“La ropa es un montón de información y despierta una narrativa en el otro que piensa cosas a partir de lo que ve”, afirmó Nicolás Zaffora, asesor de imagen y especialista en imagen masculina, durante su paso por el estudio de Infobae en Vivo. Con una conversación que abordó desde la elección de materiales hasta los códigos de formalidad y la influencia cultural, Zaffora detalló cómo el vestir sigue siendo una herramienta esencial de comunicación no verbal, tanto en lo profesional como en lo personal.
Estas declaraciones fueron realizadas en diálogo con Infobae en Vivo, durante el programa de la tarde, que cuenta con la conducción de Jesica Bossi, Diego Iglesias, María Eugenia Duffard y Federico Mayol. En este contexto, Zaffora profundizó sobre los factores que moldean la imagen pública de una persona, desde la elección del traje adecuado hasta cómo la ropa proyecta autoridad, accesibilidad o desinterés según su uso.
Uno de los ejes del diálogo giró en torno al traje masculino y cómo su estructura y estilo varían con el tiempo. Según Zaffora, la década actual (2020-2030) recupera la estética de los años 50, alejándose del estilo entallado de la década anterior. “Los pantalones ya no son tan finitos como del 2010 al 2020. Ahora tienen pliegues, el tiro es alto y las chaquetas no son tan cortas, aunque siguen entalladas”, explicó. Esta vuelta a las siluetas más tradicionales responde, según él, a un patrón cíclico dentro de la moda masculina, donde cada generación reinterpreta elementos del pasado.

Zaffora también distinguió entre los materiales y sus niveles de formalidad: “Las corbatas pueden ser de seda, lana, algodón o lino, cada una con su carga simbólica. Por ejemplo, una corbata de lana, como la que tengo puesta, es informal, y la elegí para mostrar cercanía, no distancia”. Esa elección, dijo, fue intencional y parte del mensaje que buscaba transmitir al participar del programa.
Consultado sobre combinaciones inusuales como traje con zapatillas o saco con remera, fue claro: “Depende de la escala de formalidad de la situación. Puede ser agradable pero inapropiado. No todo lo agradable es apropiado, ni todo lo apropiado es agradable. Son categorías distintas y hay que saber diferenciarlas”.
Otro punto clave de la conversación giró en torno al color y su rol en la comunicación. “Los colores claros como primera capa y los oscuros como segunda generan profundidad, muestran profesionalismo y dan seguridad”, explicó. En cambio, invertir esta lógica —por ejemplo, usando remera oscura debajo de un saco claro— puede generar “una narrativa distinta, menos estructurada, incluso misteriosa”, ideal para contextos informales como una cita, pero no para ambientes laborales.
En cuanto al uso de pañuelos y detalles de estilo, Zaffora confesó: “Me llevó bastante tiempo parecer que no me llevó nada de tiempo. Lo puse tres veces. Esa naturalidad con cierto descuido es bastante apreciada. Los italianos lo llaman sprezzatura”. Esta estética de esfuerzo invisible, dijo, es una cualidad asociada con la elegancia masculina.

Respecto al uso del traje cruzado y la cantidad de botones que deben abrocharse, explicó que en trajes de dos botones solo se abrocha el primero, mientras que en los de tres botones, el central es el principal. “El botón que se abrocha es el que me muestra mejores proporciones”, puntualizó. También aclaró que el traje cruzado sigue vigente, sobre todo en Europa, aunque en el mercado argentino “se ve poco” debido a su conservadurismo.
La conversación también incluyó una mirada cultural e histórica sobre el vestir. Por ejemplo, explicó que la elección del zapato negro versus marrón tiene raíces prácticas: “El zapato negro tiene sentido en contextos urbanos como el Londres del siglo XVIII, donde el hollín lo manchaba y no se notaba. El marrón, en cambio, es más de campo, donde la tierra hace lo mismo”. Y concluyó: “No son colores para combinar con el outfit; hablan del piso”.
Un tema que generó especial interés fue la incorporación de la corbata en la moda femenina. Zaffora celebró la tendencia, pero fue categórico: “Históricamente, el vestido fue la prenda que más se desarrolló en el cuerpo femenino. Es insuperable y es el tope de gama en la escala de formalidad. El traje femenino, aunque queda bárbaro, está un escalón abajo”. No obstante, reconoció que “esa masculinidad feminizada en la mujer genera algo misterioso que no termino de entender, pero funciona”.
Al ser consultado por la “desprolijidad” como elemento estético masculino, el especialista citó a los clásicos: “La masculinidad siempre pide algo de descuido. Tenemos un enfoque profundo y perdemos el resto. La perfección es inherente a la feminidad. Nosotros no lo somos”. Según explicó, este rasgo de ligera despreocupación es percibido como auténtico en los hombres, en contraposición a la precisión asociada a la estética femenina.
Zaffora remarcó que cada contexto humano implica una escala de formalidad y que vestirse acorde a ella es un signo de madurez social. “Si me invitan a un evento con ciertos códigos, es respetuoso cumplirlos. Eso genera previsibilidad. Vestirse inapropiadamente genera confusión. La ropa, la gestualidad, todo muestra cómo me quiero relacionar con los demás. Es parte de la arquitectura relacional”, concluyó.
Con un enfoque que combinó psicología, sociología y conocimiento técnico de la sastrería, Zaffora dejó en claro que el atuendo no es solo una cuestión de estética, sino una herramienta poderosa para construir identidad, comunicar intenciones y generar impacto. Desde la elección de la tela hasta la combinación de colores, todo habla antes que las palabras.
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• De 9 a 12: Gonzalo Sánchez, Carolina Amoroso, Ramón Indart y Cecilia Boufflet.
• De 18 a 21: Jesica Bossi, Diego Iglesias, María Eugenia Duffard y Federico Mayol.
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