La Feria de las Flores, el relato de una nueva Medellín

hace 6 días 9

El Desfile de Silleteros 2025 no fue un evento más en el calendario; fue un acto de reafirmación, un grito silencioso y colorido que le dijo al mundo que los días de Pablo Escobar y el cartel de Medellín son solo eso, un pasado enterrado bajo millones de flores.

La procesión avanzaba lenta, casi sagrada. No era solo un desfile, era una peregrinación. Cada "silleta" era un altar andante, una explosión de vida que cuenta historias. Y en el centro de todo, un hombre llamado Juan Pablo Sánchez Martínez, campesino de 37 años de la vereda San Ignacio, se convirtió sin saberlo en el protagonista de esta nueva narrativa.

Su rostro, surcado por el sol de las montañas de Santa Elena, reflejaba la tensión de 18 años de espera. Cargaba una silleta monumental con más de 70 variedades de orquídeas, pero sobre sus hombros llevaba también el sueño de su familia y la memoria de su hermana Johana, a quien le dedicó cada paso.

Río de flores humanas

El aire de Medellín se volvió espeso, dulce. La avenida del desfile se transformó en un río humano donde los silleteros eran las barcazas y las flores, la corriente. A diferencia de los viejos tiempos, los únicos ‘capos’ aquí eran los campesinos de Santa Elena y otras localidades, custodios de un patrimonio que se niega a morir.

Este año, el río era más caudaloso que nunca: 540 almas, desde niños hasta veteranos, conformaban la marea. Entre ellos, por primera vez, marcharon diez pequeños con neurodiversidad, un gesto que ensanchó aún más el cauce de la inclusión.

El alcalde, Federico Gutiérrez, lo había anunciado con un lema que resonó en cada rincón: "No se anuncia… se siente". Y se sentía. Se sentía en los tablados que brotaron en las 16 comunas, llevando la fiesta a barrios que antes solo conocían el sonido de las sirenas. Se sentía en la Plaza Gardel, donde la noche se vistió de son, bolero y música afro. Se sentía, sobre todo, en el aplauso cerrado del público cuando Juan Pablo fue nombrado ganador absoluto.

Las lágrimas del ganador, al recordar a su hermana, fueron las lágrimas de toda una ciudad que ha aprendido a encontrar la belleza en medio del dolor. "Siempre fue un sueño para mí", balbuceó, y en esa frase simple resumió la lucha de Medellín por soñar de nuevo.

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Habla el ganador Juan Pablo Sánchez. A su lado, el alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, y otras personas.

Habla el ganador Juan Pablo Sánchez. A su lado, el alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, y otras personas.

CAPTURA VIDEO JOSÉ PERNALETE

Aritmética de una nueva realidad

Hubo un tiempo en que las únicas cifras que exportaba Medellín eran las del miedo. En tiempos recientes, los números cuentan otra historia. La feria inyectó a la economía local 50.2 millones de dólares, un récord absoluto. Creó casi 16.000 empleos, no en la clandestinidad, sino en hoteles, restaurantes y transportes.

La ciudad recibió a más de 300.000 turistas, nacionales y extranjeros, que no venían a buscar los fantasmas de un capo vencido por las autoridades en 1993, sino la vibrante realidad de una cultura que florece.

Este impacto económico es la prueba tangible de la transformación. Es el resultado de una apuesta consciente por la cultura como motor de cambio.

Cada dólar invertido en renovar el vestuario de los silleteros, en descentralizar la programación o en garantizar la gratuidad de los eventos, es un dólar que se le arrebató al olvido.

La transmisión televisiva, que rompió récords con más de un millón de espectadores, no solo mostró un desfile; exportó al mundo la imagen de una ciudad resiliente que convirtió su principal producto de exportación, las flores, en el símbolo de su paz.

Santa Elena, la montaña que guarda el secreto

Santa Elena finca El Pensamiento

Centenares de visitantes llegan a la finca El Pensamiento, en el corregimiento Santa Elena.

Centenares de visitantes llegan a la finca El Pensamiento, en el corregimiento Santa Elena.

D. CASTROPÉ

Para entender este milagro hay que subir a Santa Elena. En este corregimiento, declarado Patrimonio Cultural de la Nación, el tiempo parece moverse a otro ritmo.

Aquí, la tradición silletera es un lenguaje que se aprende desde la cuna. Las fincas no son solo lugares de cultivo, son santuarios donde se preserva la memoria. Ser silletero es un honor, una responsabilidad que se hereda con el apellido.

Esta tradición, que nació de la necesidad de transportar productos en la época colonial, hoy es un acto de pura resistencia cultural. Los silleteros de Santa Elena, con sus manos agrietadas por la tierra, son los verdaderos artífices de la nueva Medellín. Ellos demuestran que la identidad de un pueblo no reside en sus monstruos, sino en la belleza que es capaz de crear.

Al final del desfile, un listón negro en cada silleta recordó a las víctimas de la reciente emergencia climática, un gesto de duelo en medio de la celebración. Porque Medellín no olvida. No olvida a sus muertos, ni su dolor, ni las cicatrices que aún marcan su piel. Simplemente, ha decidido que sobre esas cicatrices ahora crecerán flores. Y ese, quizás, es el relato más poderoso de todos.

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