Durante el rodaje de El resplandor, Stanley Kubrick habría empleado una táctica poco convencional para influir en la actuación de Jack Nicholson: alimentarlo exclusivamente con sándwiches de queso durante dos semanas. Esta anécdota, difundida por Entertainment Weekly, refuerza la imagen del director como un perfeccionista dispuesto a intervenir en la vida real de sus actores para obtener interpretaciones intensas y verosímiles.
Aunque la historia fue cuestionada por expertos como Lee Unkrich, autor de un libro sobre la película, su persistencia en el imaginario popular subraya el carácter obsesivo que se atribuye a Kubrick.
Kubrick conocía la aversión de Nicholson por los sándwiches de queso y habría ordenado que ese fuera el único alimento que recibiera durante dos semanas. La intención habría sido inducir una incomodidad real en el actor que se reflejara en su interpretación de Jack Torrance, un hombre que cae en la locura en el aislado Hotel Overlook.

Aunque no existe confirmación definitiva, Unkrich considera que la historia podría estar exagerada. Aun así, su circulación constante demuestra su potencia simbólica como reflejo del control que Kubrick ejercía sobre cada aspecto de sus producciones.
Kubrick, nacido en el Bronx, fue conocido por su obsesión con el detalle y su tendencia a repetir tomas hasta encontrar la versión que consideraba auténtica. El medio señala que su estilo se manifestaba frente a la cámara, y en la dinámica diaria de los rodajes. La supuesta manipulación de la dieta de Nicholson se enmarca en esta búsqueda de realismo emocional.
El medio estadounidense también recuerda que otros cineastas utilizaron métodos similares, a veces cuestionables, para lograr actuaciones impactantes. En este contexto, se cita con ironía la frase del actor Sir Laurence Olivier a Dustin Hoffman: “¿Alguna vez consideraste actuar?”, aludiendo a los extremos que algunos intérpretes y directores alcanzan en nombre del realismo.
Este enfoque riguroso también se evidenció en la forma en que Kubrick trabajó con Shelley Duvall, cuya experiencia en el set fue especialmente exigente. El medio señala que la actriz sufrió un alto nivel de estrés durante la filmación, al punto de perder cabello, como resultado de la presión constante y la repetición obsesiva de escenas, en particular la célebre secuencia de la escalera.

Al estrenarse en 1980, El resplandor no recibió una acogida entusiasta por parte de la crítica ni obtuvo nominaciones relevantes. Su desempeño en taquilla fue modesto y la versión de Kubrick distó de convencer a Stephen King, autor de la novela original. Años más tarde, King impulsó una miniserie televisiva que consideraba más fiel a su obra.
Con el paso del tiempo, sin embargo, la película fue reevaluada y hoy es considerada una de las más influyentes del cine de terror. Su atmósfera inquietante, la interpretación de Nicholson y el uso de la música de Wendy Carlos dejaron una marca perdurable. El medio destaca la existencia de un culto en torno a la obra, con teorías que sugieren incluso verla en reversa para descubrir simbolismos ocultos.
Aunque la historia de los sándwiches de queso carece de una confirmación definitiva, su difusión constante se debe en parte a que encaja con el perfil de Kubrick como un director meticuloso y exigente.
La posibilidad de que Nicholson canalizara su incomodidad en una interpretación intensa resulta verosímil dentro de este marco narrativo. La línea entre realidad y ficción parece difuminarse en El resplandor, lo que contribuye al magnetismo de la película.

Más de cuarenta años después de su estreno, la obra sigue generando análisis, homenajes y reinterpretaciones. Su legado se sostiene por su calidad cinematográfica, y por las historias que rodean su producción.