El legado de paz de Violeta Barrios de Chamorro

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Doña Violeta Barrios de ChamorroDoña Violeta Barrios de Chamorro pasará a la historia como la "madre de la paz" en Nicaragua.

Violeta Barrios de Chamorro llegó a la presidencia de Nicaragua en circunstancias excepcionales, en abril de 1990. El país se desangraba con una guerra civil de más de 10 años, gobernado por una dictadura revolucionaria y una economía en ruinas.

Con un aire campechano, vestida de blanco y apoyada en un bastón Violeta se puso la banda presidencial y, contra todo pronóstico, acabó con la guerra y sentó las bases para la democracia y la recuperación económica de Nicaragua.

Nacida el 18 de octubre de 1929 en Rivas, Violeta Barrios de Chamorro falleció en la madrugada del 14 de junio de 2025 en San José, Costa Rica, a los 95 años. Murió en paz, rodeada de sus hijos exiliados y cuidadores, tras sufrir una prolongada enfermedad que incluyó un accidente cerebrovascular en 2018 y un tumor cerebral.

Violeta fue la segunda de siete hijos de Carlos Barrios Sacasa y Amalia Torres Hurtado, representantes de la burguesía conservadora del sur de Nicaragua. Su infancia transcurrió entre el lago Cocibolca, caballos y vida rural. Desde niña recibió lecciones de fortaleza y persuasión, valores inculcados por sus padres, que marcarían su estilo de liderazgo.

Violeta Barrios de Chamorro, enVioleta Barrios de Chamorro, en su juventud. (Foto archivo de La Prensa)

Estudió en colegios católicos en Rivas y Granada, luego en Texas y Virginia, donde cursó secretariado. El fallecimiento de su padre en 1947 la obligó a regresar a Nicaragua. En 1949 conoció a Pedro Joaquín Chamorro Cardenal y se casaron en 1950. Él se convirtió en director de La Prensa, uno de los periódicos más influyentes, símbolo de la resistencia contra Somoza. Violeta fue su compañera política y humana, visitándolo en prisión y reclamando justicia con energía.

El asesinato de Pedro Joaquín el 10 de enero de 1978 transformó la vida de Violeta. Ella mantuvo su casa como un santuario: conservó sus objetos personales, la ropa ensangrentada y el carro en que murió, segura de que algún día Nicaragua reconocería su legado. Nunca se volvió a casar. “Mi amor me lo arrebataron… Ya lo tuve”, declaró con firmeza.

Violeta tomó el testigo de su esposo asesinado. Convertida en símbolo de esa lucha, formó parte de la Junta de Reconstrucción tras el triunfo sandinista en 1979. Pero en 1980 renunció, desacuerdos la llevaron a dejar un proceso que se encaminaba hacia una orientación marxista

También tomó de nuevo las riendas de La Prensa, que, bajo su dirección, se consolidó como referente de la oposición a Ortega.

En 1989 la UNO (Unión Nacional Opositora) era una alianza contra el FSLN. El 2 de septiembre, bajo una lógica de urgencia, la coalición eligió a Violeta como su candidata presidencial. A pesar de contar con menos experiencia política que sus rivales, entre ellos Emilio Álvarez Montalván, Enrique Bolaños y Virgilio Godoy, defendió apasionadamente una agenda de paz, eliminación del servicio militar y reconciliación

Su campaña se caracterizó por un sencillo estilo discurso directo: habló de hermandad, perdón y amor al país. Pese a las burlas de los sandinistas que la acusaban de ser una marioneta de la CIA, los contras y Somoza, e incluso se mofaban de su carácter “ama de casa”, ella continuó con perseverancia.

A 55 días de las elecciones, se fracturó la rodilla en una caída, pero seguía la campaña en silla de ruedas o con bastón, mostrando una “aplastante simpleza” y estoicismo que la harían legendaria.

El 25 de febrero de 1990, con un 54.7 % de los votos, derrotó a Daniel Ortega y se convirtió en la primera mujer electa presidenta de Nicaragua y de América Dos meses después recibió la banda presidencial en un acto emotivo y polarizado, en el que abundaron insultos, piedras, aguas sucias y hasta orines.

Una anécdota relata en 1996 al periodista Fabián Medina retrata su estilo conciliador y campechano. “Les cuento que el 25 de abril del 90, antes de que comenzara el acto, me encontré con Daniel (Ortega) y me reclamó que esa gente de la UNO le había tirado piedras, palos y le dije: ´Mirame a mí cómo estoy, con mi ropa manchada, así es que estamos iguales´, le dije”.

Tras reconocer su derrota, Ortega llegó a la casa de Violeta a saludarla. Él lloró y ella lo consoló con un abrazo y las palabras: “Mi muchacho, no pasa nada” .

Su gobierno (1990–1997) se centró en la paz y la reconciliación. Legalmente eliminó el Servicio Militar Patriótico, gestionó la apertura a financiamiento internacional e incentivó un proceso democrático plural. Enfrentó revueltas sandinistas, nuevos grupos armados como “recontras” y “recompas”, y el descrédito por su supuesta dependencia de su yerno Antonio Lacayo Oyanguren.

Pero su estilo personal, franco, directo y sin intrigas, le ganó reputación, incluso entre figuras como el sandinista Danilo Aguirre, quien afirmó que Violeta era “inmune a las intrigas” y “estoica como campesina”.

En septiembre de 1993 se vivió su prueba más dura cuando cesó al general Humberto Ortega al frente del Ejército. El encuentro tenso con los hermanos Ortega afuera del centro de convenciones la conmocionó: nadie lo esperaba. Lloró en silencio después, pero mantuvo su convicción y no renunció, convencida por sus ministros de que debe permanecer por el bien de Nicaragua.

"Mi muchacho, no pasa nada","Mi muchacho, no pasa nada", consoló Violeta a Daniel Ortega cuando este lloró sobre su hombro tras reconocer su derrota en febrero de 1990. (Foto AFP)

“Yo soy muy poca para llorar y ese día lloré mucho. Lloré en mi baño, en mi cuarto, sola, para no hacer sufrir al resto de mi gente. Eso fue horrible, pero ni cuando mataron a Pedro, Dios mío, dándole fuerza a mis hijos, a mi familia, a todos. Ese fue un día muy triste para mí, pero ya después lo acepté y seguí trabajando”, relató en una entrevista.

Su presidencia ha sido evaluada como un período de profunda transformación en Nicaragua: recuperó la institucionalidad democrática, abrió los caminos para la alternancia política y creó un contrato social de reconciliación. Aunque no pudo resolver todos los problemas sociales y económicos, su herencia se cifra en la paz que devolvió a una nación maltrecha.

Tras dejar el poder, mantuvo un perfil bajo, pero sostuvo su liderazgo moral desde la publicación de sus memorias “Sueños del Corazón”. Rumores de una eventual candidatura en 2001 siempre fueron desmentidos con humor, cuando respondía con una sonrisa al ser cuestionada sobre una posible contienda electoral.

En 2018 sufrió un accidente cerebrovascular que la dejó en condición delicada. En octubre de 2023, fue trasladada con atención médica a Costa Rica, donde viven en exilio tres de sus hijos —Pedro Joaquín, Cristiana y Carlos Fernando Chamorro Barrios— perseguidos por el régimen de Ortega y Murillo

Violeta Chamorro vivió sus últimos años lejos de Managua, pero rodeada del afecto familiar. En Costa Rica, un país que le otorgó asilo político y protección, recibió cuidado en un ambiente de respeto.

Su muerte en el exilio no solo refleja su situación personal, sino el momento de Nicaragua: el retorno de la represión, la confiscación de propiedades de su familia, el exilio de periodistas y opositores, y la imposibilidad de rendir homenaje a su figura en tierra nicaragüense

Violeta Barrios de Chamorro será recordada como la “madre de la paz” nicaragüense, pionera política, maestra de reconciliación y ejemplo de dignidad. Su historia de joven terrateniente, esposa y viuda, defensora de prensa y presidenta, representa un hito en la historia de Nicaragua y América Latina.

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