
En una parte del despacho de la legisladora Berenice Iañez ondea por lo alto una bandera argentina con las Islas Malvinas en el centro. En esa misma mesa, también está Diego Armando Maradona inmortalizando el gol de todos los tiempos, dejando en el camino a cuanto inglés se le cruce en el camino.
Delante de toda esa postal cargada de simbolismo, heroísmo y mística se erige la figura de Fernando Signorini, declarado como Personalidad Destacada en el ámbito del Deporte por la Legislatura porteña. Y por medio de un proyecto elaborado por la diputada y autora Iañez, junto a los coautores Juan Pablo O’Dezaille y Maia Daer.
“Todo lo que he hecho y hago, y ojalá lo que pueda hacer, no lo hago pensando absolutamente en ningún reconocimiento, porque sería una manera perversa de entender lo que es el verdadero significado de alguien que está en el deporte. Y comprometido con la idea de defenderla y de que sea una maravillosa excusa para ser feliz, como alguna vez me legó César Luis Menotti”, destacó Signorini a Infobae, sobre esta nueva distinción por parte de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
-¿Cuál crees que es el motivo de tu reconocimiento?
-Creo que a mí no me están reconociendo por los resultados, porque yo de hecho no gané absolutamente nada. Sino creo, y eso sí me deja tranquilo, que es por mi compromiso en la defensa de los valores y del fútbol como fantástico argumento formativo y cultural.

-Trabajaste con muchísimos cracks y haces mucho hincapié en los valores y la educación. ¿Cómo se los prepara y cómo se los educa?
-Hoy es muy complejo, sobre todo cuando vos llegas a equipos que están jugando por cosas importantes porque el resultado manda. Entonces, cuando vos empezás es un trabajo casi de orfebre, para ayudar a que ese diamante pueda lucir todas sus cualidades. Es fundamental no olvidar la formación en las categorías competitivas, pero comenzarlas desde los primeros años. Entrenar en el área formativa es, ante todo, educar en valores, pero también educar en ideologías y enseñarle cuál es el origen de todo esto. Inclusive en el fútbol, cuál es el compromiso que el jugador tiene que tener porque, gracias a otros que en décadas pasadas hicieron del fútbol esta fantástica pasión de multitudes, hoy ellos están jugando. Entonces, ante cada injusticia que se cometa por parte del poder, que tiende ser como siempre y ahora creo más que nunca perverso y miserable, se tienen que animar a abrir la boca y a defender lo que es suyo.
-¿Qué sucedería entonces?
-Si los jugadores se decidieran, el fútbol sería de ellos y no existirían aquellos que se encaraman a lugares de decisión o a jerarquías que no les corresponden. Si los jugadores no les corresponderían, si los jugadores realmente se prepararan, se unieran y se decidieran a tomar las riendas del fútbol. Eso a mí no me cabe ninguna duda.
-En esa relación se me ocurre que podrían entrar las apuestas deportivas.
-Son el mundo mismo. La mayoría de los gobiernos del mundo están haciendo lo imposible para tratar de evitar los gravísimos problemas de conducta y emocionales que produce este tipo de entretenimiento, no de juego en edades formativas y en edades adolescentes. Lamentablemente tenemos que los equipos de fútbol y hasta creo que la Selección Argentina campeona del mundo y su arquero hacen publicidad inclusive. Los Estados tendrían que intervenir y prohibir de una vez y para siempre ese tipo de nocivas influencias que ejercen, sobre todo en las edades tempranas.
-¿Qué es un jugador sano, bajo tu concepción?
-Es aquel que puede disfrutar plenamente de todos sus recursos. No solamente físico, sino también emocionales, psicológicos o mentales. Desgraciadamente, hoy el deporte de alta competencia es más una patología que una posibilidad de ser feliz. Antes, cuando íbamos a jugar, íbamos con una sonrisa porque íbamos a jugar y a divertirnos. En la entrada de los equipos a la cancha de la final del campeonato argentino y de la Champions League había como un rictus de impotencia y de temor. Las presiones que se ejercen son tan brutales y a los chicos no se los preparan ni siquiera para poder hacerse cargo de ella. En Argentina sucedieron casos brutales, donde vemos que se suicidaron chicos en edades juveniles porque no pueden soportar el hecho de quedar fuera de las convocatorias de sus planteles. Y de eso nadie habla.

-¿Qué rol ocupan los medios de comunicación?
-Desde la mayoría de ellos, que se disfrazan de traje y corbata para comentar fútbol, dicen que hay que ganar de cualquier manera, que el segundo es un fracaso. Lo dicen ellos, que nunca ganaron absolutamente nada ni a nadie y que son beneficiados; en este sistema perverso se da eso de que decía en su momento Karl Marx, cuando trataba de explicar que los sistemas siempre buscan argumentos para manipular a las sociedades; que es lo mismo que dice Chomsky en uno de los diez puntos de la manipulación de las masas. Antes era la religión y como dijo Marx, se usaba como opio de los pueblos. Hoy, como la religión está perdiendo su hegemonía en muchos lugares, el sistema perverso y miserable detectó en el fútbol un argumento maravilloso para hacernos frívolos, estúpidos, groseros y vulgares.
-En un fútbol cada vez más táctico y físico, ¿el rol del preparador cobra más notoriedad que antes?
-Desgraciadamente, sí. Y queda demostrado porque se privilegia el músculo por sobre la posibilidad de ayudar a los jugadores a que se enriquezcan, conociendo la mayor cantidad de conceptos posibles y que los hagan jugar a favor de la eficacia. Correr corre cualquiera, pero acá se trata de jugar. El fútbol es un hecho cultural nacido en las clases populares, que está mucho más cerca del hecho artístico que del científico. Cuando todavía no había gimnasios, no había GPS, no había neurociencia y no había drones, había equipos maravillosos. Y no había ni siquiera ninguno de estos alardes tecnológicos que cada vez confunden más. Antes, cualquiera de los chicos que jugaban en el 78 y en el 86 jugaban entre ocho y diez horas por día en absoluta libertad, sin que nadie les pusiera límites a su creatividad. Jugar era más importante todavía que ganar, a pesar de que se juega para ganar.

-Entre tantísimos grandes jugadores trabajaste con Diego Maradona y Lionel Messi. ¿En qué se parecen ambos?
-Los dos son inexplicables, nacieron para asombrar y para que uno se quede con las ganas de encontrar palabras como para decir qué son lo que son. Ni siquiera ellos podrían decir por qué juegan como juegan. Vos fijate que Leo tiene dos hermanos varones que no pueden hacer eso con las cuatro extremidades.
-¿Y en qué se diferencian?
-En el carácter. Diego nació siendo rebelde, mientras que Leo es de otra forma, tal vez producto de otro ambiente familiar y social; pero eso no cambia absolutamente nada. Son dos jugadores, quizás son leyenda.
¿Qué pensás de las comparaciones sobre quién fue el mejor de todos?
-Sería una debilidad de carácter ponerse a pensar en eso que como muchos dicen, quién es el mejor de la historia. Primero tenés que tener 130 años para saber, para haberlo visto todo. Pero en segundo lugar, para saber quién fue mejor tendrían que haber jugado los mismos partidos contra los mismos rivales, en las mismas condiciones y eso es imposible. Y sumo Pelé, a Cruyff, a Ronaldinho, a Di Stéfano y a los que vos quieras. Pero no soy tan estúpido porque a los mejores no los comparo, los disfruto. Tenemos tanta suerte de haber sido generacionales.
-En una entrevista a este medio dijiste que Diego le dio a tu vida más colores que el arcoíris. ¿Qué te genera todo lo que está sucediendo con el juicio por su muerte?
-Desde el primer momento no entendí por qué se hacía público lo privado, cuando me hicieron llegar una foto que le habían sacado y que estaba en el juicio. ¿Por qué tanto morbo? Entonces decidí alejarme, deseando simplemente que los encargados de impartir justicia hagan eso, que hagan justicia y que no sea ni siquiera que tomen a nadie como ejemplo para darle de comer a las fieras que están esperando. Y después, todo lo que pasó en estos últimos días (la revelación de los videos de la jueza Julieta Makintach) me da mucha tristeza. Es un síntoma de desesperanza por un país maravilloso, y sobre todo por los niños que están esperando otro tipo de de mensajes, que tengan que ver con la nobleza, con la honestidad, con la solidaridad y con la justicia. Sin eso vamos a seguir siempre encajados en el mismo pozo y la evolución de la sociedad, hacia un futuro distinto y más luminoso, va a ser imposible.

-Por otro lado, tengo entendido que tuviste una experiencia de trabajo con Juan Román Riquelme.
-Sí, en Barcelona. Fui convocado para trabajar con él y estuve dos meses. Habíamos hecho un acuerdo de palabra de tres meses, pero al segundo mes me volví porque él quería hablar de fútbol, no quería entrenar. Entonces le dije que me voy y me pregunta ‘¿cómo te vas? ¿Falta un mes, no?’ y yo le respondí ‘¿Para qué te voy a obligar si a vos así te alcanza, te sobra y sos feliz?’ Y me volví. Pero él es un jugador extraordinario de otro planeta, otro más que no se puede explicar.
-Te gusta mucho la lectura. ¿Qué tres libros no pueden faltar en una biblioteca, según Signorini?
-“Por qué no soy cristiano” (1927) de Bertrand Russell, que fue un libro que a mí me cambió la vida. Lástima que lo leí a los 32 años. De este lado del mundo, “Las venas abiertas de América Latina” (1971), que es un libro fundamental de Eduardo Galeano. Y para bajar un poco el tono o la complejidad, sugeriría leer el libro de “La sociedad de la nieve” (2008), que es la historia maravillosa de los 16 sobrevivientes de la tragedia de los Andes, porque es un libro que deja muchas cosas y sobre todo desde el punto emocional. Ahora que se habla de tantos libros de autoayuda, creo que no hay uno mejor que ese para explicar hasta dónde puede llegar un ser humano, cuando pone en marcha esa idea de que todo es posible.
-Por último, ¿con qué deportista te gustaría o te hubiese gustado trabajar?
-Con los Ricardo Centuriones de cualquier deporte. Lo nombro a él como un emblema, pero a todos los que, como él, padecen también la perversidad del sistema, de la gente, de los periodistas y de los dirigentes. Ellos merecen y deben tener la posibilidad de que unos los ayude desde otro lugar, exigiéndoles menos y entregándoles más, sobre todo el tiempo y la oreja. A ellos hay que escucharlos, no son vasijas que hay que llenar de palabras, son antorchas a las que hay que encender y darles la posibilidad de que se expresen. A veces me pregunto qué hubiera sido de ellos si no hubieran sido buenos jugadores de fútbol los que ahora se les acercan para la foto, para invitarlos a sus mansiones y ofrecerles negocios. Si ellos no hubieran sido buenos jugadores, ¿se hubieran preocupado y dirían como dicen que los quieren tanto? No, no los quieren. Los desprecian, pero los necesitan.