Erika Lust, la mujer que rompió los estereotipos del porno y armó una plataforma de educación sexual para adolescentes

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La sueca Erika Lust revistaLa sueca Erika Lust revista parte del material audiovisual de una de sus películas

En las oficinas de la productora de cine de Erika Lust en Barcelona la palabra “placer” es parte estructural del horario laboral. Allí, entre paredes cubiertas de ilustraciones eróticas y estanterías con libros de cine, Erika Lust accedió a responder una serie de preguntas por escrito para Infobae.

La cineasta sueca redefinió la pornografía independiente y convirtió su nombre en marca y trinchera dentro de un universo dominado por la mirada masculina, desmontando el dogma del porno “mainstream” para erigir un altar a la diversidad, la privacidad y la autenticidad sexual femenina.

El porno de Lust reside en las escenas donde las mujeres —personajes plenos, con deseo, humor y agencia— exploran sus cuerpos y sus límites.

En los despachos de Erika Lust Films, los días empiezan con la promesa de un descanso inusual de unos treinta minutos diarios dedicados al autoplacer. “No existe nada más perjudicial en el trabajo que el estrés, y la pandemia nos estaba pasando factura”, recuerda en una nota publicada ese año en un sitio de Estados Unidos. Fue durante el denominado Mes de la Masturbación, en 2021, cuando la productora introdujo esta política permanente que hoy ya celebra cuatro años.

En sus películas, incluso los encuadres importan. Mujeres de diferentes formas, colores de piel y orientaciones exploran el goce sin cortes abruptos ni filtros artificiales.

La atmósfera de sus sets huye del estereotipo. No hay acritud ni frialdad en el trabajo diario. Lo que domina es la convicción de que el placer —femenino, masculino o no binario— puede ser común y celebrado.

- ¿Cómo era el cine porno cuando vos arrancaste a trabajar hace más de 20 años?

- Cuando empecé, la mayoría del contenido que existía estaba producido desde una lógica industrial, centrada casi exclusivamente en el placer masculino, con estéticas repetitivas, estereotipadas y, muchas veces, deshumanizantes. El guion era casi siempre el mismo, los cuerpos hegemónicos, la emoción, la conexión, la intimidad, el consentimiento no eran visibles. La realidad es que hace 20 años atrás no había demasiadas alternativas si querías ver otras representaciones, más reales y plural, del sexo. Fue justamente esa falta de variedad y diversidad lo que me impulsó a empezar a crear y empezar ERIKALUST.

- ¿Qué categorías eran las más populares?

- Eran siempre las mismas: heterosexuales, centradas en el sexo explícito rápido, con roles de género muy rígidos y muy poco espacio para el deseo femenino, queer o no normativo. Todo estaba pensado desde una mirada masculina: el punto de vista, el ritmo, la narrativa visual dominaba la escena, pero casi nunca se mostraba la conexión emocional. La diversidad era casi inexistente, y muchas veces lo que se ofrecía como “variedad” era, en realidad, una forma de fetichización o exotización. Pienso que antes había menos categorías porque había menos formas aceptadas de desear. Hoy en día, aunque todavía falta muchísimo, existen más alternativas que muestran otras formas de vivir y experimentar la sexualidad, y con eso empiezan a aparecer nuevas categorías como un reflejo de conversaciones más abiertas y plurales.

- ¿Había cine porno para mujeres?

- La realidad es que no existían muchos espacios donde estas propuestas tuvieran visibilidad o fueran tomadas en serio. Había algunas creadoras que empezaban a proponer otras miradas, pero en ese momento eran muy pocas, y sus trabajos estaban lejos del circuito dominante.Cuando era joven, era muy difícil encontrar películas o relatos visuales donde el deseo femenino estuviera presente. Nuestros cuerpos y deseos no aparecían como centro de la historia porque tampoco éramos quienes escribían esas historias.En algún punto, frente a esa ausencia, solo quedaban tres opciones: alejarse del género, acostumbrarse a lo que había, o empezar a imaginar otras formas posibles. En mi caso, esa búsqueda fue lo que me llevó a filmar The Good Girl como proyecto de clase en la universidad. Sabía que quería contar una historia en la que el placer de una mujer sea el punto de partida para abrir nuevas conversaciones.

- ¿Qué te motivó a hacer tu primera película porno?

El deseo de transformar algo. Después de ver mucho porno que no me representaba, decidí que en lugar de seguir criticándolo desde afuera, quería crear una alternativa. Usar el lenguaje del cine para contar historias eróticas con emoción, con estética y humanidad. Fue un acto de rebeldía, pero también de creación. Quería mostrar que otra forma de hacer entretenimiento para adultos era posible.

- ¿Qué diferencias hay entre esa primera producción y la última?

¡Muchísimas! La primera fue una experiencia muy intuitiva, con pocos recursos pero mucha convicción. Sentía una necesidad profunda de demostrar que era posible contar historias de deseo y placer desde otro lugar: más emocional, ética y honesta de representar el sexo. También quería romper con los estereotipos visuales. Mostrar que una escena erótica podía tener una composición cuidada, una estética pensada, con intención artística, música y sonido que acompañaran el momento y lo hicieran “vibrar”. Con el tiempo, fui desarrollando un lenguaje propio y formando un equipo que comparte mis valores y mis inquietudes. Entendimos que sí existía un público para este tipo de contenido, y que eran muchas personas que buscaban alternativas más diversas, éticas, conscientes y comprometidas.Hoy, una gran diferencia es que contamos con procesos mucho más claros en el set, con más diálogo y más escucha hacia los performers. Por ejemplo, trabajamos con Coordinadoras de Intimidad en cada producción, una figura que acompaña de forma activa tanto a quienes están frente a cámara como a quienes están detrás, cuidando no solo el aspecto técnico sino también el emocional. En nuestras producciones venimos integrando esta figura como parte de nuestra ética de trabajo desde los comienzos, pero es interesante ver cómo, tras el movimiento MeToo, esta figura empezó a ganar visibilidad en el cine convencional. Esta forma de hacer las cosas no solo marca una evolución para nuestro equipo, sino que también señala un camino posible para toda una industria que necesita avanzar hacia modelos más inclusivos, más humanos y más responsables.

"Con el tiempo, fui desarrollando"Con el tiempo, fui desarrollando un lenguaje propio y formando un equipo que comparte mis valores y mis inquietudes", cuenta Erika

- ¿Cómo definirías el porno ético y el porno feminista?

El porno ético es aquel que cuida a quienes lo hacen: prioriza el consentimiento, los límites, el bienestar físico y emocional de todos los involucrados (dentro y fuera de cámara), que trabaja con contratos claros e incluye pagos justos y que no esconde lo que sucede detrás de cámara. Además, cuestiona los estereotipos del placer y se centra en el deseo femenino, queer, no normativo. Es una forma de mirar el sexo desde otro lugar: más libre, más plural, y más político también. El porno ético y feminista, en definitiva, es una invitación a pensar el deseo como algo que se puede narrar con honestidad, con cuidado y con belleza, porque el placer es un lenguaje que no solo merece ser vivido, también merece ser contado con respeto, sensibilidad, profundidad y con narrativas a la altura de lo que representa.

¿Cómo es tu relación con los actores y actrices?

Siempre busco que la relación con los performers sea cercana, respetuosa y basada en el diálogo, porque es fundamental que quienes están frente a cámara se sientan cómodos, escuchados y, por sobre todo, seguros. Hablamos mucho antes de cada rodaje: definimos límites, preferencias, deseos, y también nos damos el tiempo de conocernos, de construir confianza. Además, trabajamos activamente para que también exista una buena conexión entre los propios performers, fomentando un ambiente de respeto y bienestar mutuo. Esto mejora la experiencia en el set y se refleja en lo que sucede frente a cámara: la química, la emoción y la conexión se vuelven visibles y eso se transmite.No trabajamos desde la urgencia ni desde la lógica de producir por producir. Muchas veces, las escenas se hacen siguiendo fórmulas repetidas, sin espacio para el vínculo real entre las personas, generando contenido rápido para alimentar una demanda constante, pero en ese proceso, se pierde la conexión. En definitiva, esa comunicación es la base para que una escena funcione: tanto desde mi lugar como directora, pensando en cómo contar esa historia desde lo visual y lo emocional, como desde el lugar de los performers, que pueden dejar que el deseo y el placer fluyan de forma auténtica y no forzada. Se trata de crear un espacio donde cada persona pueda habitar su deseo con libertad, sin miedo ni tabúes.

- ¿Qué tipo de público mira tu porno?

Es un público muy diverso, y eso es algo que me emociona y me impulsa a seguir creando y desafiándonos desde ERIKALUST. Hay muchas mujeres que se acercan a nuestro cine buscando una experiencia donde el placer no esté ligado a la culpa ni al prejuicio. Personas queer que encuentran representaciones que no los excluye ni los exotizan; parejas que nos escriben contándonos que mirar nuestras películas juntos fue una forma de reconectar, de abrir conversaciones que antes no sabían cómo empezar… y sí, también hay muchos hombres! De hecho, alrededor del 60% de nuestros suscriptores se identifican como hombres. Este dato creo que es valioso porque rompe un prejuicio muy instalado: que el porno ético o feminista es solo “para mujeres”. Muchos de esos hombres están cansados del porno producido en masa. Buscan algo más real, más humano. Algo que los saque del piloto automático del consumo y los acerque a una experiencia más consciente del deseo.Y creo que ahí está lo más potente: independientemente de cómo se identifiquen, quienes eligen mirar lo que hacemos tienen en común una búsqueda. Una necesidad de ver algo que los excite, pero también que los emocione, que los incomode en el buen sentido, que los haga pensar. Porque ver porno no debería ser lo opuesto a sentir, y eso es lo que intentamos cambiar.

- ¿Cuáles son tus límites cuando filmas?

Mi principal límite es el respeto: lo que implique violencia no consensuada, abuso, humillación, explotación o cualquier dinámica que refuerce relaciones de poder desde un lugar dañino no tiene espacio en mis producciones. Eso no quiere decir que el sexo que mostramos sea suave o “light”. Puede ser intenso, complejo, contradictorio. El erotismo no tiene por qué ser cómodo, pero sí tiene que ser claro, consensuado, honesto. En ERIKALUST nos interesa trabajar desde el cuidado, la escucha y la empatía; el consentimiento es esencial y debe sostenerse durante toda la experiencia.

- ¿Qué es el proyecto The Porn Conversation? ¿Cómo ves el vínculo de los y las adolescentes con el porno? porno y adolescencia?

El porno puede despertar curiosidad, y eso está bien. El riesgo es qué lugar ocupa cuando aparece antes que cualquier otro tipo de conversación real sobre sexualidad, siendo la primera, y muchas veces la única, fuente de información. La relación entre adolescentes y pornografía existe, y negar eso no ayuda. Es natural que tengan interés, curiosidad, dudas, y que comiencen un despertar sexual experimentando el deseo. Cuando aparecen ciertos contenidos antes de haber tenido una sola conversación real sobre sexualidad, surgen las confusiones y expectativas distorsionadas sobre el cuerpo, el consentimiento, el placer. Creo que no se trata de prohibir el acceso, sino de acompañar a los adolescentes con herramientas, información confiable, y espacios donde puedan hacer preguntas sin vergüenza. Enseñarles a ser críticos con lo que ven, a saber quién lo produce, a reconocer cuándo algo es parte de la actuación, cuándo hay cuidado y cuándo no. Eso también es educación sexual. Frente a ese panorama, desde ERIKALUST creamos The Porn Conversation, una plataforma gratuita para abrir el diálogo sobre sexualidad, placer y pornografía con jóvenes, madres, padres y educadores. Diseñamos recursos que invitan a reflexionar, a hablar, a entender lo que se ve y ayudan a pensar qué es ficción, qué es ético, qué se puede cuestionar. El contenido está organizado por franjas etarias, adaptado a distintas edades y contextos, y busca ofrecer materiales concretos para poder arrancar estas conversaciones.No podemos ignorar que la pornografía está presente en el mundo digital de los adolescentes, pero nuestro rol no es censurar, sino estar disponibles para conversar, escuchar y ayudar a construir una mirada más libre, crítica y humana sobre el deseo.

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