“Se acabó la diversión”, libro que narra los primeros años de la debacle cubana

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Residió un tiempo en Miami, luego en el sur de California. Le iba bien en una agencia de seguros, pero desde hace casi tres décadas se gana la vida diseñando, fabricando y vendiendo calzado, dentro y fuera de Estados Unidos. A los 21 años fue padre de una hija que le ha dado un hermoso nieto, tataranieto por línea paterna del pianista, compositor y director de orquesta Eliseo Grenet (1893-1950). En su blog, Cuba olvidada: Recordar el pasado es recuperar el futuro, aparece ya la portada de su próximo libro: El tren de los egos. Historia documentada del primer ferrocarril de Hispanoamérica (1834-1842), que saldrá a inicios de 2026. Después el tercero, una historia de La Habana desde 1859 hasta 1893. A propósito de la salida a la luz de su más reciente libro, Se acabó la diversión, Omar Sixto concedió esta entrevista a DIARIO LAS AMÉRICAS.

¿Por qué a los 16 años, cuando era estudiante de bachillerato en La Habana, ya no quería saber nada de Fidel Castro y su revolución, tampoco de socialismo y comunismo?

Creo que desde mucho antes tuve la certeza de que yo no iba a vivir en Cuba. Una de las cosas más asfixiantes del socialismo totalitario es el despojo que le hacen al individuo precisamente de su individualidad. En Cuba no eres un ciudadano, eres un peón del Estado, que decide, en mi caso con esa edad, que estudiarás. Luego, cuando terminas la universidad ese mismo Estado decide dónde trabajarás y cuánto te pagarán.

En esos finales de los ochenta los cubanos cautivos no podían comprar una casa pues el Estado lo prohibía, si tenías casa no podías remozarla pues el Estado es el dueño de los materiales de construcción. Y si lo hacías, la policía representante de ese Estado te citaba y te presentaba a un juez representante de los intereses del Estado.

Y así sucedía con todos los aspectos de la vida bajo el totalitarismo. No solo las casas, los autos, el transporte público, la medicina, la educación. El Estado decidía qué leías o qué veías, que música escuchar y cómo debías vestirte.

No sé si es algo intrínseco, pero yo nací libre. Tardé algo en darme cuenta, ese es el día en que tomas control de tu vida. Me le escapé al Estado incluso antes de irme de Cuba. Puedo decir que me fui con una sonrisa en los labios.

Que el texto inicial fuera redactado para una tesis universitaria de grado y no para un libro, ¿lo condicionó a usar un determinado lenguaje al referirse a Castro, tratándose de un autor residente en Miami, que se supone le diría dictador?

Del texto inicial solo quedan algunas estadísticas en “Se Acabó la Diversión”. Si no le llamo dictador a Fidel Castro es porque no fue necesario en toda la narración. Hasta ahora me percato de ese detalle.

El libro trata sobre cómo Castro tomó en sus manos el destino de Cuba y en menos de dos años convirtió las esperanzas de libertad de los cubanos en una dictadura comunista totalitaria. Hizo que un país, antes autosuficiente, pasara a tener una economía parasitaria hasta llegar al colapso actual.

Te refieres a residir en Miami y decirle dictador, se lo diría, aunque viviera en la Antártida. En La Habana le decía tirano, tengo un escrito que se llama “Las orejas del tirano”. Lo subiré próximamente a mi blog.

Entre numerosas revelaciones en su libro, en la pág. 421 encontramos una del entonces ministro de Hacienda, Rufo López Fresquet, quien al definir al movimiento sindical cubano dijo: "Los ataques más violentos contra los empresarios no fueron escritos por Castro o por los comunistas, sino por Eusebio Mujal, líder del Partido Auténtico que dirigió la CTC durante doce años (1947-1958)". ¿Que los cubanos nacidos después de 1959 supieran lo que ocurrió en la economía y la sociedad en esos primeros años del Gobierno Revolucionario, fue uno de sus objetivos al publicar “Se acabó la diversión” ?, que por cierto tiene una excelente portada y calidad de impresión.

Esa es exactamente la idea detrás de publicarlo. Soy testigo de cómo muchos cubanos, sobre todo los de las generaciones más jóvenes, que solo han conocido esa Cuba torcida que es la que impuso Castro y ahora está demoliendo la junta militar que la desgobierna. No saben que antes de 1959 esa isla era el hogar de un país próspero y pujante, competitivo e innovador.

Incluso bajo el gobierno inconstitucional de Fulgencio Batista los cubanos vivían en una sociedad libre, con una economía de mercado, con instituciones perfectibles pero operantes. Cuba tenía problemas como cualquier país de entonces o actual, no estaba en peor condición que México o Brasil, por poner un ejemplo. Y en esos dos países, independientemente de sus vaivenes políticos, no se impuso un comunismo totalitario arrasador de la riqueza y la iniciativa de sus ciudadanos.

En cuanto a la calidad de la impresión, es verdad, quedó muy bien. Gracias al nuevo mundo tecnológico y a San Amazon. No fue un trabajo fácil, la larga y minuciosa investigación, escribirlo y mantener un punto de vista equilibrado. También editarlo fue una tarea ardua, tengo la suerte de tener una editora tan excelente como estricta.

Uno de los más nombrados en el libro es Ernesto Guevara, más conocido en Cuba y el mundo por Che. ¿Por qué siempre es mencionado por su apellido y no por su apodo?

No conocí al individuo, por suerte. Nací un año después de que Castro lo mandara a morir a Bolivia. El uso del lenguaje es muy importante y Castro fue muy hábil utilizándolo. Todavía escucho a personas aquí, en los medios o en persona, que se refieren a ellos como Fidel, Raúl, Ché o Camilo. Como si fueran amigos, o familia.

A mí personalmente el personaje me repugna. No solo asesinó a muchos de mis compatriotas, sino que en sentido general tengo la impresión de se sentía superior a los que lo rodeaban. Un indicio de esto, lo menciono en el libro, es cuando firmó los nuevos billetes. No lo hizo como Ernesto Guevara, presidente del Banco Nacional de Cuba, sino solamente como Ché.

Guevara también es el más denostado. "La fagocitosis guevarista devoró a la Financiera Nacional de Cuba creada por Batista" (pág. e312). O "Guevara cometió uno de sus errores más profundos como presidente del Banco Nacional al aislar el sistema bancario cubano del sistema financiero y creditico mundial" (pág. 314). ¿Quién para usted fue el principal destructor de la economía y del sistema financiero a partir de 1959, Fidel Castro, Ernesto Guevara o Carlos Rafael Rodríguez?

El principal destructor de la economía cubana fue Fidel Castro, no solo de la economía, también de la política, el sistema judicial y hasta del entramado social. Yo nací en una Cuba que ya no era la de mis padres y la sociedad que sobrevive en la isla actualmente es muy diferente también a la que conocí en los veinte y seis años que viví allí.

Guevara fue un instrumento de Castro para ejecutar sus planes de lograr el control totalitario del país. Castro estaba más concentrado en el tema político-militar en un principio. Para lograr afianzar su dictadura nacionalizó y confiscó casi toda la economía del país. A Guevara lo puso en el tema bancario hasta que colapsó el sistema financiero del país. Luego lo pasó al ministerio de Industrias. Guevara nunca tuvo en su vida previa un empleo formal, Castro tampoco, y no tenía idea de cómo funcionaba una fábrica, y mucho menos de cómo operaba la economía de un país. El resultado estuvo pronto a la vista.

Su autosuficiencia fue causa de muchos desastres hasta que Castro lo alienó de cualquier actividad gubernamental. Primero lo mandó al Congo, allí tuvo que huir, pero salvó la vida. Luego lo desvió a Bolivia, a conocer su destino final.

Le sirvió más a Castro muerto que vivo. El mito conveniente.

Carlos Rafael Rodríguez era uno de los antiguos comunistas. Pertenecía al grupo que movía los hilos de Castro y su hermano desde mucho antes de que se convirtieran en los dueños de Cuba. Era un comunista de salón, aristocrático casi. Fue más un teórico que un práctico en el aparato estatal del dictador.

"La vieja Cuba que fue borrada de un plumazo", se lee en la pág. 425, pero en otras páginas se vuelve a leer 'la vieja Cuba'. ¿Por qué no le llama la Cuba republicana o la Cuba de antes de 1959?

Es que Fidel Castro y su pandilla no destruyeron un sistema político y económico. Destruyeron toda una nación. Si comparamos a Cuba republicana, la del 20 de mayo de 1902 al 31 de diciembre de 1958, con un árbol, todos los cambios políticos que ocurrieron en ese período solo afectaron a alguna de sus ramas.

Y no fueron pocos, que conste, los alzamientos, golpes de estado, revueltas, huelgas fueron comunes. Incluso Gerardo Machado, en su efímera dictadura, nunca pretendió nacionalizar o confiscar la propiedad privada.

Pero lo que impuso Fidel Castro a partir de 1959 cercenó, hirió, hasta que finalmente torció el tronco sobre el que crecía la nación cubana. Desapareció a la “vieja Cuba”.

¿Sigue usted manteniendo lo que escribe en el capítulo 3, de que "al finalizar la Colonia española los cubanos se habían adaptado sin grandes dificultades a la influencia económica y cultural de Estados Unidos en la Isla"?

Sí, por supuesto. Cuba comenzó a insertarse en el entorno económico norteamericano desde principios del siglo XIX. Ya desde esa época se comerciaba más con los puertos de Nueva Orleáns, Mobile y Nueva York que con Cádiz o Santander.

Y no lo hacía de forma sumisa, lo hacía compitiendo de tú a tú con los norteamericanos. Si leemos los escritos de Arango y Parreño encontraremos que ese era el espíritu de la época, competir como iguales.

Mi próximo libro trata sobre la construcción del primer ferrocarril de Hispanoamérica. Construido por cubanos. No fueron a buscar ingenieros a España, es más, no utilizaron a los ingenieros españoles asentados en La Habana. Fueron y contrataron al hoy considerado padre de la ingeniería civil estadounidense, a Benjamin Wright, el mejor ingeniero de su época.

Eso fue en 1835, hace casi doscientos años.

Su punto de vista sobre las relaciones entre la extinta Unión Soviética y el 'adoptado hijo verde olivo' y las actuales relaciones entre la Rusia de Vladimir Putin y el régimen castrista representado por Miguel Díaz-Canel.

Fidel Castro era un bandido, que exprimió todo lo que pudo a los soviéticos. Los manipuló continuamente y siempre que pudo hizo cosas, sobre todo a nivel internacional, que no comulgaban con la política establecida desde Moscú.

También muchas veces tuvo que agachar la cabeza. Como cuando después de la rabieta porque le quitaron los cohetes nucleares en 1962, tuvo que ir a pedir perdón, además de petróleo y dinero, a Nikita. Luego, nuevamente, en los años setenta tras el fracaso de la zafra de los Diez Millones y el colapso económico resultante de esa locura. En ese quinquenio le impusieron el cepo institucional soviético, de ahí la constitución de 1976.

Díaz-Canel solo es comparable a Castro por su maldad. Su postura con Rusia es de sumisión, la misma que asume con todos los demás países del ahora creciente bloque contrario a la libertad.

Putin no recibe a un jefe de Estado, solo atiende a un mendigo que va a implorar migajas mientras le abre su empobrecido país a sus espías y turistas.

¿Algo más?

¡Que nos veamos pronto en una Cuba libre, con Patria y con Vida!

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