
Durante los meses fríos, las mandarinas se convierten en aliadas habituales: fáciles de pelar, dulces, prácticas, y cargadas de vitamina C, uno de los nutrientes clave para atravesar el invierno. Pero detrás de la fruta, su cáscara —esa que suele terminar en la basura— guarda un potencial poco aprovechado.
Desde Mayo Clinic, señalan que los cítricos en su conjunto aportan fibra, flavonoides y compuestos antioxidantes capaces de fortalecer el sistema inmune y mejorar la salud metabólica. La piel de la mandarina, en particular, concentra aceites esenciales y fitonutrientes que pueden aprovecharse en infusión, tanto en contextos culinarios como de autocuidado cotidiano.
En la tradición china, se la seca al sol y se convierte en chen pi, un ingrediente de uso habitual en tés medicinales. En América Latina, en cambio, el té de cáscara de mandarina se ha transmitido como saber popular vinculado al alivio digestivo y al confort en los días frescos. Ya sea por su perfume cítrico, por sus beneficios digestivos o por sus usos ambientales, esta infusión se abre paso como una alternativa saludable, simple y sin residuos.

La cáscara de mandarina contiene un conjunto de sustancias bioactivas, entre las que se destacan los flavonoides (como la hesperidina y el tangeretin), los carotenoides, la vitamina C y los aceites esenciales, con efectos comprobados sobre el sistema digestivo e inmunológico. Según WebMD, estos compuestos favorecen una digestión saludable, ayudan a aliviar la sensación de hinchazón y estimulan el tránsito intestinal. Además, actúan como antioxidantes naturales, lo que contribuye a reforzar el sistema inmune y proteger al organismo frente a los radicales libres, especialmente en épocas de resfriados y gripes.
En particular, el tangeretin ha mostrado potencial para reducir los niveles de colesterol y favorecer la salud cardiovascular. Mayo Clinic resalta que los cítricos son una fuente importante de flavonoides con efectos protectores sobre los vasos sanguíneos, lo que puede contribuir a una mejor circulación y a la prevención de enfermedades crónicas. En paralelo, su aroma cítrico aporta un efecto relajante gracias al limoneno, una molécula presente en los aceites esenciales que, ayuda a reducir el estrés y mejorar el estado de ánimo.

Preparar esta infusión en casa no demanda más que unos pocos minutos, agua y restos de fruta. Aun así, conviene seguir ciertos pasos para evitar que el sabor se vuelva amargo y aprovechar al máximo sus propiedades.
Ingredientes:
- Cáscara de una o dos mandarinas (lavadas previamente)
- 1 taza de agua
- Opcional: jengibre fresco, ramita de canela, clavo de olor o miel
Instrucciones:
- Lavar las cáscaras con agua y cepillo, especialmente si no son orgánicas.
- Colocarlas en una olla pequeña con agua.
- Llevar a hervor, bajar el fuego y dejar cocer entre 5 y 10 minutos.
- Retirar del fuego, colar y servir caliente.
- Si no se consume de inmediato, retirar las cáscaras para evitar que la infusión adquiera un sabor amargo.
Para quienes quieran conservar las cáscaras, es posible dejarlas secar sobre un paño durante varios días o colocarlas en horno suave. Una vez secas, pueden guardarse en frascos herméticos y utilizarse como base de infusiones durante todo el invierno.

Además de su valor nutricional, las cáscaras secas de mandarina tienen múltiples usos en el hogar. Al exponerlas al sol, se intensifica su fragancia natural y se activan sus compuestos volátiles. La cáscara de mandarina contiene compuestos que pueden ayudar a la salud, como antioxidantes y vitamina C, que pueden ser liberados al secarse al sol.
Una vez secas, se utilizan como ambientadores naturales, especialmente en cocinas, estufas o ambientes cerrados. El aroma cítrico de las cáscaras secas puede refrescar cualquier ambiente y, de hecho, muchos deciden colocarla sobre la estufa.

Otra función destacada es su uso como repelente natural de insectos. Al ubicarlas cerca de puertas o ventanas, su olor ayuda a mantener alejadas ciertas plagas, sin necesidad de químicos artificiales. En el terreno gastronómico, también pueden aprovecharse como condimento en infusiones especiadas, vinagretas, postres o licores caseros.
Lejos de ser un simple desecho, la cáscara de mandarina seca reúne propiedades funcionales, sensoriales y sostenibles que permiten transformar un residuo habitual en una solución práctica y saludable.