Dos partidos políticos perderán la sigla luego de las elecciones del domingo en Bolivia, al no haber alcanzado el mínimo de 3% de votos que establecen las leyes bolivianas para mantener vigente una sigla.
Se trata de Acción Democrática Nacionalista (ADN) y Unión Cívica Solidaridad. Ambos partidos ayudaron a consolidar el modelo de “democracia pactada” que caracterizó la política boliviana hasta inicios de los 2000, cuando el Movimiento Al Socialismo (MAS) de Evo Morales desplazó a los viejos partidos y se convirtió en la fuerza hegemónica, con votaciones que superaron el 60%.
ADN fue fundado en 1979 por el ex presidente Hugo Banzer y fue uno de los partidos más influyentes en el sistema político boliviano tras la recuperación de la democracia. Para las elecciones recientes formó parte de la alianza Libertad y Progreso, con la que Pavel Aracena, un ingeniero sin trayectoria política, buscó la presidencia y obtuvo 1,45% de respaldo.

En tanto UCS, fue creado en 1989 por el empresario y político Max Fernández y actualmente es liderado por su hijo Jhonny, quien perdió las elecciones al obtener 1,62% de votos bajo la alianza La Fuerza del Pueblo, que estaba respaldada por UCS.
La Ley de Régimen Electoral establece que una organización política perderá su personería jurídica cuando no logre al menos el 3% de los votos válidos en una elección.
Además de estos dos partidos, otras agrupaciones regionales que integraron las alianzas también perderán vigencia, informó a Infobae el vocal del Tribunal Supremo Electoral, Gustavo Ávila.
En tanto el MAS obtuvo el domingo apenas el 3,17% y logró salvar su sigla por décimas equivalentes a menos de ocho mil votos. El partido que protagonizó la política boliviana en las últimas dos décadas y gobernó con mayorías legislativas, pasó a tener una representación marginal en el Congreso con solo un diputado.

Según la analista política Ana Velasco, la debacle del MAS se originó en 2016 con el desconocimiento de un referendo popular que negó la ampliación de mandatos presidenciales cuando Morales buscaba postular para un cuarto periodo. Pese al rechazo a esta intención, el entonces gobernante logró inscribir su candidatura en 2019 mediante un fallo constitucional que lo habilitó bajo el argumento de que era su derecho humano.
Esa elección marcaría el fin de su autoridad. Morales renunció 21 días después de la votación en medio de protestas ciudadanas y acusaciones de fraude electoral, a las que se sumaron un motín policial que precipitó su caída.
Tras un año de Gobierno interino, el MAS retomó el poder en 2020 cuando el ex ministro de Economía, Luis Arce, ganó la Presidencia con el 55% de apoyo. Sin embargo, las disputas tempranas entre el nuevo gobernante y su antiguo jefe terminaron por dinamitar el partido más numeroso del país, que quedó bajo control legal de los aliados de Arce.
A las elecciones de 2025, la izquierda llegó a las urnas dividida entre el candidato oficialista Eduardo Del Castillo y el senador Andrónico Rodríguez, que fue considerado por muchos el sucesor político de Morales pese al distanciamiento reciente entre ambos políticos. Adicionalmente, el ex presidente promovió el voto nulo en rechazo a su inhabilitación electoral y logró más que cerca del 19% de los electores anulara la papeleta.
Por su parte, ni Rodríguez ni Del Castillo lograron convencer al electorado sobre la continuidad de las políticas de izquierda para el próximo quinquenio, cuando el país está sumido en una crisis económica marcada por el aumento de los precios y la escasez de dólares y combustible. La votación concluyó con la victoria del centrista Rodrigo Paz (32%) que disputará el balotaje contra el liberal Jorge Quiroga (26,7%) el 19 de octubre.
Con esos resultados esta elección marca un punto de inflexión en la historia política boliviana: el repliegue de la izquierda tras 20 años de hegemonía y la desaparición de dos siglas icónicas del viejo sistema de partidos.