
Los latidos del corazón, la respiración, el parpadeo; el ritmo es inherente al cuerpo humano. Según expertos, somos una especia capaz de sincronizarse con la música. Asimismo, esta forma de expresión artística basada en melodías y tempos no es tan solo un estímulo auditivo placentero, sino que tiene un efecto profundo en uno de los órganos más vitales: el cerebro.
Un estudio publicado recientemente en la revista Advanced Science revela el funcionamiento del complejo entramado neuronal frente a sonidos externos y constantes, como lo es, por ejemplo, una canción. Tanto neurólogos como musicoterapeutas consultados por Infobae coinciden en que el cerebro no solo percibe la música, sino que se reorganiza como respuesta a ella.
Científicos de la Universidad de Aarhus y la Universidad de Oxford utilizaron escáneres para observar cómo cambia la actividad del cerebro al escuchar una secuencia repetida de sonidos. En el estudio participaron 29 personas adultas que escucharon tonos breves emitidos a un ritmo constante.
Los científicos descubrieron que no solo se activan distintas zonas del órgano cuando hay sonidos, sino que también se reorganiza la forma en que se conectan entre sí. Estas regiones conforman un sistema complejo de redes cerebrales que rige a todo el organismo.

El médico neurólogo Alejandro Guillermo Andersson, director del Instituto de Neurología Buenos Aires (INBA), lo explicó de la siguiente manera en diálogo con Infobae: “Aunque cada región tiene una función específica, trabajan en conjunto para ejecutar tareas complejas como la atención, la memoria, el lenguaje o la percepción musical. Su organización no es estática: pueden reconfigurarse en función del estímulo, el aprendizaje o el estado emocional del individuo”.
Esta plasticidad se observó durante el experimento. Ciertas redes se activaron con mayor fuerza y mostraron un patrón de funcionamiento sintonizado con el ritmo del sonido. Otras, como las asociadas a la actividad cerebral en reposo, modificaron su distribución y comenzaron a activarse en otras zonas del cerebro durante la escucha. Algunas redes no cambiaron, lo que sugiere que no todos los sistemas cerebrales se ven afectados por el mismo tipo de estímulo.
Por su lado, el neurólogo Santiago Tizio, jefe del área de neurología del Hospital Español de La Plata, detalló a Infobae: “Lo que encontraron es que el cerebro no solamente procesa los sonidos como si fuera un receptor pasivo. No es que escuchamos, el cerebro envía esas señales a la corteza auditiva donde se hace consciente y se termina el asunto. Si no que en realidad las redes neuronales se reorganizan en tiempo real cuando perciben los estímulos auditivos, rítmicos o sonoros. Esto significa, entonces, que el cerebro se va reconfigurando según lo que escucha”.

Este tipo de reorganización también se produce cuando escuchamos música. Las melodías, acordes y el tempo son capaces de moldear las conexiones entre las neuronas. Por ende, más que un simple sonido agradable, la música logra crear un vínculo profundo con los engranajes de la mente.
Este y otros estudios científicos que se realizaron en el pasado confirman lo que ya se sabe: la música nos impacta. Ya sea de manera positiva o negativa, las canciones y los ritmos logran “entremezclarse” con los impulsos eléctricos del cerebro lo que, en consecuencia, genera una respuesta.
“Ciertos ritmos pueden tener efectos sobre distintas funciones como el estado de ánimo, la concentración e incluso hay terapias de este tipo para enfermedades como el Parkinson o la demencia”, afirmó Tizio.
Por su parte, María Fernanda Rodríguez, licenciada en Musicoterapia, expresó la importancia de los ritmos en conversación con Infobae: “La música es un arte temporal. Uno de sus elementos es el ritmo y en su repetición proporciona una señal clara, predecible, que organiza estímulos en el tiempo. Esta predictibilidad lleva a una organización de las redes neuronales y hay técnicas propias de la musicoterapia neurológica que estimula las funciones cognitivas y motoras”.

La experta explicó que, debido al carácter repetitivo del estímulo, se suelen utilizar metrónomos para reorganizar patrones de marcha en pacientes con Parkinson. “En las fases más avanzadas la persona deja de escuchar este tic tac del metrónomo. Es el efecto de entrainment, de acoplamiento con esta señal. Una vez realizado el entrenamiento, las personas pueden sentir el efecto de este sonido aunque esté ausente”, afirmó.
En esta línea, la musicoterapeuta Nuria Sierra, especialista en psicoprofilaxis clínica y quirúrgica indicó a Infobae: “Los ritmos repetitivos tienen que ver con lo más básico del ser humano: la respiración y el ritmo del corazón. Si a vos te dan un bombo mañana, lo primero que vas a hacer, si no sabes tocar, es un ritmo repetitivo. Y si te juntas con varias personas, lo que van a lograr, después de unos minutos de caos, es un ritmo repetitivo que va a estar bastante unificado. Es lo más natural del ser humano”.
Por ende, la música, el ritmo que posee, organiza y ayuda a sincronizar. “Somos la única especie que a partir de un estímulo auditivo podemos cantar y bailas juntos. Pensemos en el fenómeno de las canchas, de las masas que a partir de un tempo, de un bombo, se pueden sincronizar. Esto es una capacidad innata que tenemos”, declaró Rodríguez.
Sin embargo, la evidente respuesta del cerebro ante sonidos constantes, esa activación y reconfiguración de redes neuronales, no es igual en todas las personas. “Los estímulos sonoros provocan diferentes emociones o conductas en las personas de acuerdo al contexto, a la singularidad y a la propia emocionalidad”, repasó.

Esa afirmación fue respaldada por Sierra, quien comentó que los sonidos “tienen que ver con las emociones, con la memoria y con el sistema de recompensa del cerebro. Lo que es un ritmo relajante para un paciente, para otro puede ser totalmente perturbador. Los ritmos nacen de la forma de hablar, de la forma de respirar, de la música que escucha la persona. No hay música general que ayuda a relajar a todo el mundo”.
Todos estos cambios fueron detectados gracias a una nueva herramienta llamada FREQ-NESS, que permite ver con más precisión cómo se activan diferentes circuitos cerebrales según el ritmo de los estímulos, a partir del análisis de los campos magnéticos que genera la actividad eléctrica de las neuronas.
“Permite una visualización detallada de cómo las diferentes frecuencias sonoras afectan la actividad cerebral en tiempo real. Esta herramienta ofrece una nueva perspectiva sobre la dinámica de las redes cerebrales, facilitando el estudio de la sincronización neuronal y la interacción entre diferentes ritmos cerebrales”, destacó Andersson.
A diferencia de los métodos tradicionales que analizan la actividad del cerebro de forma global, esta técnica descompone las señales cerebrales en distintas frecuencias y analiza cómo se organizan espacialmente en cada una.

“Lo que les permitió ver es cómo distintas frecuencias activan distintos patrones de conectividad, no solo distintas áreas. La importancia de eso es que muchas de las funciones mentales, como la atención y la memoria, incluso las emociones, dependen de cómo se comunican entre sí las áreas del cerebro y no solamente de cuánto se activa región u otra”, agregó Tizio.
“Es importante la música como herramienta para estimular las funciones cognitivas”, señaló Rodríguez. Esto se debe a que escuchar música es una tarea activa, no pasiva. Como demostraron los hallazgos del estudio, se genera una activación hemisférica que estimula la neuroplasticidad y la reorganización de redes cerebrales.
Según Andersson, esto podría tener aplicaciones en el campo de la rehabilitación neurológica, el diseño de intervenciones cognitivas y el uso de ritmos dirigidos para estimular circuitos precisos.
“La activación específica de redes cerebrales según la frecuencia sonora indica que el cerebro tiene mecanismos especializados para procesar diferentes aspectos del sonido”, precisó el especialista.

“Podría utilizarse para evaluar la integridad funcional del cerebro en trastornos neurológicos como el Parkinson, el Alzheimer, la epilepsia o el autismo, donde se sabe que estas redes están alteradas. Además, puede ayudar a diseñar estrategias de neurorehabilitación basadas en la música, optimizando ritmos y frecuencias que estimulen circuitos específicos. Incluso podría aplicarse como herramienta diagnóstica complementaria, revelando patrones de conectividad cerebral que no se detectan con estudios estructurales tradicionales como la resonancia magnética”, añadió.
Desde la práctica, Sierra sostuvo que este tipo de investigaciones aporta herramientas concretas para fortalecer el diálogo entre disciplinas: “Nos ayuda a los musicoterapeutas a comunicarnos un poco más con la medicina, para que los médicos tengan información desde donde nosotros trabajamos”.
Destacó también que estos análisis permiten conectar aspectos como la memoria, la emoción y el sistema de recompensas con observaciones objetivas, lo que “ayuda tanto a quienes trabajan desde la parte orgánica como a quienes abordamos lo sensible, las emociones y las reacciones humanas de cada día”.
Tizio remarcó que los estímulos auditivos podrían convertirse en herramientas terapéuticas específicas: “Quizás en un futuro se puedan utilizar ciertos patrones de sonidos de forma dirigida para intervenir las funciones tanto cognitivas como emocionales”. Para él, el estudio reafirma una idea central: “el cerebro es un órgano que es muy plástico y los distintos estímulos, en este caso el sonido, son una herramienta que puede influir en cómo funciona”.