
A los 8 años, algunos niños en Estados Unidos ya han comprometido su futuro universitario con la esperanza de convertirse en estrellas deportivas. Esta tendencia, alimentada por la comercialización y la presión hacia la especialización temprana, genera una crisis silenciosa: el deterioro de la salud mental entre los atletas jóvenes y de élite.
Así lo advierte Peter Carlisle, agente de figuras olímpicas como Michael Phelps y Simone Biles, quienes han alzado la voz sobre los desafíos psicológicos que enfrentan los deportistas de alto nivel. Según una entrevista a Carlisle en The Rich Roll Podcast, la cultura deportiva actual lleva a los jóvenes a definir su identidad únicamente a través del éxito competitivo, lo que deja consecuencias profundas y duraderas.
La estructura de los deportes juveniles en Estados Unidos se ha transformado de manera radical durante las últimas décadas. Carlisle expone que el sistema está diseñado para impulsar la especialización cada vez más temprana: “Tienes niños de 8 años comprometiéndose con universidades”, subrayó en el podcast, ilustrando la magnitud de este fenómeno.
Aunque admite que la exigibilidad de estos compromisos es discutible, la presión existe y se acentúa mediante redes sociales, ligas privadas y las expectativas de padres y entrenadores.
La comercialización de los deportes juveniles provoca que los niños con talento sean rápidamente identificados y apartados del grupo. “Los padres, los entrenadores y los compañeros empiezan a tratar a ese niño como alguien especial”, explicó Carlisle.

Esta diferenciación deriva en que los jóvenes dirijan toda su energía y tiempo a un solo deporte, sacrificando otras experiencias que podrían contribuir a su desarrollo integral.
El auge de los derechos de NIL (Name, Image, Likeness), que permiten monetizar la imagen de los atletas universitarios, añade una nueva capa de presión. Los adolescentes ya no solo compiten por becas deportivas, sino también por contratos de patrocinio y exposición en redes sociales.
Carlisle detalló en la entrevista: “El valor de los resultados, la comparación entre pares y la exposición mediática refuerzan la idea de que especializarse es el camino al éxito”.
La especialización temprana y la presión sobre el rendimiento afectan de forma directa la salud mental de los atletas. Carlisle alertó que, desde muy pequeños, los deportistas construyen una identidad completamente vinculada a su desempeño. “Antes de que los conozca, su identidad ya está bien establecida y es tan limitada que se vuelve problemática fuera del deporte”, afirmó.
Cuando los resultados no llegan, ocurre una lesión o llega el retiro, esa identificación exclusiva con el éxito deportivo puede tener un efecto devastador. “Es una amenaza existencial”, describió Carlisle. Incluso los medallistas olímpicos enfrentan una transición difícil cuando termina su carrera.

“La gran mayoría de los atletas sufren lo que ahora se llama el ‘post-Olympic blues’”, explicó, definiendo esa sensación de vacío y desorientación posterior a los Juegos Olímpicos, hayan ganado medallas o no.
Volver a la vida cotidiana tras la fama mundial y la celebración pública puede resultar abrupto y doloroso. Carlisle relató que muchos atletas pasan de la anonimidad a la fama para luego enfrentarse a una realidad donde su valor ya no se mide por marcas ni resultados. “Tienen que conocerse a sí mismos por primera vez”, reflexionó el agente, mostrando la dificultad de este proceso.
En los últimos años, la conversación sobre salud mental en el deporte ha avanzado gracias a referentes como Michael Phelps y Simone Biles. Ambos compartieron públicamente sus desafíos, quebrando el estigma que asociaba la vulnerabilidad con la debilidad.
Según se cuenta en el podcast, Phelps fue uno de los primeros en hablar abiertamente sobre sus problemas, lo que resultó liberador para él y sus colegas. Carlisle recordó: “Uno de los actos más impactantes que hizo fue decir: ‘Ya no puedo manejar esto y voy a soltarlo’”.
El testimonio espontáneo de Phelps motivó a otros atletas a expresar sus vivencias. La actitud fue clara: “Si él, en su nivel, está dispuesto a hablar de esto, entonces yo también puedo hacerlo”. Así, la salud mental dejó de ser un tema tabú y se integró gradualmente en el diálogo público y profesional del deporte.

El documental Weight of Gold, producido por Phelps y Carlisle, reunió a una docena de atletas olímpicos estadounidenses para abordar el impacto psicológico de la alta competencia. Carlisle contó en el podcast que muchos de estos atletas nunca antes habían compartido sus historias y se sorprendieron al descubrir que sus vivencias eran comunes. “No podía creer que otros también se sintieran así”, relató el agente.
Aunque el problema gana visibilidad, la respuesta de las organizaciones deportivas sigue siendo limitada. Carlisle observa una gran brecha entre los deportistas y los organismos rectores como USA Swimming o USA Gymnastics. “No es una condena, es la realidad”, matizó. Los atletas suelen entrenar con sus propios equipos, lejos de la supervisión directa de las federaciones, lo cual dificulta la comprensión y atención a sus necesidades diarias.
Las organizaciones priorizan el desarrollo y la promoción de la marca deportiva sobre el bienestar individual de los atletas. “Las prioridades son totalmente diferentes”, afirmó Carlisle. Si bien en los últimos años han surgido algunos programas y el debate es más abierto, el agente considera que la motivación y la eficacia de estas iniciativas permanecen limitadas. “La conversación es más robusta, pero aún queda mucho por hacer”, reconoció en el podcast.
Frente a este panorama, Carlisle aboga por un cambio en la perspectiva de sistemas deportivos y familias. Según el agente, el éxito competitivo se potencia con diversidad de experiencias y al priorizar el bienestar mental. Sostiene que el objetivo no debe ser únicamente el resultado, sino el proceso de crecimiento personal que el deporte puede ofrecer.

Carlisle intenta inculcar en sus hijos y en los atletas que representa una visión más amplia. “Todo lo que puedo hacer es tratar de cambiar su perspectiva de los resultados al proceso”, explicó. Recomienda a los padres ayudar a sus hijos a valorar el aprendizaje, la resiliencia y las habilidades transferibles fuera del campo de juego.
Aunque reconoce que la especialización a menudo es inevitable para competir a nivel escolar o universitario, insiste en la importancia del equilibrio y de no condicionar la autoestima al éxito. “Un pequeño cambio de perspectiva puede significar una gran diferencia en la resiliencia y en lo que los niños obtienen del deporte cada día”, afirmó.
Durante los últimos 5 años, la cultura deportiva muestra avances claros en torno a la salud mental. Carlisle destaca que el número de atletas que hablan con franqueza sobre sus desafíos aumentó de manera notoria. “Ver conferencias de prensa donde los deportistas simplemente cuentan lo que les pasa era impensable hace una década”, comentó en The Rich Roll Podcast.
La influencia de figuras públicas, el impacto de documentales como Weight of Gold y la normalización del diálogo han propiciado este progreso. Aunque el camino hacia un sistema más equilibrado y humano sigue siendo largo, la conversación está abierta y las nuevas generaciones cuentan con más herramientas para afrontar los desafíos psicológicos del alto rendimiento.
Carlisle concluyó su intervención remarcando la necesidad de que padres, entrenadores y organizaciones revisen el propósito del deporte juvenil. “El proceso es convertirse en la mejor persona posible, y ese proceso es el que debe valorarse”, afirmó.

El desafío, según el agente, reside en lograr que esta visión se traduzca en acciones concretas y sostenibles dentro de un sistema que, hasta ahora, continúa privilegiando los resultados por encima del bienestar integral de los jóvenes deportistas.