Leyenda del boxeo cubano denuncia abandono del régimen

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Idel Torriente Sáez llegó a ser campeón Centroamericano en República Dominicana (1986) en la categoría de 60 kilogramos y de un torneo Panamericano (1990). Asimismo, el exboxeador cubano conquistó medallas de oro en giras realizadas por Checoslovaquia, Yugoslavia y Berlín (1986). En 409 peleas oficiales acumuló 380 victorias y 29 derrotas.

Es una hoja de vida que le permite a Torriente Sáez reclamar el título de "leyenda" en el boxeo de Cuba; sin embargo, las condiciones del ahora instructor en la actualidad difícilmente se asemejan a las que debería tener un personaje que tantas glorias deportivas llevó a la isla.

"Olvidado". Así se siente hoy en día Torriente Sáez, quien se retiró en 1992. Como entrenador, el exatleta señaló que nunca ha recibido una invitación a alguno de los torneos más importantes de la nación por parte de las "autoridades".

"No me atienden. Me tienen a un lado a esperar que me retire", le comentó la gloria deportiva a '14ymedio'.

A pesar de las complejas circunstancias actuales, la motivación de Torriente hoy en día es enseñar a la que podría ser la siguiente camada de púgiles de la isla, que a lo largo de su historia ha destacado en la disciplina en algunos de los más importantes torneos del mundo, en especial en los Juegos Olímpicos.

Sin embargo, el otrora campeón admite que cada vez le resulta más difícil cumplir con sus labores, no solo por el poco apoyo que recibe, sino también por lo complejo que ha sido conseguir a jóvenes para entrenar.

"Esta área no es de boxeadores. Desde que comencé he tenido que buscar niños en barrios lejanos", contó.

Nadie escapa de la crisis

La razón para ello, según cuenta Torriente, es que la misma situación caótica de Cuba hace que los padres eviten que "los hijos vengan porque es muy lejos. A pesar de eso, tengo varios niños que están participando actualmente en competencias".

La leyenda, que añadió que debe sobrevivir con 7.690 pesos (20 dólares aproximadamente), no tiene de otra más que encontrar consuelo en el agradecimiento de sus estudiantes.

"Me gusta ver a ese niño que enseñé. Ando por la calle y me dicen: ‘Profe, ¿se acuerda?’. Eso me da alegría, me siento contento", expresó.

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