
La revelación de que algunos de los misiles balísticos más modernos de China contenían agua en lugar de combustible y que las puertas blindadas de los nuevos silos requerían reparaciones ha sacudido la confianza en la capacidad real del arsenal chino. Según Foreign Affairs, estos hallazgos, atribuidos a fuentes de inteligencia de Estados Unidos, han obligado a Beijing a revisar y recertificar sus sistemas de armas, lo que podría ralentizar su despliegue y desarrollo.
Este episodio, que pone en duda la fiabilidad de los avances tecnológicos militares chinos, se produce en un momento en que la ola de purgas en la cúpula del Ejército Popular de Liberación (EPL) amenaza con alterar el equilibrio interno y la preparación operativa de las fuerzas armadas del país.
La magnitud de las destituciones es inédita, de acuerdo al análisis hecho por M. Taylor Fravel, autor del artículo. Desde el XX Congreso del Partido Comunista Chino en octubre de 2022, más de 20 altos mandos del EPL —incluidos representantes del ejército, la marina, la fuerza aérea y la fuerza de cohetes— han desaparecido de la escena pública o han sido apartados de sus cargos. Entre los casos más destacados, tres de los seis miembros uniformados de la Comisión Militar Central (CMC), el máximo órgano militar del partido, han sido destituidos en menos de un año. El primero fue Li Shangfu, ministro de Defensa, apartado en octubre de 2023 y expulsado del partido en junio de 2024. Le siguió Miao Hua, responsable del Departamento de Trabajo Político de la CMC, suspendido por “graves violaciones de la disciplina” y destituido formalmente el mes pasado. Más recientemente, Financial Times informó sobre la purga de He Weidong, vicepresidente de la CMC y miembro del Politburó, quien no aparece en público desde marzo.
Lo insólito de estas purgas radica en que los tres generales habían sido promovidos por el propio Xi Jinping tras la consolidación de su poder en 2022, plantea Fravel, quien es director del Programa de Estudios de Seguridad del Massachusetts Institute of Technology (MIT). El autor lo vincula a la llamada “facción de Fujian”, por su coincidencia con Xi en esa provincia y su supuesta cercanía personal. La destitución de figuras tan próximas al jefe del régimen chino sugiere una crisis de confianza en la cúpula militar, justo cuando Xi ha fijado 2027 como el año en que el EPL debe estar listo para una posible invasión exitosa de Taiwán. Aunque esto no implica necesariamente que China atacará la isla ese año, como advirtió el exdirector de la CIA Bill Burns, sí refleja la seriedad de las ambiciones de Xi.
La pregunta central es cómo afectarán estas purgas a la preparación militar china. Foreign Affairs advierte que la inestabilidad en la cadena de mando, la ralentización de los programas de modernización de armamento y la caída de la moral pueden degradar la capacidad de combate del EPL a corto y medio plazo. La ausencia de tres de los seis miembros de la CMC retrasa decisiones clave sobre operaciones, planificación y desarrollo de fuerzas, mientras se designan nuevos responsables. La destitución de He Weidong, quien antes dirigía el Comando del Teatro Oriental —clave en cualquier operación contra Taiwán—, deja un vacío de experiencia en la cúspide de la toma de decisiones militares.
El impacto no se limita a la cúpula. El temor a verse implicado en futuras purgas puede inducir a los oficiales de todos los niveles a evitar riesgos y a replegarse en la ortodoxia, reforzando la tendencia a la centralización y reduciendo la iniciativa individual. Además, el tiempo dedicado a actividades políticas y sesiones de estudio ideológico aumenta a costa del entrenamiento y la preparación profesional. La cohesión interna se resiente, y la desconfianza se extiende entre los mandos.

Las causas de las purgas son diversas y, en muchos casos, opacas. El Partido Comunista Chino rara vez anuncia oficialmente las destituciones, y cuando lo hace, las justificaciones suelen limitarse a vagas “violaciones de la disciplina”. De acuerdo a Fravel, la corrupción es un motivo recurrente. Desde la llegada de Xi al poder en 2012, el presupuesto de defensa se ha más que duplicado, lo que ha multiplicado las oportunidades de enriquecimiento ilícito, especialmente en la adquisición de armamento y proyectos de construcción. Li Shangfu, antes de ser ministro, dirigía el departamento encargado de la compra de armas, y bajo su supervisión la Fuerza de Cohetes del EPL experimentó una rápida expansión, con la construcción de más de 300 silos y el aumento del arsenal de misiles balísticos, lo que habría facilitado prácticas corruptas.
Otro factor es el uso de redes de clientelismo y sobornos para ascender en la jerarquía militar. Miao Hua, como jefe del Departamento de Trabajo Político, controlaba los nombramientos y promociones. Si sus decisiones no respondían al mérito, esto pudo contribuir a su caída. Su predecesor, Zhang Yang, fue investigado en 2017 por motivos similares y murió por suicidio menos de dos meses después, siendo expulsado póstumamente del partido.
La creación de “montañas” o centros de poder personales dentro del EPL también preocupa a Xi, ya que genera lealtades divididas y tensiones faccionales que pueden perjudicar la operatividad. Miao y He, como nuevos miembros de la CMC, pudieron intentar fortalecer su posición frente a veteranos como Zhang Youxia, amigo de la infancia de Xi, a quien el líder ha mantenido en el cargo pese a superar la edad de retiro habitual.
Las consecuencias de esta inestabilidad se agravan en el contexto de las reformas organizativas lanzadas por Xi en 2015, cuyo objetivo era precisamente mejorar la capacidad del EPL para ejecutar operaciones conjuntas, integrando los distintos servicios y ramas bajo una planificación unificada. La complejidad de estas operaciones exige interoperabilidad, delegación, flexibilidad y sistemas robustos de mando, control, comunicaciones y vigilancia. La actual crisis erosiona estos avances y siembra dudas sobre la capacidad real del EPL para afrontar un conflicto de gran escala, como una invasión anfibia de Taiwán.
A pesar de estos obstáculos, la historia reciente de China muestra que sus líderes han optado por la guerra incluso en condiciones desfavorables. En 1950, el país intervino en la Guerra de Corea cuando su economía y sociedad estaban devastadas por la guerra civil. En 1962, el EPL atacó a la India poco después de la purga de su principal jefe militar, Peng Dehuai, y en 1979 invadió Vietnam pese a la falta de preparación y a las divisiones internas, sufriendo más de 31.000 bajas en un mes. En todos estos casos, las consideraciones políticas prevalecieron sobre la preparación militar y las condiciones internas.
La lección de estos precedentes, según Foreign Affairs, es que la falta de preparación no ha sido un obstáculo insalvable para la acción militar china cuando los líderes han considerado que la situación lo exigía. Si Xi Jinping percibe que la acción contra Taiwán es una necesidad estratégica, podría ordenar al EPL entrar en combate, incluso si las recientes purgas y sospechas sobre su arsenal han mermado su capacidad operativa.