
Muchas de las personas que comparten su vida con un perro han experimentado la sensación de que su mascota sabe exactamente lo que están pensando, sintiendo, e incluso parece anticipar lo que va a suceder, por lo que surge la inquietud sobre si esta percepción responde únicamente a un fuerte vínculo afectivo o si, por el contrario, existe una base científica que la sustente.
La respuesta es sencilla y, al mismo tiempo, compleja, pues diversos estudios en neurociencia y comportamiento animal sugieren que, aunque los perros no pueden “leer la mente” en el sentido literal, sí poseen habilidades extraordinarias para captar y responder a las emociones humanas y señales de carácter social.
Laura Elin Pigott, profesora de Neurociencias en la Universidad South Bank de Londres, explica que la historia compartida entre humanos y caninos, a lo largo de miles de años de evolución conjunta, ha moldeado la capacidad de los perros para sintonizar con nosotros.
En un artículo publicado en la plataforma editorial The Conversation, señala que los canes no solo responden a nuestras palabras, sino también a nuestra voz, expresiones faciales y hasta señales químicas emitidas por el cuerpo humano.
En otras palabras, nuestros perros no necesitan entender el lenguaje verbal para “saber” cómo nos sentimos. A través de un complejo entramado de indicadores sensoriales, son capaces de percibir nuestros estados emocionales con una precisión que a veces parece irreal, pero que la ciencia es capaz de explicar.

Investigaciones de neuroimagen han demostrado que el cerebro canino presenta regiones especializadas en procesar sonidos vocales, muy similares a las que encontramos en el cerebro humano. Por ejemplo, un estudio titulado “Las regiones sensibles a la voz en el cerebro del perro y del humano se revelan mediante fMRI comparativa”, reveló que en la corteza temporal de los perros se activan áreas específicas al escuchar voces humanas, especialmente si contienen una carga emocional, como la risa, el llanto o el enojo.
Sumado a ello, además del procesamiento auditivo, los perros muestran una sensibilidad notable hacia los rostros humanos. Para comprobarlo, investigadores de la Universidad de Varsovia, en una revisión sistemática publicada bajo el título “Resonancia magnética funcional en la investigación sobre la cognición canina”, descubrieron que al mostrar imágenes de rostros conocidos a perros, sus cerebros activaban regiones relacionadas con la recompensa y las emociones.
Pero la percepción emocional no se detiene ahí, pues estudios en Japón revelaron un fenómeno conocido como “contagio emocional”. En uno de ellos, publicado en 2019, se observó que algunos cánidos sincronizaban su ritmo cardíaco con el de su dueño durante momentos de tensión, lo que indicó una resonancia emocional auténtica, no basada en el pensamiento lógico, sino en la empatía instintiva y el fuerte vínculo afectivo que comparten con sus humanos.
Dicha empatía se manifiesta en comportamientos cotidianos como bostezar cuando su dueño lo hace o reaccionar con incomodidad ante señales de ansiedad. Así, más que imitar, los perros parecen reflejar emocionalmente lo que perciben, lo cual es una forma primitiva de conexión social.

Uno de los hallazgos más fascinantes en el estudio del vínculo entre humanos y perros tiene que ver con la química cerebral. La oxitocina, una hormona relacionada con el apego, la confianza y el afecto, popularmente conocida como “la hormona del amor”, se libera tanto en humanos como en canes cuando mantienen contacto visual.
Así lo demostró un estudio titulado “El ciclo positivo de la mirada de oxitocina y la coevolución de los vínculos entre humanos y perros”, donde se observó que tras mantener miradas prolongadas, tanto los dueños como sus perros mostraban un aumento significativo en los niveles de esta hormona.
El contacto visual no es la única vía, pues los lomitos también son expertos en interpretar el lenguaje corporal y las expresiones faciales humanas. De acuerdo con investigaciones publicadas en la revista Cereb Cortex Commun, los canes pueden diferenciar una sonrisa de una expresión de enojo incluso cuando se les presentan fotografías. Además, al igual que los humanos y otros primates, muestran una tendencia a fijarse más en el lado izquierdo del rostro humano, que es donde suelen manifestarse con mayor claridad las emociones.
Los cánidos emplean múltiples sentidos para evaluar cómo nos sentimos, por ello, son capaces de detectar señales químicas invisibles para nosotros. Un estudio de 2018, titulado “Transmisión interespecies de información emocional mediante señales químicas: de humanos a perros”, demostró que estos animales reaccionaban con mayor ansiedad al oler el sudor de personas que habían sentido miedo, comparado con muestras de individuos que estaban felices.
Este tipo de sensibilidad química muestra que nuestros estados emocionales pueden influir directamente en el bienestar de los perros con los que nos relacionamos. No se trata únicamente de gestos o sonidos, sino de una percepción holística que abarca todos los canales posibles de comunicación emocional.
Si bien no hay evidencia de que los lomitos puedan leer pensamientos como lo haría un telépata, aunque no son capaces de comprender conceptos abstractos como los pensamientos o las intenciones, captan perfectamente lo que proyectamos. Así, a través de una mezcla de observación, olfato, audición y vínculo emocional, logran una empatía interespecie pocas veces vista en el reino animal.