
La amenaza de redadas migratorias en escuelas está generando un fuerte incremento en el ausentismo escolar entre estudiantes latinos en diversos estados de Estados Unidos.
Investigadores, docentes y asociaciones educativas advierten sobre consecuencias graves no solo en el rendimiento académico, sino también en la salud mental y los recursos de las propias escuelas.
La situación se agrava con el inicio de un nuevo ciclo escolar, cuando para muchas familias de estatus migratorio mixto las preocupaciones habituales sobre útiles y rutinas se ven superadas por el miedo a enviar a sus hijos a clases.
Oreana, madre venezolana de cuatro niños matriculados en escuelas de Phoenix, Arizona, expuso a NBC News el clima de incertidumbre: “he escuchado a muchas personas preguntarse qué hacer, si llevarlos o no, y todo por estos temores”.

La inquietud ha crecido especialmente tras la decisión del gobierno de Donald Trump de eliminar la protección que convertía a escuelas, iglesias y hospitales en lugares “sensibles” para la acción de las autoridades migratorias.
Hasta enero, las acciones por parte de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) en estos espacios estaban restringidas. Sin embargo, la administración nacional defendió que las redadas en escuelas no son habituales, aunque “una acción migratoria cerca de una escuela depende de cada caso”, afirmó el ICE a NBC News.
El impacto se refleja directamente en las cifras. Un estudio publicado por Thomas S. Dee, especialista en la Escuela de Educación de la Universidad de Stanford, señaló que recientes operativos migratorios coincidieron con un aumento de 22% en las ausencias diarias de estudiantes en el Valle Central de California, una zona agrícola con gran cantidad de familias inmigrantes.
“Observamos un incremento abrupto en las ausencias al iniciar las redadas, muy distinto a los patrones habituales del año escolar”, señaló Dee en entrevista con Noticias Telemundo. El efecto resultó especialmente pronunciado entre estudiantes de preescolar y primaria, que suelen acudir acompañados por sus padres.

El fenómeno trasciende California. Distritos escolares en Washington y Illinois experimentaron patrones similares. En el distrito Highline, en las afueras de Seattle, la ausencia crónica —faltar a más del 10% de las clases— subió a 48% en el ciclo que terminó en julio, revirtiendo las mejoras alcanzadas anteriormente. En Chicago, los educadores de secundaria detectaron una caída del 20% en la asistencia, en comparación con el año previo.
Según datos de la Junta Estatal de Educación de Illinois, en 2024 los estudiantes hispanos registraron la segunda tasa más alta de ausentismo crónico, con 33%, frente a 26% del promedio general.
Los motivos exceden el temor a redadas: trabajo desde edades tempranas, temas de salud y responsabilidades familiares habitualmente explican la vulnerabilidad de muchos adolescentes latinos ante el ausentismo.
Los expertos subrayan que el contexto resulta aún más complejo tras la pandemia de Covid-19, que amplificó las dificultades educativas. “Vivimos un ambiente de pérdidas históricas en el desempeño escolar, con aumentos sostenidos en el ausentismo, y un auge en trastornos de salud mental”, explicó Dee. “Las redadas migratorias solo añaden dificultades a la ya compleja tarea de recuperación académica”.

El daño rebasa lo pedagógico. La Asociación Nacional de Directores de Secundaria (NASSP) indicó mediante correo que “estas ausencias extensas no solo provocan bajo desempeño, a menudo llevan al abandono escolar. Las consecuencias de no finalizar la secundaria son profundas”. Quienes abandonan los estudios perciben ingresos notablemente inferiores.
El ausentismo genera también efectos negativos en toda la comunidad escolar. “La asistencia regular es uno de los mejores predictores del éxito y bienestar a largo plazo”, sostuvo Josh Sharfstein, de la Facultad de Medicina Johns Hopkins, en una conferencia reciente. “Las ausencias escolares pueden acarrear trastornos de ansiedad y dañar el desarrollo emocional e intelectual”.
Ante la magnitud del problema, grupos como Attendance Works lanzaron campañas para considerar el ausentismo escolar como un problema de salud pública. “Cuando varios estudiantes faltan de forma crónica, el ambiente en el aula se resiente y se dificultan tanto la labor docente como la integración entre estudiantes”, apuntó Hedy Chang, directora ejecutiva del grupo.
En zonas como California, la asistencia regular de los alumnos tiene implicancias económicas, ya que el financiamiento estatal depende, en parte, del promedio de asistencia diaria. “Eso implica consecuencias económicas negativas para las comunidades y la viabilidad de los distritos”, aseguró Dee.

Además, la repetición de faltas puede derivar en la citación del estudiante a tribunales de absentismo, donde enfrentan desde multas hasta reclusión juvenil. Según investigaciones, jóvenes latinos, afroamericanos e indígenas son enviados con más frecuencia a estos tribunales que los estudiantes blancos no hispanos, pues sus inasistencias suelen clasificarse como “injustificadas”.
Diversos distritos han puesto en marcha estrategias para mitigar el ausentismo. “Familias, escuelas y aliados comunitarios pueden tomar medidas para mejorar la asistencia”, explicó Chang. Contactar a figuras de confianza para las familias o mantener comunicación directa, como llamadas a los hogares, han permitido reducir la deserción.
Dee mencionó que, en algunos distritos, se ha recurrido al aprendizaje virtual para estudiantes que no pueden asistir. Igualmente, se exploran nuevas campañas para que los padres comuniquen contactos de emergencia ante eventuales deportaciones.
Tove Tupper, gerente de comunicaciones en el distrito de Highline, reafirmó que la prioridad sigue siendo “proteger los derechos y la dignidad de todos los estudiantes”, garantizando el derecho a la educación pública independientemente del estatus migratorio.