
La decisión de eliminar la moneda de un centavo en Estados Unidos marca el cierre de un capítulo en la historia monetaria del país, con raíces que datan del siglo XVIII. Fue en febrero cuando el gobierno federal instruyó al Departamento del Tesoro a detener la producción del centavo, buscando un ahorro significativo en los costos asociados a su fabricación. La U.S. Mint (Casa de la Moneda de Estados Unidos) cesará la producción una vez que se agoten las plantillas necesarias para acuñar las monedas, proyectando este cambio para inicios del próximo año.
El costo de producir cada centavo ha ido en aumento considerablemente durante los últimos años. Mientras que al inicio de la última década costaba 1.3 centavos acuñar cada moneda de un centavo, en el año fiscal 2024 el costo escaló a 3.69 centavos por unidad. Este incremento en los costos ha llevado al gobierno a perder más de 85 millones de dólares solo en el último año, debido a la producción de tres mil millones de estas monedas. Con la suspensión de su producción, se espera que el ahorro anual alcanzado ronde los 56 millones de dólares, de acuerdo con el informe del Tesoro citado por The Wall Street Journal.
Por otro lado, el impacto sobre los consumidores y el comercio es algo que aún está por verse. A medida que las monedas de un centavo desaparezcan de las transacciones cotidianas, los comercios deberán comenzar a redondear los precios al centavo más cercano. Esto plantea un nuevo desafío para aquellos que dependen del uso de efectivo, especialmente en transacciones pequeñas. The Wall Street Journal informa que hasta un 16% de todos los pagos en Estados Unidos todavía se realizan en efectivo, con un uso más pronunciado entre las poblaciones de menores ingresos y personas mayores.

Desde su concepción en 1792, el centavo ha experimentado una serie de transformaciones, tanto en su diseño como en su composición química. Inicialmente fabricado con cobre puro, hoy es una aleación de zinc y cobre, según The Wall Street Journal. A lo largo de los siglos, ha permanecido como un símbolo del ahorro americano, recordado en refranes antiguos como “un centavo ahorrado es un centavo ganado”.
Fabricar un centavo de dólar es un proceso que se ha vuelto insostenible desde el punto de vista económico. El Tesoro de Estados Unidos ha señalado que mantener la producción de estas monedas resultaba en pérdidas año tras año, principalmente debido a los incrementos en los costos de los materiales necesarios para su fabricación. Con un costo de producción que supera ampliamente el valor nominal de la moneda, el gobierno ha considerado esta medida como una táctica para eliminar el desperdicio fiscal.
Con la desaparición del centavo, se anticipan ajustes en las políticas de precios de muchos comercios. Como señala el Wall Street Journal, las transacciones en efectivo comenzarán a redondearse a la cifra más cercana divisible por cinco, lo que podría llevar a un pequeño porcentaje de inflación en las compras diarias. Los pagos digitales, sin embargo, continuarán permitiendo el cálculo exacto de los precios, lo cual supone un alivio para quienes han adoptado ampliamente las transacciones electrónicas.

La influencia del centavo trasciende el ámbito económico, llegando a ser un elemento emblemático dentro de la moda y cultura estadounidense. Uno de los ejemplos más icónicos es el del penny loafer, un tipo de zapato que se adorna tradicionalmente con una moneda de un centavo en la correa superior. Con los cambios en puerta, algunas personas han sugerido que las monedas de diez centavos podrían tomar su lugar.
En un informe revelador del Federal Reserve, se estima que alrededor del 60% de todas las monedas en circulación, equivalente a aproximadamente 14 mil millones de dólares, están almacenadas en frascos y recipientes en hogares a lo largo de Estados Unidos.
Especialistas han manifestado sus preocupaciones sobre cómo esta modificación impactará a las comunidades de bajos ingresos, que dependen más del uso del efectivo. Jay Zagorsky, citado por Axios, enfatiza la necesidad de una legislación clara respecto al redondeo de precios para proteger a los consumidores más vulnerables. Simultáneamente, Kevin McColly, CEO de Coinstar, resalta problemas presentes en el sistema monetario actual, que ve miles de millones de monedas “estancadas” en alcancías y frascos, afectando así su circulación fluida en la economía.