Un médico brindó atención gratuita a sus pacientes durante décadas y ahora recaudaron 280 mil dólares para financiar su tratamiento contra el cáncer

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El Dr. Z. y elEl Dr. Z. y el periodista americano Steve Hartman (Cortesía de Michael Haynie)

Durante más de cuarenta años, el Dr. Michael Zollicoffer, conocido afectuosamente como el “Dr. Z”, se convirtió en un pilar indispensable para las comunidades más vulnerables de Baltimore. A lo largo de su carrera como médico de familia, su consulta fue sinónimo de puertas abiertas para quienes no podían pagar, independientemente de su origen o situación económica. “Olvídate de ese billete de un dólar”, solía decir Zollicoffer a CBS News, enfatizando su decisión de anteponer el bienestar de sus pacientes a cualquier interés material. Este principio básico, rehusarse a cobrar copagos y nunca rechazar a un paciente —incluso si debían traer a un familiar sin recursos—, construyó a su alrededor una reputación de entrega genuina y servicio comunitario.

La práctica cotidiana del Dr. Z a lo largo de Estados Unidos se fundamentó en la convicción de que la medicina es, ante todo, un acto de servicio. Mientras la mayoría acumulaba fortunas o aseguraba su retiro, Zollicoffer optó por sumar buena voluntad, siembra que —con el tiempo— se demostraría aún más valiosa que cualquier cuenta bancaria. Sus pacientes, la mayoría residentes de vecindarios empobrecidos, hallaron en él mucho más que un profesional de la salud: hallaron a un aliado incondicional convencido de que la dignidad y el acceso a la atención médica son derechos básicos.

Todo cambió abruptamente cuando el médico pasó de ser quien cuidaba a quienes más lo necesitaban a convertirse él mismo en paciente. A los 66 años, Zollicoffer recibió un doble diagnóstico de cáncer, renal y rectal. El golpe no solo fue físico y emocional: al investigar cómo abordar el costoso tratamiento, supo que, por un error en la póliza Medicare, había perdido su seguro. Enfrentarse a la enfermedad suponía ahora un desafío financiero inesperado, pues el tratamiento costaría alrededor de 150.000 dólares, cifra inalcanzable para quien siempre privilegió el altruismo sobre el ahorro personal.

A los 66 años, ZollicofferA los 66 años, Zollicoffer recibió un doble diagnóstico de cáncer y se enteró de que la operación era muy costosa (Captura de video)

La noticia de su situación no tardó en esparcirse por la comunidad y en llegar a antiguos amigos y pacientes. Uno de ellos, Michael Haynie, compañero del médico en la secundaria, tomó la iniciativa de lanzar una campaña de recaudación de fondos a través de la plataforma GoFundMe. El efecto fue inmediato y emotivo: más de 3.400 personas, en un despliegue de solidaridad pocas veces visto, lograron reunir más de 280.000 dólares para cubrir los gastos médicos del doctor. La respuesta colectiva fue una especie de devolución a tantos años de atenciones gratuitas, hospitalidad y escucha cálida en los momentos más difíciles.

El respaldo al Dr. Z trascendió lo económico. La ejemplaridad de su vida llamó la atención de representantes públicos, como el congresista de Maryland Kweisi Mfume, quien decidió destacar la trayectoria y el legado del médico ante la Cámara de Representantes. Mfume solicitó la inclusión de una declaración en el Registro del Congreso, perpetuando así el testimonio de generaciones enteras de familias impactadas por la vocación de Zollicoffer. En voz alta, el congresista subrayó la pasión, la entrega y el amor por la comunidad que distinguieron al doctor. Este reconocimiento político no solo rescató del anonimato la dedicación del galeno, sino que inscribió su nombre y ejemplo en la historia social de Estados Unidos.

Mientras tanto, los días del Dr. Zollicoffer tomaron un nuevo rumbo. Gracias a la campaña de donaciones y a las gestiones posteriores, el médico logró recuperar su seguro y, tras iniciar su tratamiento, regresó a ejercer su vocación. Lo hizo, según propias palabras, con una actitud de agradecimiento inquebrantable. “Voy a decir algo que puede parecer una locura: estoy agradecido de haber tenido cáncer, porque soy el hombre más feliz del planeta, pase lo que pase”, confesó en una entrevista con CBS News, evidenciando una serenidad y sentido de propósito poco comunes.

Michael Zollicoffer dice estar agradecidoMichael Zollicoffer dice estar agradecido de haber tenido cáncer y que se encuentra muy feliz por el gesto que tuvieron con él (Captura de video)

Desde que su historia se hizo pública y tocó al país, la consulta del Dr. Z ha recibido aún más pacientes —algunos motivados por la empatía suscitada ante su caso, otros en busca de la compasión que define su ejercicio profesional—. Él, fiel a su lema, solo repite: “Nos dedicamos a dar: no puedo sin ellos, ni ellos sin mí”. Hoy, su clínica y su historia son ejemplo de la reciprocidad entre un médico y la comunidad que lo rodea, cerrando así un círculo virtuoso en el que cada acto de generosidad acaba por retornar, incluso en los momentos más inesperados y difíciles.

La experiencia del Dr. Zollicoffer, lejos de ser una excepción, pone de relieve el valor insustituible de los lazos humanos, el compromiso social y la construcción de redes solidarias. Su legado reitera, con hechos, que la atención médica puede ser un acto de amor que trasciende la consulta y deja una huella indeleble tanto en quienes la dan como en quienes la reciben.

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