Los científicos exponen los obstáculos al acuerdo global para combatir la contaminación por plásticos

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La contaminación por plásticos representaLa contaminación por plásticos representa un desafío ambiental y de salud a escala global (Freepik)

La lucha por poner fin a la contaminación por plásticos se ha convertido en uno de los desafíos ambientales más urgentes de las últimas décadas. En el centro del debate, las negociaciones de un tratado internacional coordinado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) han enfrentado visiones contrapuestas. Por un lado, un bloque mayoritario de países, científicos y organizaciones ambientales abogan por limitar la producción mundial de plásticos para reducir el daño ambiental. Por otro, petroestados y gigantes industriales sostienen que la solución debe centrarse en mejorar la gestión y el reciclaje de residuos, sin restringir la producción.

El proceso, nacido de la resolución 5/14 de la Asamblea de la ONU para el Medio Ambiente, intenta construir un acuerdo jurídicamente vinculante que marque un hito similar al Acuerdo de París en materia ambiental, enfrentando a intereses privados y realidades ecológicas urgentes. La crisis de los plásticos ha cobrado tal magnitud que los microplásticos ya se encuentran en los puntos más remotos del planeta y en gran parte de los organismos vivos. Los datos recientes señalan que, en 2023, la producción mundial de plásticos alcanzó entre 413 millones y 415 millones de toneladas, mientras la proporción de materiales reciclados apenas llegó al 8,7%, manteniendo un 90% de dependencia de fuentes fósiles, según datos difundidos por Statista, una plataforma de estadísticas internacional.

En las últimas rondas de negociación, la desconexión sobre dónde poner el énfasis del tratado ha provocado estancamientos. Las delegaciones de 177 países reunidas en Busan, Corea del Sur, a finales de 2024 no lograron consensuar un texto definitivo, principalmente por la resistencia de un pequeño grupo de países productores de petróleo y plásticos. Estos bloques han frenado un acuerdo más ambicioso, defendiendo un “enfoque aguas abajo”, orientado a la gestión del residuo, en vez de imponer límites a la producción (“aguas arriba”). Según un estudio citado por The Guardian, este “bloque petroquímico” promueve el aumento de la producción, externalizando los costos ambientales y presionando para frenar los avances. La próxima instancia de negociación tendrá lugar en Ginebra, Suiza, el próximo mes de agosto.

Las diferencias conceptuales no solo se perciben en los salones de negociaciones. Voces expertas insisten en que la solución requiere restringir el crecimiento exponencial del plástico. “La cantidad de plástico que ya producimos es totalmente inmanejable”, señaló David Azoulay, abogado del Centro de Derecho Ambiental Internacional, en declaraciones al mismo diario británico. Azoulay apuntó que las tecnologías de reciclaje propuestas como respuesta son “pensamiento mágico”, ya que apenas el 9% del plástico producido a lo largo de la historia se ha reciclado, según informes de la OCDE.

La producción de plásticos superaLa producción de plásticos supera los 413 millones de toneladas anuales y sigue en aumento (Imagen Ilustrativa Infobae)

La presión por limitar el tratado al reciclaje y la gestión ignora el origen sistémico del problema. Como destaca la evidencia científica, el efecto nocivo del plástico empieza en la extracción de las materias primas fósiles y en la fabricación, no solo en el descarte. Desde el inicio del proceso negociador en 2022, más de cien países y más de 1.100 científicos han pedido que el tratado incluya límites obligatorios a la producción, mientras los países productores insisten en mecanismos de reciclado y manejo de basura. Esta postura refleja no solo intereses económicos, sino también la presión de la transición energética, que busca nuevos destinos para el petróleo y el gas en desuso.

La propia dirección del PNUMA no ha quedado exenta de controversia. Diversas organizaciones acusaron a su directora ejecutiva, Inger Andersen, de una supuesta “falta de ambición inapropiada” y de subestimar la importancia de limitar la producción, después de sugerir que se debe “tener una conversación más refinada que simplemente limitar [o] no limitar, porque no es una conversación inteligente”. Para los críticos citados por The Guardian, esa postura contradice años de avances en la evaluación científica sobre los impactos del plástico y podría limitar el alcance del acuerdo final.

El conflicto sobre el alcance del tratado tiene en sus raíces una avalancha de datos alarmantes. La producción mundial de plásticos no deja de aumentar: en 2023 se fabricaron entre 413 millones y 415 millones de toneladas, lo que dobla los niveles registrados en el año 2000. Según estimaciones para 2040, la cifra podría llegar a 712 millones de toneladas anuales, una proyección que coloca la crisis en un rumbo exponencial si no se avanza hacia políticas de reducción real.

El grueso del plástico producido no encuentra un destino sustentable. Como se mencionó, a lo largo de la historia, sólo 9% del material fabricado se ha reciclado, mientras que el 90% continúa produciéndose a partir de petróleo y gas. En Europa, una de las regiones con mayor capacidad instalada, el reciclaje alcanza un 24,5% en plásticos de uso doméstico, y la infraestructura para transformar residuos crece, pero no logra compensar la velocidad de generación de basura plástica.

Solo el 9% del plásticoSolo el 9% del plástico generado en la historia se ha reciclado (EFE/ Raúl Martínez)

Estados Unidos, por su parte, ha logrado récords históricos de recolección de botellas PET, una excepción dentro de una tendencia global poco alentadora. En 2023, la tasa de reciclaje de PET en ese país alcanzó 41,3% para botellas, aunque apenas 16,2% del material en envases provino de plástico reciclado. En contraste, la capacidad de reciclaje en otras regiones permanece marginal frente al volumen desbordante de producción y consumo.

Para 2025, el mundo podría generar 460 millones de toneladas de residuos plásticos cada año, con la mayoría terminando en vertederos, cursos de agua y océanos. La contaminación marina merece especial atención: en 2023, más de 11 millones de toneladas de plástico llegaron a ecosistemas acuáticos. Si la tendencia persiste, la cifra podría triplicarse para 2040, según advertencias de los organismos internacionales y científicos especializados.

Parte relevante del problema reside en los plásticos de un solo uso y los envases. Estos representan, respectivamente, dos tercios de los productos fabricados y cerca del 36% de la producción global, segmentos donde las tasas de reciclaje y recuperación de material son especialmente bajas. La crisis del plástico ha alcanzado cada rincón del planeta, desde la cima del Everest hasta las profundidades oceánicas, y que hallazgos recientes han detectado microplásticos incluso en la leche materna y el cerebro humano.

La situación plantea una carrera contrarreloj para la diplomacia global. El borrador más reciente del tratado incluye propuestas tanto para restricciones obligatorias como medidas voluntarias, pero persisten “corchetes” con temas irresueltos, especialmente en los capítulos sobre limitación de producción, financiamiento y responsabilidad diferenciada para países en desarrollo.

Los microplásticos se han detectadoLos microplásticos se han detectado en alimentos, agua y organismos humanos (Imagen Ilustrativa Infobae)

El desafío de alcanzar un acuerdo eficaz queda ilustrado por las palabras de la ministra de Medio Ambiente de Francia, Agnès Pannier-Runacher, durante la Conferencia de Naciones Unidas sobre los Océanos, celebrada en junio de 2025 en Niza: “Montañas de plástico están asfixiando nuestro ecosistema, contaminando las cadenas alimentarias y amenazando el futuro de nuestros hijos. Este es un momento crucial. No nos rendiremos".

La actitud de los grupos de presión y petroestados en el proceso negociador ha complicado aún más la posibilidad de establecer límites efectivos a la producción. Arabia Saudita, segundo mayor productor de petróleo y propietario de uno de los mayores gigantes petroquímicos, se ha erigido como líder del bloque de países que rechazan cualquier restricción al crecimiento industrial del plástico. De acuerdo con testimonios citados por The Guardian, la obstrucción de este grupo no es novedosa y utiliza “todos los mecanismos procesales para impedir el progreso” empleando vastos recursos financieros y experiencia en negociaciones climáticas.

El componente de presión industrial no solo se percibe en las posturas oficiales, sino también en el ambiente de trabajo. Numerosos científicos y activistas relataron episodios de acoso durante las reuniones, con intimidación directa a quienes defienden una reducción drástica de la producción. La profesora Bethanie Carney Almroth, ecotoxicóloga sueca, declaró: “Me han acosado e intimidado muchas otras veces (...) en reuniones externas, en eventos paralelos, también en congresos científicos, por correo electrónico, etc.”.

El peso de los lobbies corporativos alcanza niveles inéditos. En las últimas conversaciones de Busan, la presencia de 220 lobbistas corporativos superó ampliamente la delegación del país anfitrión y triplicó la de científicos independientes. La industria se ha asegurado no solo presencia formal sino acceso privilegiado a sesiones reservadas. Según un documento citado por The Guardian, esto “margina la evidencia científica en favor de las agendas corporativas”.

La presión industrial y losLa presión industrial y los petroestados frenan acuerdos vinculantes en la ONU (EFE/EPA/Tannen Maury)

Los científicos tampoco consiguen hacerse escuchar con claridad. La Coalición de Científicos para un Tratado Eficaz sobre Plásticos (SCEP), que asiste a delegaciones y gobiernos de países con menos recursos, denunció dificultades para que sus críticas y aportes sean tenidos en cuenta en los informes oficiales. “No pudimos identificar las lagunas de conocimiento, los malentendidos ni la desinformación que requieren aclaración, a menudo difundidos por actores con conflictos de intereses”, denunciaron integrantes de SCEP.

Esta realidad genera, para la comunidad científica, una sensación de déjà vu respecto a las décadas de negacionismo en torno al tabaco: “Es la estrategia del tabaco: desafiar la ciencia, desafiar al mensajero, intentar silenciar a la gente, intentar socavar su credibilidad”, expresó Carney Almroth.

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