Qué observar para saber si se está frente a un autócrata

hace 1 día 3
Vladimir Putin, Xi Jinping, NicolásVladimir Putin, Xi Jinping, Nicolás Maduro y Daniel Ortega

El Partido Comunista Chino (PCC) se ve a sí como un órgano democrático. Juzga a la organización política nacional como una democracia por el sólo hecho de que existe algún tipo de discusión política en las tradicionales casas de té. Esa generosa autopercepción intelectual escandalizaría a aquellos que juzgan solo en el wokismo occidental tal tipo de desvío o exageración ocular.

CGTN -uno de los canales que el régimen conducido por Xi Jinping utiliza para enmascararse en el exterior- dio una simpática definición al respecto en octubre de 2022 en un artículo que tituló "China, un modelo único de democracia para el mundo".

Era plena salida de la pandemia del Covid -en la mayoría de los países- cuando una ola de pensadores intentaba imponer la idea de que durante esa tragedia humanitaria las decisiones tomadas por gobiernos “fuertes” fueron más efectivas que aquellas que se demoraban en los resortes de la democracia.

Así, mandatarios como el propio Xi, Vladimir Putin o el húngaro Viktor Orban, ganaban adeptos que los idolatraban por sus decisiones firmes y sin oponentes que actuaran como adversarios políticos o diques de contención. En esos países los opositores son eliminados o suprimidos del debate público.

En ese contexto del coronavirus -pandemia originada y censurada en China, donde murieron millones de personas-, Moscú y Beijing buscaron también generar impacto internacional al presentar vacunas contra la cepa maldita. Ganaron aplausos de aduladores circunstanciales que los ayudaron en su construcción cultural. Pese a esa campaña pro-autocracias, las pócimas más efectivas y confiables no fueron aquellas sino las que se definieron en democracias occidentales.

Claro: redes y tsunamis de fake news sirvieron para formar una percepción de efectividad que impulsó la simpatía hacia esos “hombres fuertes” internacionales donde los resultados eran más importantes que los caminos que se transitaban. Lentamente, además, se instaló otra idea muy antidemocrática: la concepción de que la comunicación de esos grandes líderes debía ser “directa” entre la autoridad y el pueblo, de arriba hacia abajo, sin intermediarios. En otras palabras: sin periodistas ni prensa libre que molestaran. Todo muy 1930.

Pero volviendo a China y Rusia, que el PCC quiera atribuirse características democráticas es tan inverosímil y candoroso como que lo haga el propio Putin. En Rusia, a diferencia de China, no existe un partido único aunque la realidad dice lo contrario. Los opositores ingieren brebajes que los sacan de carrera, deciden bajar escaleras de manera poco convencional o utilizan ventanas en pisos superiores como si fueran puertas en planta baja.

De esta manera, Putin -y su estructura política y económica- logró mantenerse en el poder durante casi tres décadas. Pese a esos -¿cómo llamarlos?- “matices”, el hombre se siente un demócrata completo.

Lo mismo le ocurre a Orban, quien cada vez que lo tildan de autócrata o poco democrático se siente con derecho a ofenderse. A su sistema político él lo define como “democracia iliberal”. Hungría está inmersa en plena Unión Europea y es miembro OTAN.

Orban llegó al poder por primera vez en 1998 bajo estándares liberales y democráticos y luchando contra las secuelas de los regímenes comunistas que gobernaron al este de Europa durante décadas. Sin embargo, después de una primera administración como primer ministro, perder elecciones y pasar a la oposición debió cambiar su discurso y sus políticas hasta volcarse a un conservadurismo muy similar al que administró la nación bajo la tutela soviética. Las frustraciones populares de dos gobiernos socialistas ruinosos para la sociedad le abrieron nuevamente las puertas al poder en 2010.

Nota: irónicamente, fue la fundación de George Soros -paradigma del wokismo para muchos- quien financió los primeros años de su movimiento allá por los años 80. Mejor olvidar algunos detalles o agradecimientos.

El primer ministro húngaro hace 15 años que dirige ininterrumpidamente los destinos de su pueblo sucediéndose a sí como el propio Daniel Ortega o el ya extinto Hugo Chávez.

En América Latina las autocracias/dictaduras son menos sofisticadas y configuradas por Cuba. Las persecuciones a los opositores son a cielo abierto y las torturas, desapariciones, exilios, encarcelaciones, secuestros y proscripciones son diarias.

En Venezuela, en la última semana, el dictador Nicolás Maduro detuvo a más de 70 miembros del partido político opositor Vente Venezuela. Juan Pablo Guanipa -el colaborador más cercano a María Corina Machado- fue secuestrado el pasado 23 de mayo por fuerzas de tarea del régimen chavista.

Ortega, en Nicaragua, expulsó del territorio a centenares de opositores. Nadie en el país centroamericano puede aspirar a presentarse a elecciones libres. Las ONG desaparecieron. La Iglesia Católica es perseguida y acosada hasta económicamente. Fue el papa Francisco quien comparó al dictador con el nazismo en marzo de 2023 en una entrevista con Infobae. El viejo caudillo sandinista se convirtió en un auténtico Somoza.

La debilidad institucional y la frágil devoción democrática son caldos propicios para que en la región florezcan más “hombres fuertes”. De derecha o izquierda.

En el informe anual Democracy Report 2025: 25 Years of Autocratizaction, elaborado por el think tank Varieties of Democracy, V-Dem, de la Universidad de Gotenburgo, Suecia, se alerta sobre la fragilidad que padece la democracia en el mundo: en 2004 el 49 por ciento de la población vivía bajo regímenes autocráticos; en 2024 ese número alcanzó el 72 por ciento. Por el contrario, mientras que en 2004 el 51 por ciento vivía en democracias, ese guarismo descendió hasta colocarse en el 28 por ciento.

Las autocracias son ahora mayoría en el mundo. Según la medida hecha por Regimes of the World, el mundo cuenta ahora con 88 democracias (liberales y electorales) y 91 autocracias (electorales y cerradas). Se trata de un cambio radical con respecto al año pasado, cuando era al revés. 2024 marca la primera vez desde 2002 que hay más autocracias que democracias en el mundo. Es un duro recordatorio de hasta dónde ha llegado el declive democrático“, señala el informe.

En otro capítulo del paper de V-Dem se hace referencia al deterioro de la libertad de expresión como uno de los factores que atentan contra la democracia. Esos ataques se ven frecuentes no sólo desde lo más alto de las magistraturas sino también de corporaciones que pretenden desaparecer el debate público y a los medios.

En 2024, la pérdida de libertad de expresión es realmente alarmante. Se está deteriorando en 44 países, una cuarta parte de todos los países del mundo. No sólo se trata de un nuevo récord, sino también de un aumento sustancial con respecto a los 35 países del Informe sobre la Democracia del año pasado”, concluye V-Dem.

Puede resultar interesante -como ejercicio intelectual- identificar los ataques que desde el poder se hace a este derecho fundamental en países cuyas democracias aún sobreviven no sólo en el plano electoral, sino también institucional. Los dardos contra la prensa o los medios pueden resultar simpáticos para algunos políticos -principal foco de atención de la profesión periodística- , pero también ser indicio de un deterioro democrático. Una alarma muda de que una autocracia puede estar en gestación.

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