Rusia inició este miércoles ejercicios navales a gran escala en cuatro áreas clave: los océanos Pacífico y Ártico, y los mares Báltico y Caspio, según informó el Ministerio de Defensa. Las maniobras, denominadas “Tormenta de Julio”, se extenderán del 23 al 27 de julio y contarán con la participación de más de 150 buques, 120 aeronaves, 10 sistemas de misiles costeros y 15.000 efectivos.
El objetivo principal de los ejercicios es poner a prueba la capacidad de la Armada rusa para ejecutar operaciones no estándar, así como emplear armas de largo alcance y tecnología avanzada, incluyendo sistemas no tripulados.
“En el mar, las tripulaciones de los buques practicarán el despliegue en zonas de combate, la realización de operaciones antisubmarinas y la defensa de zonas de despliegue y actividad económica”, indicó el Ministerio.
Durante los ejercicios, las fuerzas rusas también practicarán “repeler ataques con armas de ataque aéreo, embarcaciones no tripuladas y drones enemigos, garantizar la seguridad de la navegación, atacar objetivos enemigos y grupos navales”, detalló el comunicado oficial.
El ejercicio está bajo el mando del almirante Alexander Moiseev, jefe de la Armada rusa. La operación se produce en un contexto de continuas tensiones internacionales y de una prolongada guerra en Ucrania, donde la Marina rusa ha sufrido varias pérdidas significativas desde el inicio del conflicto en 2022.
Rusia posee, según la mayoría de las clasificaciones públicas, la tercera armada más poderosa del mundo, por detrás de las de China y Estados Unidos.
Pese a su envergadura, la flota ha enfrentado desafíos operativos en el mar Negro, incluyendo la pérdida de buques de alto perfil durante la guerra. Las maniobras actuales buscan mostrar capacidades navales y cohesión estratégica en distintos frentes marítimos.
El gobierno de Rusia declaró el martes que no prevé “avances milagrosos” durante la próxima ronda de negociaciones con Ucrania programada para el miércoles en Estambul, según informó el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov.
Moscú adelantó que mantendrá sus exigencias maximalistas y reiteró que los puntos de vista de ambas partes permanecen “diametralmente opuestos”.
Las conversaciones, la tercera ronda directa en territorio turco, llegan bajo la presión del presidente estadounidense Donald Trump, quien impuso un plazo de 50 días a Rusia para alcanzar un acuerdo con Kiev, bajo la amenaza de severas sanciones.
Desde el inicio del conflicto en febrero de 2022, Rusia ha reiterado su disposición a dialogar, pero, de acuerdo con Peskov, “no hay ninguna razón para esperar avances milagrosos”.
“Tenemos la intención de defender nuestros intereses, garantizarlos y cumplir las metas que nos fijamos desde el inicio”, añadió el funcionario y aseguró que aún queda “mucho trabajo por hacer” antes de considerar un encuentro entre los presidentes Vladimir Putin y Volodimir Zelensky, tal como pide el mandatario ucraniano.
(Con información de REUTERS)