
Un barco hundido del siglo XVIII fue descubierto por casualidad cerca de las majestuosas murallas de piedra de la ciudad medieval de Dubrovnik, en Croacia.
Ivan Bukelic estaba trabajando en una tubería de agua en el puerto antiguo de Dubrovnik en abril cuando encontró una estructura de madera enterrada en el lecho marino.
“Ahora puedo decir que he descubierto un barco en el casco antiguo de Dubrovnik”, afirmó Bukelic, un buzo y constructor subacuático natural de la ciudad.
La embarcación se encontraba a unos 60-80 centímetros bajo el fondo del mar, agregó.
Dubrovnik, que en la época medieval fue un puerto comercial clave en el mar Adriático, ha sido declarado patrimonio protegido por la UNESCO. Atrae a grandes multitudes de turistas, especialmente durante el verano, y también es conocido por ser uno de los escenarios de la serie de HBO “Game of Thrones” (“Juego de tronos”).
Los restos del barco han sido protegidos para un examen más detallado.
“Todavía no podemos hablar del tipo de embarcación o de sus dimensiones, pero podemos decir con certeza, basándonos en los resultados del análisis de radiocarbono, que es de finales del siglo XVIII”. dijo la arqueóloga marina Irena Radić Rossi.
Según Radić Rossi, el objetivo es continuar con la investigación en colaboración con el Ministerio de Cultura croata.
“Debemos protegerlo para el futuro”, añadió.

Dubrovnik, conocida en la Edad Media como la República de Ragusa, emergió en el siglo VII como un enclave estratégico sobre los restos del antiguo Epidaurum. Su posición en la península dálmata le confirió un acceso privilegiado al Adriático, y para el siglo XII, ya se había convertido en un pivote de comercio entre el Mediterráneo y el interior de los Balcanes.
Durante los siglos XIII y XIV, Ragusa consolidó su aparato defensivo con la construcción de murallas, torres y fuertes que hoy perfilan la imagen icónica de la ciudad. Estas fortificaciones, culminadas con doble muralla de casi 1.940 m de longitud y alturas de hasta 25 m, protegían eficazmente contra la amenaza veneciana y otros invasores.
La independencia de Ragusa se vio amenazada por Venecia en 1205, pero el tratado de Zadar en 1358 devolvió a la ciudad su autonomía, bajo la tutela del rey de Hungría. A pesar de la salvaguarda nominal, Dubrovnik siguió disfrutando de gran libertad interna y autogobierno, consolidando el modelo político de “Comuna” o República a partir del siglo XV.
Fue en los siglos XIV y XV cuando la ciudad alcanzó la cúspide de su influencia marítima. En 1430 aseguró derechos comerciales con el Imperio Otomano, y hacia 1485, la construcción del rompeolas “Kaše” optimizó las condiciones del puerto, elevando el número de barcos oficiales de unos pocos decenas a más de 200 carracas a mediados del XVI.

La prosperidad no solo vino del mar. Dubrovnik impulsó un comercio terrestre muy activo con Bosnia y Serbia, y asimismo con Italia, Sicilia, Siria y Egipto. Las rutas caravanas abastecían a la ciudad de minerales, lana, sal y otros productos, y Ragusa se convirtió en uno de los centros económicos y diplomáticos más sofisticados del Adriático.
La ciudad también fue pionera en políticas sociales y sanitarias: en 1416 abolió la esclavitud, implementó sistemas de drenaje urbano y construyó los primeros baños públicos y sanitarios seguros en Europa. En 1317 ya existía una farmacia pública en el monasterio franciscano —una de las más antiguas de Europa— y durante brotes de peste se desplegaban protocolos sanitarios avanzados para la época.
La Edad de Oro de Dubrovnik culminó con su reputación internacional como potencia marítima, diplomática e intelectual. Las órdenes religiosas fundaron monasterios y centros de enseñanza. El clasicismo arquitectónico —de estilo gótico, renacentista y barroco— se encarnó en palacios y fuentes monumentales, como la fuente de Onofrio y la Columnata de Orlando.
Sin embargo, la devastación golpeó con fuerza en 1667, cuando un terremoto destruyó gran parte de la ciudad y cobró miles de vidas. Dubrovnik se reinventó, reconstruyó resistentes silos subterráneos y sistemas hidráulicos, mantuvo sus rutas comerciales y se erigió como un emblema de resiliencia urbana, legado que perdura hasta hoy.
Este retrato medieval de Dubrovnik revela su esencia: una ciudad estado independiente y pragmática, que supo aliar defensa y diplomacia, comercio e innovación, para convertirse en la “Perla del Adriático”. Su bien conservado centro histórico, reconocido por la UNESCO, sigue siendo testigo presencial de ese brillante pasado marítimo e intelectual.
(Con información de AP)