LA HABANA — En Cuba, ser anciano se ha convertido en sinónimo de subsistencia. Con pensiones que no alcanzan ni para cubrir la alimentación básica, miles de adultos mayores enfrentan cada día una batalla desigual contra la pobreza, la soledad y el olvido estatal, en uno de los países más envejecidos de América Latina.
Isidro Manuet, de 73 años, instala cada mañana su improvisado puesto en la calle Galiano, en el corazón de La Habana. “Sobrevivo, porque esto es para comer, para nada más”, dice con resignación mientras vende lo poco que tiene. Como él, muchos adultos mayores intentan salir adelante vendiendo café, cigarrillos o ropa usada, ante el colapso del sistema de pensiones.
Más del 25% de los 9,7 millones de habitantes de la isla superaban los 60 años al cierre de 2024, según datos oficiales. De ellos, cerca del 40% percibe una pensión mínima que, a tasa oficial, equivale a 13 dólares mensuales, pero en la práctica apenas representa cuatro dólares en el mercado informal que regula los precios reales en el país.
Pobreza- Cuba
Un anciano vende objetos y pertenencias en una calle de La Habana, el 3 de junio de 2025. En Cuba, uno de los países más envejecidos de Latinoamérica, las personas mayores que reciben pensiones mínimas intentan sobrellevar la grave crisis económica, y muchas de ellas recurren a la venta ambulante de café, cigarrillos o artículos de segunda mano.
Foto de YAMIL LAGE / AFP
"Sin apoyo familiar"
Antonia Diez, de 70 años, también recurre al comercio informal. “Nos buscamos la vida con esto porque la cosa está mala”, asegura. Con 1.540 pesos de jubilación, apenas puede comprar una docena de huevos. Su realidad, como la de tantos otros, se agravó con la salida masiva de jóvenes desde 2022, cuando Cuba vivió su mayor éxodo migratorio. Muchos ancianos quedaron sin apoyo familiar, expuestos a la indigencia.
La situación se complica por el colapso de la asistencia social. “Hace rato que no mandan nada”, lamentó Diez, quien antes recibía alimentos del régimen. Ni siquiera el sistema de racionamiento, base del modelo cubano por décadas, garantiza el acceso regular a productos básicos.
Lucy Pérez, de 72 años y jubilada como economista tras 36 años de servicio, resume el sentir de una generación abandonada: “No tengo nada, mi casa se está cayendo (...) la situación es precaria y sin futuro”. Su pensión de 1.600 pesos le impide subsistir sin ayuda externa.
Algunos, como Eva Suárez (78), dependen de los comedores sociales. En “Las Margaritas”, un centro del Sistema de Atención a la Familia (SAF) en La Habana Vieja, puede comprar un plato de comida por 13 pesos. “Es la única alternativa que tengo”, comenta. De los casi 3 millones de adultos mayores en la isla, apenas 68.000 acceden a estos comedores, según datos oficiales.
El desamparo que enfrentan los adultos mayores en Cuba es reflejo de una crisis estructural que ha deteriorado la calidad de vida en todos los niveles. Con el Estado incapaz de garantizar alimentos, medicinas o electricidad de manera estable, envejecer en Cuba dejó de ser una etapa de descanso para convertirse en una lucha diaria por sobrevivir.
FUENTE: Con información de AFP