Hace 65 años, Psicosis, dirigida por Alfred Hitchcock y estrenada en 1960, transformó la historia del cine de terror con una secuencia que redefinió la manera en que el público experimenta el miedo: la escena de la ducha, marcada por la inconfundible partitura de Bernard Herrmann.
Este fragmento, protagonizado por Janet Leigh y Anthony Perkins, quedó grabado en la memoria colectiva por su violencia inesperada y por el efecto demoledor de la música. Los “violines chillones” y los “golpes de bajo que simulan un latido vacilante” —como apuntó BBC— despojaron de inocencia un espacio cotidiano como la ducha y consolidaron un antes y un después en el cine y la música de terror.
La decisión de Herrmann de emplear solo cuerdas, sin vientos ni percusión, resultó fundamental. Al retirar las sordinas en el momento clave, la orquesta logró un sonido animalístico que intensificó la angustia, asociando simbólicamente al personaje de Norman Bates con el mundo animal y la depredación.

Para Rachel Zeffira, compositora y seguidora de la partitura, la música representa “las voces en el fondo de tu cabeza” y se convierte en un elemento central de la experiencia cinematográfica, dotando de entidad propia al terror y la vulnerabilidad.
La colaboración entre Alfred y Bernard se caracterizó por la creatividad y la tensión. Aunque el director originalmente rechazó la idea de incluir música en la escena de la ducha, el compositor insistió en mostrarle el efecto de su partitura.
Al escucharla, Hitchcock reconoció su valor de inmediato, ejemplificando el intenso intercambio creativo que mantuvieron a lo largo de seis producciones. Steve C Smith, biógrafo de Herrmann, destaca en entrevista con BBC que el compositor revitalizó al director y ayudó a moldear una película cuya crudeza generó dudas entre sus colegas.

La música de Herrmann amplificó el terror, suscitando empatía hacia Norman Bates. Zeffira subraya que la partitura transmite “desolación y ansiedad”, lo que impulsa al público a sentir compasión, incluso por el asesino.
El músico se tomaba el tiempo de leer la novela original antes de componer, buscando siempre profundidad y comprensión psicológica. Smith define su enfoque como “sonido en blanco y negro”, perfectamente integrado a la fotografía de la película.
Nacido en Nueva York en 1911 en una familia ruso-judía, Herrmann vivió entre la literatura y la música, inclinándose finalmente por esta última.
Su primer gran logro llegó en la radio junto a Orson Welles y la legendaria transmisión de La guerra de los mundos, experiencia que le enseñó a manipular magistralmente el silencio y el sonido, capacidades que aplicó después en partituras como la de El ciudadano Kane (1941).

El impacto de Psicosis trascendió el cine de terror e inspiró a músicos y cineastas de distintas generaciones y géneros. George Martin tomó la atmósfera de la partitura del compositor para el arreglo de cuerdas de “Eleanor Rigby” de The Beatles, mientras John Williams se inspiró en los bajos amenazantes para componer el tema de “Jaws”. Artistas como Busta Rhymes han sampleado la emblemática música, y para Michael Vincent Waller, la influencia de Herrmann persiste siempre que la música asume un papel narrativo propio en el cine.
El éxito comercial de Psicosis fue rotundo, con una recaudación de USD 32 millones frente a un bajo presupuesto, según BBC. La relación profesional entre Hitchcock y Herrmann se disolvió en la producción de Cortina rasgada por diferencias creativas. Aun así, Herrmann siguió innovando hasta su trabajo final con Martin Scorsese en Taxi Driver (1976), donde recurrió al saxofón y citó el tema de Psicosis en la secuencia final.

De todas sus obras, la partitura de Psicosis fue una de las pocas que Herrmann regrabó personalmente, un testimonio de su propio orgullo.
A 65 años del estreno de Psicosis, la huella de Herrmann sigue palpitando en el cine moderno, recordando a cada generación el poder de la música para transformar la experiencia cinematográfica.