
El fútbol italiano pierde a uno de sus referentes más antiguos. Brescia Calcio, el club lombardo fundado en 1911 y símbolo inconfundible de la pasión provinciana, desaparece del profesionalismo. La noticia deja atónita a toda una ciudad que ya no verá a sus Rondinelle competir entre la élite, víctima de una crisis administrativa que ni la historia ni el prestigio pudieron sortear.
La génesis del colapso encuentra a Massimo Cellino, presidente del club desde 2017, como figura central de la debacle. Su incapacidad para enfrentar compromisos económicos (más de tres millones de euros en deudas, entre impuestos, sueldos y obligaciones generales) selló el destino del Brescia.
El plazo para regularizar las cuentas expiró, y con él, también la presencia del club en la Serie C, tercer escalón del fútbol italiano. Los intentos desesperados de encontrar inversores, socios extranjeros o vender la institución naufragaron sin remedio. Trabajadores, futbolistas y empleados vieron rescindidos sus contratos, e incluso el propio Cellino se refugió en Londres, lejos de la tormenta y de las voces críticas.
En el terreno deportivo, el desenlace ya se avizoraba. Tras terminar en la 15º posición de la Serie B (con 43 puntos) el Brescia fue castigado con una sanción de cuatro puntos por incumplimiento de pagos. Esto determinó el descenso a la 18º posición y su caída a la Serie C. La sanción emitida por la Federación Italiana de Fútbol (FIGC) por “no respetar dos pagos” condenó el destino del club. Así, el castigo evitó la pérdida de categoría de la Sampdoria y precipitó el desastre económico en Brescia.

La reacción de la ciudad y del mundo del fútbol no se hizo esperar. El desenlace alimentó el dolor colectivo. “114 años de historia han sido pisoteados, pero Brescia no es él (Cellino). El Brescia somos nosotros y nunca morirá”, escribió el capitán Dimitri Bisoli en Instagram. “Massimo Cellino mató deliberadamente al Brescia. Decidió no inscribirlo, y punto”, sentenció el diario La Gazzetta dello Sport.
La lista de futbolistas ilustres que han vestido la camiseta blanquiazul es un repaso por la historia del calcio y del fútbol mundial. Roberto Baggio, referente insoslayable y último gran ídolo del club, cerró su brillante carrera en Brescia entre 2000 y 2004, con 101 partidos y 46 goles. El singular vínculo entre Baggio y una hinchada que lo adoptó como propio es parte del mito local. También pasaron por el Mario Rigamonti nombres como Andrea Pirlo, quien vivió allí su primera etapa de gloria siendo muy joven y, en 2001, regaló una asistencia a Baggio que terminó en un gol legendario ante la Juventus. Pep Guardiola también apareció en la nómina de figuras, aunque su paso suma apenas veinticinco partidos, y jugadores como Altobelli, Hagi, Luca Toni, Hamsik, Balotelli y Rodrigo Palacio suman prestigio a la casaca del club.

El Brescia acumuló 23 temporadas en la Serie A, la máxima categoría, siendo la última en 2019/20. Su mejor puesto en la máxima división —octavos en 2000/01, bajo el mando de Carlo Mazzone— marcó la etapa dorada reciente, con Baggio como buque insignia y jóvenes talentos como Bonera, Galli y el propio Pirlo. A lo largo de sus años, Brescia supo reflejar el alma de las ciudades medianas y trabajadoras del norte de Italia: pasión por el fútbol, identidad de provincia y la esperanza siempre firme de un mañana mejor en los campos de juego.
Nápoles, Fiorentina, Palermo, Parma, Catania, Chievo Verona... la lista de equipos históricos que debieron pasar por el calvario de la desaparición y el renacer en categorías menores en Italia no para de crecer. El Brescia, que ahora deberá recorrer los despachos para reemprender su camino en el fútbol amateur, se suma a esa nómina. La afición, lejos de resignarse, propone recordar el legado: “El Brescia somos nosotros y nunca morirá”. Entre la desilusión, las cuentas impagas y la añoranza de tiempos mejores, la pasión futbolera de Brescia buscará, como tantas otras veces, una nueva oportunidad para volver a empezar.