
El origen es bíblico, figurando como un viaje que se convirtió en prueba, purificación y aprendizaje. Google dice que “La travesía del desierto se refiere a un periodo difícil y desafiante, a menudo de soledad y reflexión, que una persona o grupo debe atravesar antes de alcanzar un objetivo o un nuevo comienzo”.
Es exactamente lo que le está pasando hoy al partido Demócrata en EEUU, un problema que tiene una mezcla de maduración y lenta cocción desde hace años, pero que debe tener resoluciones prontas si no quiere perder protagonismo y relevancia, tal como lo está demostrando la muy importante primaria que tuvo lugar en la ciudad de Nueva York, una de las joyas de la corona para cualquier político demócrata. Hoy, más allá de retener la alcaldía, lo que ha pasado, a nivel nacional pareciera estar jugando a favor de Trump, y su discurso del “sentido común”.
La gravedad no es tanto quién ganó, ya que Zohran Mamdani triunfó bien, legítimamente. El problema no es ese, sino que en EEUU los demócratas no parecen estar cumpliendo el rol de oposición, siendo, a mi juicio, lo más grave, que todo sistema democrático necesita de la alternancia en el poder, y hoy no lo son, con el problema adicional de la pérdida de credibilidad de los medios de comunicación cercanos al partido, que se mide objetivamente en bajos índices de lectoría, sintonía o rating, ya que sencillamente no dijeron la verdad, al callar y negar el deterioro físico y mental del ex presidente Biden.
El problema sigue siendo el mismo, limitarse a solo rechazar todo lo que dice o piensa Trump, todo lo que hace o deja de hacer, pero lo grave es que no aparece lo que los demócratas harían de volver al poder. Es solo emoción, pero nada más, solo oposición, pero sin propuestas alternativas. En verdad, solo aparece Trump, a quien más le dificultan la vida algunos representantes minoritarios republicanos en el Congreso que los rechazos demócratas.
Sus orígenes están en el Partido Demócrata-Republicano de dos padres fundadores como lo fueron Thomas Jefferson y James Madison. Después de una crisis de ese partido, que gobernaba ininterrumpidamente desde el año 1801, seguidores de Andrew Jackson lo fundan, lo que lo transformaría en nada menos que el partido político activo más antiguo del mundo, más que los ingleses, además que quince militantes se han desempeñado como presidente de la nación.
En los años que enseñé política estadounidense, los materiales decían que en 1834 el nombre de Partido Demócrata se impuso definitivamente, aunque no sería hasta 1844 que se oficializó formalmente.
En sus inicios el conservadurismo fue la filosofía predominante, pero a partir de entonces hay cambios cada 25 o 30 años, siendo uno importante al final del siglo XIX, cuando el populismo pasa a ser su característica principal en las zonas rurales del sur. En la década del 30 del siglo pasado, con Franklin Delano Roosevelt, las facciones conservadoras pierden toda relevancia, con la llamada Coalición del New Deal, que incorporó posturas socialdemócratas que atrajeron tanto a votantes católicos de clase trabajadora como también una fuerte representación judía, lo que se expresa en la elección de Kennedy en 1960, aunque en el partido todavía mantenía presencia el racismo sureño, tanto que la prensa informaba que dirigentes del Ku Klux Klan, algunos de ellos alcaldes y representantes, quizás senadores, allí militaban.
Puede parecer sorprendente para algunos lectores, pero es históricamente cierto, como también que no debiera llamar tanto la atención que los partidos políticos cambien cada dos o tres décadas, tal como hoy está pasando. De hecho, en la década del 60 el partido empezó a ser la cara de la igualdad racial, en representación preferencial de los votantes afroamericanos, apoyo que solo comenzó a resquebrajarse en la última elección presidencial, con la votación recibida por Donald Trump de votantes afroamericanos y latinos, todavía minoritarios, pero algo que no había pasado antes.
Desde la muerte de John Kennedy, el partido se convirtió en una fuerza, mezcla de socialdemócrata y liberal, movimiento este último, que había ya empezado a destacar a su interior, con la elección de Woodrow Wilson, entre 1913 y 1921. Los demócratas se han caracterizado por renovarse con las diferentes oleadas inmigratorias y con la incorporación de sectores a su izquierda, que deciden hacer política a su interior, sintiéndose cómodos en una estructura que se asemeja más a un movimiento o corriente que a la disciplina verticalista de otros partidos tradicionales. A modo de ejemplo, dos deben ser mencionadas, aquellos activistas de la guerra de Vietnam, que se movilizaron en la protesta callejera, pero que se incorporan a la militancia en las décadas de los 60 y 70, como también lo que ocurrió con el Senador Sanders, que, sin ser militante formal, hace política a través de los demócratas, y encabeza un sector que se define como socialista y que tuvo destacada participación, tanto contra Hillary Clinton en 2016 como contra Joe Biden en 2020. Sus partidarios, que provenían de sectores en su mayoría jóvenes, ingresaron masivamente en ambas ocasiones, transformándose su propuesta de marxismo en clave progresista en un sector relevante de la orgánica actual.

Al igual que los republicanos, el partido demócrata, más que un partido unitario es un movimiento en el cual coinciden fracciones rivales a su interior, muchas veces se les ha comparado con los peronistas en ese sentido, pero con una gran diferencia, ya que los demócratas no se disciplinan de igual modo a los argentinos, después de una elección, ni ganando ni perdiendo.
Las derrotas ante Donald Trump han llevado al partido a su confusión actual; hoy, profundamente divididos, tanto a nivel local como del Comité Nacional, sin propuestas como tampoco sin que aparezcan nombres con capacidad de convocatoria, causa y al mismo tiempo, consecuencia de la falta de liderazgos, ni nuevos ni antiguos que parezcan aceptables para la mayoría.
Es esto lo que ha estallado en la primaria de Nueva York, algo bastante más profundo que una renovación generacional, desde el momento que con mayores posibilidades futuras aparece un sector que ha ido en constante crecimiento, que se inició modestamente como el “squad” (o equipo), grupo que de 4 integrantes originales en la Cámara aumentó a 20, con características muy sobre el centrismo habitual, expresándose en una fuerte radicalización, y que marca tendencia cuando Sanders con buena convocatoria masiva está recorriendo el país proclamando a Alexandria Ocasio-Cortés como la futura lideresa del partido, grupo al que Mamdani radicaliza aún más en sus propuestas, pareciendo apostar al doble o nada, y siguiendo una constante de otros países, ya que en condiciones de polarización, es el sector más extremo el que se potencia más, después de una derrota.
En el ascenso de un virtual desconocido no llamó tanto la atención que haya derrotado a Andrew Cuomo, exgobernador, hijo de otro, quien se viera obligado a renunciar hace un par de años, como consecuencia de acusaciones de acoso sexual. El ganador apareció sin esa pesada mochila, y fue electo por sus propuestas, que, en caso de ser ratificadas en noviembre, lo transformaría en la autoridad electa más radical de la historia del país.
En efecto, Zohran Mamdani, 33 años, asambleísta, nacido en Uganda, partidario del islam político, de padres inmigrantes e intelectuales de buen pasar, ciudadano estadounidense desde hace solo 7 años. Lo sorprendente fueron las propuestas que le permitieron ganar en forma limpia y por amplia diferencia sobre Cuomo y los otros candidatos. Las propuestas incluyen gratuidad en el transporte público, guarderías también gratuitas para toda madre que lo necesite para sus hijos, congelar todos los arriendos de vivienda, la construcción inmediata de 200.000 nuevas viviendas a precios subsidiados, reducción del presupuesto policial, y reemplazar a los policías por trabajadores sociales como los primeros que responden a denuncias de violencia o delito. También se propone la creación de una red de negocios y supermercados de propiedad municipal para abastecer a la población de todo lo esencial, como también la elevación del salario mínimo a US$ 30 la hora, a todo nivel, desde grandes hasta pequeños negocios. Por cierto, muchas de estas medidas no dependen de un alcalde, necesitan del ejecutivo y del legislativo, como también propone financiarlas con un fuerte incremento de los impuestos.
Estas propuestas no son algo menor, toda vez que lo habitual es que en la ciudad de Nueva York ganen los demócratas, tanto que en el último siglo son pocos los que han sido electos sin ser demócratas, y en cada caso, fruto de una situación de deterioro como las que condujeron a las victorias de Rudy Giuliani (1994-2001) y Fiorello La Guardia (1934-45), por lo que la verdadera definición se hace en las primarias.
Además de las propuestas, lo segundo llamativo en la victoria de Mamdani, fue saber quiénes habían votado por él, y lo hicieron, fundamentalmente jóvenes, y votantes blancos de buena situación económica, perdiendo con amplitud en los distritos minoritarios, afroamericanos y latinos.
Por cierto, influyó un curioso sistema electoral, propio de Nueva York, donde quienes acuden a votar, lo hacen hasta por cinco personas, de acuerdo al nivel de preferencia que se les asigna en forma decreciente, pero por sobre todo, es expresión de cambios más profundos en el comportamiento electoral como también de lo que he llamado la latinoamericanización de la política estadounidense, es decir, fuerte polarización, división cultural del país con visiones contrapuestas del pasado y del futuro, imposibilidad de llegar a acuerdos y consensos, predominio de narrativas sobre los hechos, y fuerte radicalización en ambos partidos, donde mucho cambió EEUU por Trump, pero quizás aún más combatiéndolo, con sectores antidemocráticos minoritarios en ambos lados.
Una buena muestra de la calidad actual de la política, hoy en EEUU, es que la primaria la ganaron propuestas que no solo han fracasado en todo lugar del mundo donde han sido ensayadas, sino que, como parte de esa latinoamericanización, recuerdan tanto al chavismo como a los Kirchner, además que por las posiciones y opiniones del ganador, mucho temor se ha extendido en la comunidad de exiliados iraníes que se siente amenazada por su radicalismo como también por las descalificaciones a Israel en la comunidad judía, desde el momento que Nueva York es la segunda área metropolitana con más población judía en el mundo.
En todo caso, esa mayoría que prefirió a Mamdani ratifica el cambio de los demócratas, ya que dejaron de ser el partido tradicional de trabajadores e inmigrantes de primera generación, para expresar más bien una base social y demográfica proveniente de las grandes ciudades, de votantes con grado universitario. En ese sentido, los republicanos bajo Trump han tenido un cambio social también notorio, pero en sentido contrario, disminuyendo la participación de los hombres blancos, y aumentando la de las minorías india-hindú, afroamericana y latina como también de mujeres y trabajadores, acercándose más hoy a lo que es EEUU que hace una década.
Lo de Mamdani es también una ratificación que el proceso interno de los demócratas que más que al centro, parece apuntar a una competencia interna de quién está más a la izquierda, ya que este triunfo deja atrás a Sanders y al squad. Quizás lo que se vive hoy refleja una repetición de lo que significó el triunfo de Richard Nixon en 1968, el cual aumentó una presencia muy pública de ultraliberales, a veces cercanos al socialismo, lo que los hizo seguros candidatos a la derrota en el EE. UU. de aquel entonces, y cuya expresión fue la fuerte derrota que sufrieron con George McGovern en 1972.
La respuesta del liderazgo del partido fue concluir que candidatos de este tipo hacían imposible que el partido se moviera al centro para poder triunfar, por lo que se adoptó un sistema poco democrático para las convenciones partidarias que nombraban al candidato, al agregarse una cantidad de personas que no eran electas sino designadas por sus trayectorias pasadas, y que en una cantidad superior a mil podían decidir al ganador. Se les llamó los “superdelegados”.
Y algo de eso ha estado presente en las maneras poco elegantes que fue bajado Sanders cuando amenazó ser rival con posibilidades de triunfo contra Hillary y Biden, y que Sanders entendió a medida que sus posibilidades hicieron mermar el apoyo económico de la llamada bancada de millonarios que tanta influencia tienen en ambos partidos. Quizás, por eso, tampoco se hizo una mini primaria después de bajar a Biden en 2024, y que hasta hoy lo resiente, además que se impuso el nombre de Kamala Harris, por lo mismo, con legitimidad deteriorada.
Hoy, quizás lo de NY es una indicación de lo que está pasando, donde no se debe subestimar a Mamdani, quien superó obstáculos y quizás no ha tocado techo, sobre todo, si sus rivales son el actual alcalde Eric Adams, con acusaciones que le hacen ser candidato menor, y quizás si Cuomo decide competir también como independiente, estaría violando el compromiso adquirido en la primaria donde fue derrotado, además de dar la idea que las elecciones se respetan solo si yo gano.
Lo cierto es que este proceso de izquierdización no empezó ahora, sino que estuvo presente con Obama y Biden, y que el gran dinero demócrata, que ha superado desde entonces al de los republicanos, proviene fundamentalmente de las grandes empresas tecnológicas, junto a los aportes de ese donante histórico que fue George Soros y su Fundación Open Society, y que ha terminado estimulando los tres antis, anticapitalismo, anti-América (por EE. UU.) y antisemita, con lo que también se está deshaciendo la coalición histórica demócrata, la llamada coalición arcoíris, por su diversidad, y que le permitía ganar elecciones, hasta convertirse en una especie de partido “natural” de gobierno.
Dados los cambios mencionados, no me sorprendió el ganador de la primaria de NY, y me cuento entre quienes anticiparon su triunfo, ya que dentro de esta latinoamericanización de la política estadounidense, su ascenso sintonizó muy bien con votantes jóvenes, cansados de no poder pagar el arriendo, tal como Trump había acertado con la inflación. En Nueva York, los demócratas aparecen hoy sintonizando con jóvenes blancos y wokistas que no saben lo que pasó con políticas de gratuidad, no solo en Venezuela sino también en Alemania Oriental, y que se entusiasmaron con alguien que dice que va a entregar—pueda o no—todo gratis y que además no tiene detrás las acusaciones de corrupción de sus rivales, un candidato que divide el mundo en buenos y malos.
No me sorprende lo que ocurre con los demócratas, y ya he relatado lo que me pasó hace 6 años al radicarme en EEUU donde quise vincularme, pero me alejé con rapidez al darme cuenta de que el partido mezcla de socialdemócrata y liberal ya no existía y había dado paso al wokismo progresista, con una gran sorpresa adicional, un insospechado componente de antisemitismo.

¿Habrá reacción a su interior? Desearía, por lo que indicaba al inicio, la importancia para una democracia sana, de la alternancia. Me gustaría, pero tengo mis dudas. De partida, hay un problema de fondo, ya que en el Congreso, una rápida revisión me muestra que no más del 5% de los asientos están siempre en disputa, y el resto, solo ocasionalmente, ya que en la práctica los frecuentes arreglos distritales, de lado y lado, han producido demasiadas elecciones poco competitivas fuera de la presidencial, sistemas cuasi de partido único, lo que es malo en todas partes, sea autocracia o democracia, pero sobre todo en esta última, ya que al igual que lo que dice Carlos Sánchez Berzaín de las llamadas dictaduras electoralistas, donde el efecto es que se vota pero no se elige, lo mismo ocurre en democracia cuando se dan situaciones de poca alternancia en el poder, como son ejemplo para los demócratas los estados de Nueva York y California o Montana o Utah para los republicanos, con lo que más que servir el día del sufragio general, la verdadera elección ha tenido lugar en las primarias.
No puedo sino recordar la vez que viajé hace muchos años a Hermosillo, Sonora en México, y mucho me sorprendí en mi ignorancia adolescente, que había una ciudad paralizada en huelga, porque no querían que en la época de la “dictadura perfecta”, el PRI nombrara candidato a cierta persona, y no pude entender qué razón tenían, ya que, a falta de una elección competitiva, el resultado ya se sabía.
EEUU no es México, pero ¿reaccionará el partido Demócrata? Tengo mis dudas, teniendo como ejemplo lo que ha ocurrido con los judíos, ya que el voto de ellos a favor de los demócratas se ha seguido manteniendo a pesar del surgimiento de una corriente, antes inexistente, antisraelí a su interior. En esta situación no vi reacción al nivel del problema, ni siquiera de los muchos congresistas judíos a su interior, y si existió fue algo individual y no colectivo, ya que nunca confrontaron de verdad a ese grupo de mujeres que, en el squad hicieron gala de su antisemitismo. Tampoco lo hizo, al menos públicamente, la comunidad judía ni sus dirigentes como tampoco se notó en el aporte económico.
Las consecuencias se han visto, el tumor ha crecido y ahora en Nueva York hace metástasis. Me recuerda un poco lo que vi en Chile entre los dirigentes comunitarios, que terminó con un antisemita probado como Boric en La Moneda.
Por lo demostrado ante la ola de judeofobia en las universidades, donde pudieron haber hecho más de lo que hicieron, si la comunidad judía no reacciona en Nueva York ¿Dónde entonces?
Mientras tanto, para adquirir la posibilidad de ser alternativa, los demócratas deben curarse de esa especie de síndrome de Trump en que caen y trabajar en propuestas que hoy no existen y lo que ha pasado en NY, aunque triunfe Mamdani, les juega en sentido contrario.
Máster y PhD en Ciencia Política (Essex U), Licenciado en Derecho (U. Barcelona), Abogado (U. de Chile), excandidato presidencial (Chile. 2013)