
Corea del Norte enviará 5.000 trabajadores de la construcción y 1.000 desminadores a Rusia, específicamente a la región de Kursk, donde soldados norcoreanos ya habían combatido junto a las fuerzas rusas contra Ucrania.
Así lo anunció este martes Serguéi Shoigú, secretario del Consejo de Seguridad de Rusia y ex ministro de Defensa, tras su encuentro con el líder norcoreano Kim Jong-un en Pyongyang. Se trata del tercer viaje del funcionario ruso a Corea del Norte desde marzo, una muestra más de la profundización del vínculo entre ambos países.
La decisión, según Shoigú, responde a una orden directa del presidente Vladimir Putin. El funcionario describió a los trabajadores como “brigadas de construcción militar” y dijo que su misión será restaurar las infraestructuras eléctricas, de comunicaciones y los edificios dañados, una vez que finalicen las tareas de desminado.
La zona de destino, Kursk, se ha convertido en un símbolo de la cooperación bélica entre Moscú y Pyongyang: en ese territorio fronterizo, unos 14.000 soldados norcoreanos participaron durante el invierno y la primavera en operaciones contra tropas ucranianas, hasta que las expulsaron del área en abril.
Si bien los medios estatales norcoreanos no confirmaron de inmediato el anuncio de Shoigú, las imágenes difundidas por canales rusos mostraron a Kim abrazando al enviado de Putin y afirmando que “nuestra cooperación se está profundizando”. Shoigú, por su parte, reiteró que su visita obedecía a un mandato presidencial: “Hay una orden del presidente. Debe ser cumplida”.
Según estimaciones de inteligencia surcoreana, al menos 15.000 trabajadores norcoreanos ya se encuentran en Rusia, pese a las sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU que prohíben este tipo de intercambios. Estos trabajadores, muchos empleados en el rubro de la construcción, cobran cerca de 800 dólares mensuales, aunque gran parte de sus salarios va a parar al régimen de Pyongyang, que obtiene divisas imprescindibles en un contexto de aislamiento internacional.

Para Rusia, cuya fuerza laboral ha disminuido drásticamente debido a la guerra, esta mano de obra representa un refuerzo oportuno.
El nuevo contingente se sumará así a una colaboración que desafía los marcos legales internacionales. El envío de personal norcoreano no se limita a la reconstrucción: Pyongyang ya ha aportado armas y tropas al conflicto, y ahora también escultores y arquitectos que trabajarán en la edificación de monumentos conmemorativos en ambas naciones, en honor a los soldados norcoreanos muertos en Kursk. “La hazaña que realizaron los militares coreanos —ahora camaradas de armas en la región de Kursk— debe, por supuesto, ser inmortalizada”, declaró Shoigú.
El funcionario ruso también anunció que ambas capitales están avanzando en la creación de un enlace aéreo directo, que no existe desde hace más de tres décadas. Este gesto logístico refuerza la proyección de una relación bilateral más estrecha y sostenida en el tiempo, cimentada en intereses geopolíticos compartidos.
Sin embargo, el fortalecimiento del eje Moscú-Pyongyang no ha pasado desapercibido para los aliados occidentales. Según reportes de inteligencia surcoreana, Rusia ya habría transferido a Corea del Norte tecnología militar sensible, incluyendo misiles de defensa aérea, drones, sistemas de guerra electrónica y conocimientos para lanzamientos satelitales. Esta cooperación técnica podría impulsar significativamente los programas de misiles y armas nucleares de Kim Jong-un.
En septiembre de 2024, los dos países firmaron un histórico tratado de defensa mutua, que compromete a cada parte a prestar asistencia si la otra es atacada. El pacto fue leído en Seúl y Washington como una amenaza directa a la seguridad regional y un signo de creciente desestabilización en Asia nororiental.