
La depresión en Estados Unidos muestra un repunte ininterrumpido y sostenido, según datos del reciente informe de la consultora Gallup, difundido por Newsweek. Los registros posicionan a más del 18% de los adultos estadounidenses como personas que han padecido o reciben tratamiento por depresión, una cifra que duplica los niveles reportados hace solo una década.
De acuerdo con el informe, en 2015 la tasa era ligeramente superior al 10%, mientras que desde 2023 permanece de manera constante por arriba del umbral del 18%.
El psiquiatra Gerard Sanacora, director del Programa de Investigación en Depresión de la Universidad de Yale, advirtió sobre la magnitud del fenómeno: “el aumento es alarmante y es importante que mantengamos una mente abierta para explorar todas las posibles causas del incremento rápido y sostenido de la depresión en la última década”, sostuvo en conversación con el medio estadounidense.
La depresión no es una simple fluctuación emocional. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), afecta el pensamiento, los hábitos, el sueño y la conducta, e implica una sensación persistente de desinterés y tristeza, diferente al duelo común o la tristeza cotidiana.
Los datos de la OMS ubican a cerca de 1.000 millones de personas en el planeta diagnosticadas con trastornos de salud mental como depresión o ansiedad. En el caso de Estados Unidos, los índices reflejan el impacto: “decenas de miles de estadounidenses se quitan la vida cada año, lo que subraya la importancia crucial del tratamiento y apoyo en salud mental”, destaca el informe.

Entre los factores de riesgo asociados a la depresión figuran la genética, la edad, el género y el deterioro de la salud general. Sanacora puntualizó que “es posible que ciertos cambios en la salud general, como los relacionados con el long COVID o la obesidad y los trastornos metabólicos, pueden contribuir al aumento, pero su impacto probablemente no ha cambiado en toda la población recientemente”.
Sin embargo, el académico añadió que existen otros riesgos “más vinculados a experiencias vitales estresantes, consumo de sustancias y aislamiento social”.
El informe de Gallup revela que la pandemia de COVID-19 marcó el punto de inflexión en el repunte de los casos de depresión. Si en 2019 un 12,5 % de los adultos declaraba recibir tratamiento o convivir con un diagnóstico de depresión, la cifra escaló a 13,8% en 2020 y alcanzó el 17,8% en el relevamiento de 2023.
Las preguntas del sondeo combinan consultas sobre si el encuestado recibió un diagnóstico profesional y si actualmente está bajo tratamiento.
El doctor David Mischoulon, director del Programa Clínico y de Investigación en Depresión del Hospital General de Massachusetts y profesor en Harvard Medical School, precisó a Newsweek que “la pandemia fue más un punto de quiebre que un episodio pasajero”.

Los motivos de este fenómeno, en palabras del propio Sanacora, se relacionan con “grandes cambios en la forma en que funciona la sociedad, que trajeron distintos tipos de estrés fisiológico y psicológico, además del aislamiento social marcado”.
Según el análisis de Mischoulon, las restricciones de movilidad, los despidos masivos, la falta de acceso a vivienda o alimentos y los cambios en la dinámica laboral permitieron que “los problemas surgidos durante la pandemia no se hayan resuelto totalmente, y continúan alimentando la depresión”.
Un factor agravante es el persistente efecto de las secuelas del COVID-19 en quienes padecieron la enfermedad, lo que incluye el síndrome post-COVID o “long hauler syndrome”, según enfatizó Mischoulon.
Según el reporte, el impacto social y económico se traduce en diferencias notables según grupos etarios y nivel de ingresos. La franja de adultos menores de 30 años pasó de mostrar una tasa de depresión del 13 % en 2017 a 26,7 % en 2025. En hogares con ingresos inferiores a 24.000 dólares anuales, la proporción pasó del 22,1% al 35,1% en igual período.
Mischoulon explicó al medio que la subida entre jóvenes “ya estaba en marcha antes de la pandemia y se aceleró tras 2020”, fenómeno relacionado con el uso intensivo de redes sociales, las mayores horas frente a pantallas y la inestabilidad política y económica de la última década. “El ambiente político polarizado en Estados Unidos también ha generado inseguridad, conflictos interpersonales e inestabilidad familiar”, agregó.

Otros elementos que inciden en la prevalencia de depresión son los cambios en los patrones de consumo de sustancias. Un estudio reciente, citado por Newsweek, muestra que mientras la proporción general de jóvenes usuarios desciende, quienes continúan consumiendo informan hábitos de ingesta más intensivos y problemáticos.
Las condiciones económicas adversas, como el desempleo, la inflación y la inseguridad alimentaria, profundizan la incidencia en los residentes jóvenes y de menores recursos. “La inseguridad financiera, la falta de vivienda o el acceso limitado a la salud mental llevan a un círculo vicioso”, sostuvo Mischoulon.
El aumento de la soledad en la sociedad estadounidense aparece como un factor transversal. El informe resalta que hasta 25% de los adultos informaron sentirse solos gran parte del día en los peores momentos de la pandemia, y el número permanece elevado en 2025 respecto a años anteriores.
La mejora en la detección y el diálogo público sobre los trastornos mentales explican en parte la subida estadística. Sin embargo, expertos como Sanacora advierten que estos avances de visibilidad no bastan para explicar la magnitud del fenómeno. “Parece claro que hay un aumento real en el número de personas que experimentan síntomas de depresión en Estados Unidos”, concluyó.