Lo que para una pareja francesa fue una decisión íntima y significativa terminó convirtiéndose en un inesperado caso judicial.
Eric Taylor y su esposa decidieron llamar a su hija recién nacida Elizabeth, un nombre tradicional que honra la herencia británica del padre y rinde tributo a la Reina Isabel II. Sin embargo, al unirse con su apellido, el nombre completo coincidió con el de la famosa actriz de Hollywood, Elizabeth Taylor, lo que generó una fuerte controversia.
Las autoridades de la ciudad de Albertville, donde vive esta familia, al registrar el nombre, activaron un protocolo inusual: alertaron sobre la posible exposición de la menor a burlas, acoso escolar o situaciones embarazosas debido a la homonimia con una figura pública de fama internacional. Ante ello, citaron a la pareja a los tribunales e iniciaron un procedimiento para cancelar legalmente el nombre.
Una elección con valor personal, no mediático
Eric Taylor declaró a medios locales que la elección del nombre no tenía relación con el mundo del espectáculo. “Para nosotros, Elizabeth representa una conexión emocional y cultural. Es el nombre de mi abuela, y también una referencia a la monarquía británica que forma parte de nuestras raíces”, explicó.
La familia nunca imaginó que esta decisión desencadenaría una batalla legal. En sus palabras, todo el proceso fue “una experiencia desproporcionada, cargada de estrés y frustración innecesarios”. Los padres alegaron que el nombre en sí no es ofensivo, ni extravagante, ni inventado. “No estamos hablando de algo como Darth Vader o Terminator. Es un nombre clásico y digno”, subrayó Taylor.
El caso llamó la atención pública no solo por lo insólito del motivo, sino por el debate que reabrió en torno a los límites de la libertad parental al nombrar a sus hijos. Según los funcionarios que iniciaron el proceso, se trataba de proteger a la menor de posibles consecuencias negativas en su desarrollo social y psicológico, argumentando que el nombre completo podría generar burlas, confusión o presión indebida al compartirlo con una celebridad.

Aunque no se trató de una prohibición directa, el sistema activó un mecanismo legal que obligaba a los padres a justificar su elección ante un juez. Esta medida, para muchos, pareció excesiva frente a una situación que, en otras partes del mundo, pasaría inadvertida.
La justicia respaldó el derecho a los padres de elegir el nombre de su bebé
Tras evaluar los argumentos y el contexto presentado por la pareja, el tribunal falló a favor de los padres. La pequeña podrá mantener su nombre completo: Elizabeth Taylor. La sentencia fue recibida con alivio y emoción por la familia.
“Nos escucharon. Pudimos demostrar que no había mala intención, sino un deseo sincero de dar a nuestra hija un nombre con significado”, declaró el padre al salir del tribunal. “Ahora podemos seguir adelante, con la tranquilidad de que hemos defendido nuestra decisión con dignidad”.
El fallo sienta un precedente simbólico sobre los límites entre la protección infantil, la libertad individual y el peso de los referentes culturales en las decisiones familiares.
Un debate global: ¿puede prohibirse un nombre por parecerse al de un famoso?
Este caso no es aislado. A nivel mundial, han existido múltiples controversias por nombres que coinciden con figuras públicas, marcas, personajes ficticios o incluso, términos poco convencionales. En Francia, por ejemplo, se ha vetado el uso de nombres como “Nutella” o “Griezmann”. En Islandia, los padres deben elegir nombres aprobados previamente por una comisión oficial. Y en Alemania, los nombres deben indicar claramente el género del niño y no pueden atentar contra su bienestar.
No obstante, casos como el de los Taylor demuestran que incluso los nombres tradicionales pueden ser cuestionados si coinciden con personalidades ampliamente conocidas. Para los expertos en derecho familiar, el equilibrio entre libertad y protección infantil sigue siendo un territorio delicado.
Ponerle nombre a un hijo es uno de los actos más personales y simbólicos que pueden realizar los padres. Refleja afecto, aspiraciones, herencias culturales e incluso esperanzas para el futuro. Sin embargo, en un mundo donde la identidad se cruza con lo mediático, la percepción social puede influir fuertemente en decisiones que deberían ser puramente familiares.
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