continúa su historia.

Esta diferencia clave ha generado reacciones mixtas entre los fans. Algunos celebran la valentía de Netflix al apostar por un final contundente, cargado de emoción y lágrimas. Otros, en cambio, lamentan la pérdida del matiz y la ambigüedad que hacía tan poderosa la novela original.
“En el libro, el final es una invitación a la esperanza, o al menos a la reflexión. Pero en la película, la tristeza es total. Es como si nos obligaran a llorar”, comentaron algunos lectores en redes sociales.
La decisión de mostrar la muerte de Jamie puede haber sido una estrategia narrativa para asegurar un desenlace más impactante y memorable.

Y a juzgar por las reacciones del público, lo lograron: Mi año en Oxford se ha convertido en uno de los dramas románticos más comentados del momento en la plataforma.