
En Japón, los jardines son mucho más que espacios ornamentales: representan una tradición estética milenaria donde convergen la naturaleza domesticada, la espiritualidad zen y el tiempo como materia prima.
Cada sendero, piedra o puente de madera está colocado con una intención precisa, pensada para invitar a la pausa. A continuación, una selección de diez jardines que condensan lo mejor del arte paisajístico japonés, desde antiguos dominios imperiales hasta parques urbanos modelados con precisión.

Con más de 58 hectáreas de extensión, este jardín combina tres estilos clásicos: japonés, francés e inglés. Se trata de un espacio singular en Tokio, originalmente concebido como residencia privada del señor feudal Naitō durante el período Edo. Posteriormente fue transformado en jardín imperial en 1906, y más tarde abierto al público. Su sector japonés está compuesto por estanques con islas, pabellones, casas de té y una vegetación cuidadosamente podada.
El jardín se vuelve especialmente concurrido en primavera, cuando florecen alrededor de mil cerezos. También destaca su invernadero, que reúne especies tropicales y en peligro de extinción. En su interior, el pabellón conmemorativo Taiwan Pavilion, regalo de japoneses que residían en Taiwán, completa el recorrido. Parte del anime The Garden of Words, de Makoto Shinkai, se ambienta en este jardín.

Construido a lo largo de más de tres siglos por la familia feudal Maeda, este jardín ejemplifica el modelo del paisaje de paseo japonés. Su nombre, Kenrokuen, alude a las seis cualidades que, según la tradición, deben coexistir en un jardín ideal: espaciosidad, aislamiento, artificio, antigüedad, fuentes de agua y vistas panorámicas. La escena cambia según la estación: flores de ciruelo y cerezo en primavera, arces encendidos en otoño, y pinos cubiertos de nieve en invierno, sostenidos por estructuras de cuerdas llamadas yukitsuri.
El estanque central y las casas de té se integran con los senderos de piedra y los puentes curvos. La villa Seisonkaku, construida por el señor Nariyasu Maeda, agrega valor histórico y estético al conjunto. El jardín conecta directamente con el castillo de Kanazawa, reflejando la importancia política y cultural de la región durante el shogunato.

Situado en la isla subtropical de Okinawa, este jardín se despliega en una superficie de 15 hectáreas donde crecen más de 1300 especies de árboles y arbustos, distribuidos entre estanques, caminos y áreas arboladas. El diseño permite organizar fiestas al aire libre para hasta 1500 personas, lo que lo convierte también en un centro de recreación social.
A lo largo del año, distintos festivales de plantas estacionales renuevan el recorrido. De noche, el jardín se ilumina con una curaduría lumínica que respeta la armonía del entorno, sin artificios excesivos.

A escasos minutos del distrito de Shiodome, este antiguo jardín imperial ofrece un remanso de calma entre los rascacielos. Su atractivo central es el estanque Shioiri-no-ike, conectado al mar mediante compuertas que regulan el nivel del agua según las mareas. Esta característica lo convierte en un ecosistema cambiante, con peces marinos como lubinas y mújoles visibles desde sus orillas.
El jardín conserva un monumental pino de 300 años, así como campos florales que florecen casi todo el año. Una casa de té flotante ofrece matcha con wagashi en tatami, evocando una experiencia clásica. También se conservan zonas de caza de patos utilizadas por los shōgun, con escondites tradicionales y un monumento en honor a las aves cazadas.

En las faldas del Higashiyama, este templo fundado por el emperador Kameyama en el siglo XIII es uno de los principales referentes del budismo Rinzai. Sus jardines secos (karesansui) y de estanque conviven con estructuras históricas como la monumental puerta Sanmon, construida por los Tokugawa en 1628.
En el salón Hojo, el jardín de rocas evoca una escena de tigres cruzando el agua, mientras las pinturas sobre puertas correderas muestran versiones realistas de felinos sobre pan de oro. Destaca el acueducto de ladrillos, parte de una obra de ingeniería de la era Meiji. Los subtemplos Tenjuan y Konchi-in poseen jardines iluminados por las noches durante el otoño, cuando los colores del follaje alcanzan su punto más alto.

Este jardín fue concebido en el siglo XVII por el clan Asano como una recreación en miniatura de paisajes naturales. Inspirado en el lago Xihu de Hangzhou (China), gira en torno al lago Takue-chi, salpicado de catorce islotes conectados por puentes. Tras ser dañado en el bombardeo atómico de 1945, fue restaurado y reabierto al público en 1951.
Su trazado ofrece múltiples perspectivas, con estructuras tradicionales que se integran con caminos sinuosos y vegetación cuidadosamente planificada para generar cambios sutiles a lo largo del recorrido.

Parte del antiguo castillo de Edo, estos jardines forman hoy un área accesible al público dentro del Palacio Imperial. Aunque las torres principales ya no existen, se conservan muros, fosos, portones y bases de piedra.
En la zona inferior, conocida como ninomaru, se construyó un jardín japonés clásico, rodeado de césped y árboles. Desde la cima del montículo central puede verse el trazado de lo que fue la residencia de los shōgun Tokugawa. El espacio sintetiza una superposición de eras: el pasado militar, el traslado del poder imperial y la apertura moderna.

Creado en 1904 por el industrial Hara Sankei, este jardín alberga estructuras históricas trasladadas desde diversas regiones de Japón. Entre ellas se encuentran una residencia de daimyo, pagodas budistas y varias casas de té que originalmente formaban parte de templos de Kioto.
El diseño paisajístico incluye estanques, colinas artificiales y ríos pequeños que evocan paisajes de la región de Kansai. El trazado de los senderos guía al visitante a través de una narrativa visual donde cada edificación cuenta una historia.

Con 350 hectáreas, este parque en la prefectura de Ibaraki se volvió famoso por su colina cubierta de nemophilas azules, que florecen entre abril y mayo creando un efecto óptico de cielo extendido.
En otoño, la misma ladera se transforma con los kochia, arbustos que viran al rojo. Además de flores como tulipanes, narcisos y cosmos, el parque incluye bosques costeros, un jardín de dunas y un parque de diversiones con noria gigante, ciclovías y senderos. La amplitud permite distintos recorridos según el interés botánico o recreativo del visitante.

Situado en la propiedad que perteneció al samurái Kato Kiyomasa, este jardín de cuatro siglos de antigüedad fue adaptado por el empresario Yonetaro Otani para formar parte del hotel homónimo.
Incluye linternas de piedra de los períodos Edo y Kamakura, una cascada de seis metros, puentes, koi, árboles centenarios y fósiles integrados al paisaje. El sistema de iluminación nocturna fue diseñado por la reconocida artista lumínica Motoko Ishii, y cambia según la estación. Es también un lugar habitual para bodas y eventos con vista directa al jardín.