El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, autorizó el sábado ataques aéreos contra instalaciones nucleares en Irán, una decisión tomada a bordo del helicóptero presidencial Marine One mientras sobrevolaba barrios cercanos a su club de golf en Nueva Jersey, según informó The Wall Street Journal.
La orden, transmitida al secretario de Defensa Pete Hegseth durante una llamada telefónica, marcó uno de los momentos más trascendentales de su mandato y puso fin a semanas de intensas deliberaciones internas y maniobras secretas para mantener la operación en secreto.
La decisión de Trump se produjo tras un periodo de creciente frustración con el estancamiento de las negociaciones diplomáticas con Irán. El presidente, convencido de que la vía diplomática no impediría que Teherán desarrollara un arma nuclear, optó por la acción militar.
Según personas familiarizadas con el proceso, Trump dio luz verde a Hegseth para proceder con los ataques, convencido de que el régimen iraní estaba “toreando” a la Casa Blanca y avanzando en sus planes nucleares.
Horas después de la llamada, bombarderos B-2 estadounidenses atacaron objetivos nucleares en Irán. La operación fue el desenlace de una semana marcada por reuniones secretas, planes encubiertos y una coordinación estrecha con funcionarios israelíes.
Según The Wall Street Journal, la administración estadounidense consideró que la superioridad aérea israelí sobre Irán reducía significativamente los riesgos de la misión. Los asesores de Trump, incluido Steve Witkoff, su enviado para Oriente Medio, habían mantenido la esperanza de alcanzar un acuerdo nuclear, pero la percepción de que Irán solo buscaba ganar tiempo llevó a un cambio de postura.
El entorno político en Washington se encontraba profundamente dividido. Por un lado, figuras como el senador Lindsey Graham presionaban para una respuesta militar, argumentando que restauraría la reputación internacional de Estados Unidos tras la caótica retirada de Afganistán.
“Serás el nuevo sheriff en la ciudad, y esto restablecerá nuestra relación con el resto del mundo”, relató Graham a The Wall Street Journal sobre su conversación con Trump. Por otro lado, conservadores influyentes como Tucker Carlson y la representante Marjorie Taylor Greene advertían que atacar Irán sería un error estratégico.

La presión interna se intensificó a medida que se acercaba la fecha de la decisión. El jueves previo a los ataques, la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, anunció que Trump tomaría una decisión final en las siguientes dos semanas, una maniobra que, según funcionarios de la administración citados por The Wall Street Journal, buscaba despistar sobre los verdaderos planes del presidente.
Mientras tanto, Trump y su equipo mantenían contactos regulares con autoridades israelíes y revisaban minuciosamente los posibles riesgos de la operación.
El sábado, los principales asesores de Trump se reunieron en secreto en la Sala de Situación de la Casa Blanca para repasar los planes de ataque y analizar mapas de la región. Como parte de una estrategia de distracción, otro grupo de bombarderos B-2 despegó desde Estados Unidos para confundir a los servicios de inteligencia iraníes. Funcionarios de la administración creen que el momento elegido para los ataques tomó por sorpresa a Teherán.
La reacción dentro de la base política de Trump ha sido, hasta ahora, contenida. Aunque algunos aliados expresaron reservas en privado, la mayoría de los partidarios del presidente respaldaron la acción. No obstante, voces como la del representante Thomas Massie advirtieron sobre el riesgo de alienar a los votantes si el país se ve envuelto en un conflicto prolongado en Oriente Medio. “Si la base se siente traicionada, estarán más apáticos durante las elecciones de medio término, y eso será su propia perdición”, declaró Massie.
En el frente demócrata, las críticas se centraron en la legalidad de la operación. Legisladores del partido argumentaron que Trump debió solicitar una Resolución de Poderes de Guerra al Congreso antes de autorizar la acción militar.
Trump, por su parte, defendió la operación como una muestra de fortaleza nacional. “Nuestro país está caliente como una pistola”, afirmó en una breve entrevista con The Wall Street Journal el domingo. “Hace seis meses, nuestro país estaba frío como el hielo. Estaba muerto”, añadió, calificando los ataques como “una gran victoria para nuestro país”.
El presidente pasó gran parte del domingo siguiendo la cobertura mediática de los ataques y recibiendo compilaciones de mensajes positivos de sus seguidores en redes sociales, según funcionarios de la administración.
En sus comunicaciones privadas y públicas, Trump insistió en que sus acciones se alinean con su doctrina “America First” y reiteró su objetivo de impedir que Irán obtenga un arma nuclear. Aunque ha declarado que no busca derrocar al régimen iraní, el domingo sugirió en Truth Social que estaría abierto a esa posibilidad si el actual gobierno de Teherán no logra “hacer grande a Irán de nuevo”.
La administración también buscó tranquilizar a la opinión pública sobre la posibilidad de una escalada militar. El vicepresidente JD Vance, en declaraciones a NBC News, reconoció el cansancio de los estadounidenses tras “25 años de enredos en Oriente Medio”, pero aseguró que “la diferencia es que antes teníamos presidentes tontos y ahora tenemos un presidente que realmente sabe cómo lograr los objetivos de seguridad nacional de Estados Unidos”.
Vance admitió, no obstante, que podrían producirse nuevas acciones militares si Irán ataca a tropas estadounidenses o continúa con su programa nuclear. “Si deciden atacar a nuestras tropas, si deciden seguir intentando construir un arma nuclear, responderemos con fuerza abrumadora”, afirmó.
Desde Teherán, el ministro de Asuntos Exteriores iraní minimizó las posibilidades de retomar la vía diplomática, declarando que “han demostrado que no son hombres de diplomacia y que solo entienden el lenguaje de la amenaza y la fuerza”.
Los asuntos de política exterior han dominado buena parte de los primeros meses del mandato de Trump, mientras el Congreso debate sus prioridades legislativas y parte de su base se muestra impaciente por el lento avance en materia de deportaciones, una de sus principales promesas de campaña. El propio Trump intentó el domingo redirigir la atención hacia su agenda legislativa, publicando en redes sociales: “Ahora vamos a sacar adelante el Gran, Hermoso Proyecto de Ley”.
Entre los altos funcionarios de la administración, como Vance y Hegseth, existe una experiencia compartida en la guerra contra el terrorismo, lo que los ha hecho escépticos respecto al papel de Estados Unidos en la seguridad internacional.