El gran mistificado

hace 4 días 4

Por ello no resulta extraño que se escuche, o se lea, que el uso caprichoso del ideario martiano, desde posiciones diferentes u opuestas —léase: a ambos lados del estrecho de la Florida— se debe a su ambigüedad. Corolario: el pensador sería responsable de ese manejo veleidoso.

Sin embargo, tocante a la incompatibilidad entre sus ideas y la experiencia totalitaria cubana no hallo imprecisiones ni equívocos. Todo lo contrario.

Lo demuestra el análisis de cuatro temas: caudillismo y militarismo; libertad de empresa y propiedad privada; espiritualidad y religión; y libertad de pensamiento, expresión y prensa. Lo he precedido de una breve mención a la experiencia cubana, a la que sigue la constatación de su incongruencia. Me he basado en decenas de citas textuales tomadas de sus Obras Completas (Ver Notas, 1).

Caudillismo y militarismo

En Cuba, después de 1959, se unió la tradición caudillista nacional –y, si se quiere, de Hispanoamérica— con la adoración al líder, típica de los sistemas totalitarios. Al igual que en los países del “socialismo real”, el culto a la personalidad también prosperó en la isla. Por otra parte, el militarismo —entendido como la influencia del Ejército en el gobierno y la sociedad— no ha tenido precedentes en la historia de Cuba y del continente. Los militares dirigieron el país y la sociedad entera fue militarizada. Campo de entrenamiento para las guerrillas latinoamericanas, la exportación de la violencia, en pequeña y gran escala, fue acompañada, en lo doméstico, por la apelación a una inminente invasión frente a la cual era imprescindible estar listo para el combate y reforzar el “odio como factor de lucha, el odio intransigente al enemigo” 2.

Desde joven Martí desarrolló un resuelto repudio al despotismo y la tiranía. De su estancia en México (1875-1876), coincidente con el ascenso al poder de Porfirio Diaz, extrajo esta conclusión: “Una revolución es necesaria todavía: la que no haga Presidente a su caudillo, la revolución contra todas las revoluciones: ¡el levantamiento de todos los hombres pacíficos, una vez soldados, para que ni ellos ni nadie vuelvan a serlo jamás! 3”.

El temor de esta plaga, que se cebó en las revoluciones independentistas del continente, lo persiguió hasta su muerte. Es sabida su discrepancia con Gómez y Maceo en 1884, al descubrir en ambos tendencias caudillistas y autoritarias. En la carta dirigida al Generalísimo, en la que explica que abandonaba aquel Plan de levantamiento, le señala su: “determinación de no contribuir en un ápice, a traer a mi tierra a un régimen de despotismo personal” 4.

Y lo subrayó con aquella sentencia: “Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento” 5. Insistía en evitar “el mal de los caudillos” mediante fórmulas democráticas y transparentes. Por eso en el Partido Revolucionario Cubano hubo espacio para diversas tendencias políticas; de ahí el respeto a las decisiones de las bases constitutivas y la elección del Delegado (que no presidente) a través de elecciones anuales.

Lamentablemente, fracasó en su intento de: “contribuir a ordenar la guerra de manera que lleve adentro sin traba la república” 6, tal como se evidenció en la entrevista de La Mejorana 7, y más tarde, a cuatro meses de su muerte, en la Asamblea de Jimaguayú. Finalmente, el país fue testigo del espectáculo caudillista de los presidentes mambises del primer cuarto de siglo, que volvió a resurgir en las décadas del 40 y 50, para llegar a su paroxismo después de 1959.

El poeta detestaba el militarismo. En carta a su amigo mexicano Manuel Mercado afirmó: “Usted y yo tenemos decidido que el poder en las Repúblicas solo debe estar en manos de los hombres civiles. Los sables, cortan” 8.

En carta a Tomás Estrada Palma, en marzo de 1895, le pedía su apoyo político para impedir que se prohibiera “toda organización de la guerra que ya lleve en sí una república, que no sea la sumisión absoluta a la regla militar” 9.

Junto con su prédica para que la contienda de 1895 fuera humana y breve, conservó aquella promesa hecha a sus carceleros a los 18 años en El presidio Político en Cuba, de 1871: “Ni os odiaré, ni os maldeciré. Si yo odiara a alguien, me odiaría por ello a mí mismo” 10.

En 1882, en su Prólogo al poema del Niágara, afirmó:

“Asesino alevoso, ingrato a Dios y enemigo de los hombres, es el que, so pretexto de dirigir a las generaciones nuevas, les enseña un cúmulo aislado y absoluto de doctrinas, y les predica al oído, antes que la dulce plática de amor, el evangelio bárbaro del odio” 11.

Y dos años después: “Triste patria sería la que tuviese el odio por sostén, tan triste por lo menos como la que se arrastra en el olvido indecoroso de las ofensas” 12.

En el famoso discurso de Tampa, del 27 de noviembre de 1891: ¡Ni es de cubanos, ni lo será jamás, meterse en la sangre hasta la cintura, y avivar con un haz de niños muertos, los crímenes del mundo: ni es de cubanos vivir, como el chacal en la jaula, dándole vueltas al odio!” 13.

Finalmente, ese mismo año, en su ensayo Nuestra América, de 1891: “Los pueblos han de tener una picota para quien les azuza a odios inútiles; y otra para quien no les dice a tiempo la verdad” 14.

Libertad de empresa y propiedad privada

Un dogma marxista es la abolición de la propiedad privada sobre los medios de producción, premisa de la sociedad comunista. En Cuba el Estado llegó a concentrar el 75 por ciento de las tierras cultivables mediante “leyes revolucionarias” (Reforma Agraria I y II, 1959 y 1963, respectivamente): un “gigantesco latifundio estatal”, en palabras del geógrafo e historiador cubano Leví Marrero. A ello se sumó la expropiación/confiscación de la gran mayoría de las industrias, bancos, fábricas, almacenes y empresas de transporte; instituciones educativas, hospitales y clínicas mutualistas; comercios privados, más de 50 mil micronegocios. Se vino abajo así la producción, distribución y comercio, fases del proceso económico libre que prevalecía.

Martí fustigó tempranamente el odio de clases y al capital: En México, con su seudónimo de Orestes, postulaba: “El derecho del obrero no puede ser nunca el odio al capital: es la armonía, la conciliación, el acercamiento común de uno y de otro” 15.

Defendía la iniciativa privada, que ligaba al derecho natural individual. Escribió en 1889 que de “la independencia de los individuos depende la grandeza de los pueblos. Venturosa es la tierra en que cada hombre posee y cultiva un pedazo de terreno” 16. Respaldaba el “amor del hombre a la propiedad adquirida con el trabajo de sus manos” 17.

Siendo la agricultura fundamental en el continente, se entiende que el Apóstol subrayara su relieve, pero su entusiasmo ante los adelantos tecnológicos y civilizatorios de Estados Unidos hizo que reconociera el papel de la industria. En 1892 escribía en Patria: “La guerra se ha de hacer (…) para poner los productos de la Isla, sin trabas ni menjurjes, en sus mercados naturales; para dar suelo propio y permanente a las industrias cubanas” 18.

La idea de justicia social se enraíza en su ideario ético-moral, de base cristiana. A su juicio, las grandes fortunas tenían como fundamento “robo, abuso, inmoralidad”. Con todo, no solo no se opuso a la riqueza, sino que favoreció la “fortuna honrada”, conseguida a través de “medios lícitos”. El Manifiesto de Montecristi de 1895 proclamaba el objetivo, en la República por nacer, de que “la honrada fortuna pueda mantenerse sin cohecho y desarrollarse sin zozobra” 19.

Su ideal: que fueran entrelazadas libertad, prosperidad, cultura. La conducta recta dependería del progreso individual y este iba ligado a la educación. En Maestros ambulantes, de 1884, escribió: “Ser bueno es el único modo de ser dichoso. Ser culto es el único modo de ser libre”. Y a ello le seguía una idea que quedó fuera del aforismo conocido: “Pero, en lo común de la naturaleza humana, se necesita ser próspero para ser bueno” 20. Se entiende que prosperidad supone bonanza, holgura, progreso, y ello dependía del trabajo libre.

En su concepto, “No hay más remedio de asegurar la libertad en la patria y el decoro en el hombre, que fomentar la riqueza pública” 21. “Nos servimos de las leyes, más para asegurar y ensanchar la riqueza pública, que para pelear mezquinamente la privada. Nos da miedo la sangre perdida en mocedades, y decidimos ahorrar sangre. Nos domina ¡gracias a Dios! el deseo febril de obtener con un trabajo personal y directo una existencia libre y honrada” 22.

Vale aclarar que no se refiere a la riqueza “colectiva”, sino a la de “muchos pequeños propietarios”, de lo que derivaba la riqueza de una nación: “No es rico el pueblo donde hay algunos hombres ricos, sino aquel donde cada uno tiene un poco de riqueza. En economía política y en buen gobierno, distribuir es hacer venturosos” 23.

Pero hay más: concebía la propiedad privada como antídoto contra las dictaduras: En 1884 señalaba en un diario hondureño: “La propiedad conserva los Estados. Un déspota no puede imponerse a un pueblo de trabajadores” 24.

La república martiana estaría abierta a la inversión extranjera y la inmigración. Imaginaba una etapa en que “capitales desocupados y muchedumbres ociosas (…) hallarían en la Isla la calma de la propiedad y un crucero amigo” 25.

No dudaba de que era muy útil “la libertad absoluta de comercio”, aunque en países de economía débil no funcionaría de igual manera. En este sentido, postulaba en 1891, en sus notas sobre la Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América, la necesidad de diversificación como garantía de soberanía: “Hay que equilibrar el comercio, para asegurar la libertad. El pueblo que quiere morir vende a un solo pueblo, y el que quiere salvarse, vende a más de uno” 26.

Espiritualidad y religión

Después de 1959, Cuba restringió la práctica religiosa, a lo que siguió la persecución de muchos católicos y creyentes en general. En 1976 el estado se declaró marxistaleninista y el ateísmo fue adoptado en la práctica. Tras el colapso de la Unión Soviética, el país se vio obligado a asumir una posición más conciliadora hacia la religión. Sin embargo, todavía hoy se persigue a los sacerdotes y pastores, sobre todo a los más críticos. Las iglesias no tienen acceso a los medios de comunicación y carecen de recursos para construir y remozar centros de culto; la ayuda exterior en alimentos y medicinas es obstaculizada.

Una de las más significativas muestras de la mistificación ha sido la voluntad de ocultar la condición de Martí como individuo espiritual y creyente. Sus textos abundan en referencias a las religiones, la libertad religiosa y de culto, la Biblia y Jesús de Nazareth, cristianismo y protestantismo. Martí creía en la vida trascendente, y en la existencia del alma antes del nacimiento y después de la muerte. Concebía a un Dios más allá de las religiones particulares y separadoras una de las otras. Se consideró a sí mismo cristiano, pero no se adscribió a ninguna denominación organizada. Ecléctico, bebió de diversas fuentes y forjó su propia concepción de la divinidad y la vida futura, al margen de creencias, templos y liturgias 27.

Definía a la religión como “la forma de la creencia natural en Dios y la tendencia natural a investigarlo y reverenciarlo. El ser religioso está entrañado en el ser humano. Un pueblo irreligioso morirá, porque nada en él alimenta la virtud” 28. Y reitera: “La religión está pues en la esencia de nuestra naturaleza. Aunque las formas varíen, el gran sentimiento de amor, de firme creencia y de respeto, es siempre el mismo. Dios existe y se le adora” 29.

En su El presidio político en Cuba, de 1871, habla de la idea de un ser supremo: “Dios existe (…) en la idea del bien, que vela el nacimiento de cada ser, y deja en el alma que se encarna en él una lágrima pura. El bien es Dios” 30.

Estimaba que la religión de Jesús era “toda grandeza, pureza y verdad de amor” 31 y se identificaba con “el Cristo crucificado, perdonador, cautivador”, el de “los pies desnudos y los brazos abiertos, no un Cristo nefando y satánico, malevolente, odiador, enconado, fustigante, ajusticiador, impío” 32.

En su artículo El cristo de Munkaczi, de 1881, vuelve sobre la idea anterior: “¡Ah!, es preciso batallar para entender bien a los que han batallado: es preciso, para entender bien a Jesús, haber venido al mundo en pesebre oscuro, con el espíritu limpio y piadoso, y palpado en la vida la escasez del amor, el florecimiento de la codicia y la victoria del odio: es preciso haber aserrado la madera y amasado el pan entre el silencio y la ofensa de los hombres” 33.

Crítico de ciertas conductas del clero católico y de manifestaciones de superstición y fanatismo, se mostró tolerante con todas las creencias y fustigó la represión de la fe: “En religión —lo que hay de esencial en todas, sin oprimir a ninguna. Nadie tiene el derecho de compeler a nadie. Ni librepensadores a católicos, ni católicos a librepensadores” 34. “Venérese a los hombres de religión, sean católicos o tarahumaras: todo el mundo, lacio o lanudo, tiene derecho a su plena conciencia” 35.

Consideraba la libertad religiosa manifestación de la necesaria libertad de expresión, y aún más, que la primera favorecía el pensamiento libre: “del pensar con libertad en religión, se viene a pensar con libertad en política” 36. Y en su Prólogo al poema del Niágara, de 1882, advirtió: “Ni la originalidad literaria cabe, ni la libertad política subsiste mientras no se asegure la libertad espiritual. El primer trabajo del hombre es reconquistarse. Urge devolver los hombres a sí mismos; urge sacarlos del mal gobierno de la convención que sofoca o envenena sus sentimientos, acelera el despertar de sus sentidos, y recarga su inteligencia con un caudal pernicioso, ajeno, frío y falso” 37.

Libertad de pensamiento, expresión y prensa

El paisaje diverso, contradictorio y estimulante de la prensa en Cuba se vino abajo en 1959 merced a la política de expropiación de los medios de comunicación: prensa escrita, radio, televisión, cine, agencias de publicidad, editoriales pasaron a control estatal para transmitir una dieta cotidiana de propaganda y desinformación. Y pronto, el fin del pensar con independencia: “Contra la revolución, nada”, decretó el líder en 1961. Varias leyes se han establecido desde entonces contra la exposición de opiniones diferentes. Y para evadir el apremio, hipocresía y doblez moral.

Martí fue siempre un resuelto defensor de la libertad de pensamiento, expresión y prensa: “El respeto a la libertad y al pensamiento ajenos, aun del ente más infeliz, es mi fanatismo. Me parece que me matan un hijo cada vez que privan a un hombre del derecho de pensar” 38. “Todo, hasta el pecado, por el pensamiento libre” 39.

A su juicio, la libertad de pensamiento y de expresión son mutuamente dependientes: no puede existir una sin la otra. Ante todo, se trata de una cuestión de eticidad: “Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y hablar sin hipocresía. (…). Un hombre que oculta lo que piensa, o no se atreve a decir lo que piensa, no es un hombre honrado” 40. Esto lo explica en La Edad de Oro; y en la misma obra exponía su deseo de que sus lectores se convirtieran en “hombres que digan lo que piensan, y lo digan bien: hombres elocuentes y sinceros” 41. En 1892 sostenía en Patria que “era justo acatar sinceramente el derecho de los hombres a expresar y mantener su opinión” 42.

Ese derecho impedía el surgimiento de las tiranías: “Los pueblos no tienen más que un tirano; y es la falta de vigilancia de sus libertades. Ni duerman ni confíen, y jamás en país de libre pensamiento caerán en servidumbre” 43. A la vez, se mostraba partidario del libre intercambio de ideas, y no hacía excepción con aquellas con las que podía discrepar. “Es de hombres el respeto al adversario” 44, afirmaba.

Por eso diferenciaba entre tendencias políticas y personas. Por ejemplo, a la vez que combatía el autonomismo y anexionismo, ello no le impedía mantener relaciones cordiales con sus representantes. “Es culpable el que ofende a la libertad en la persona sagrada de nuestros adversarios, y más si los ofende en nombre de la libertad” 45. Por ello subrayaba en 1892 “la importancia de abrir la república a todas las ideas” 46.

Su República de hombres libres excluía el pensamiento único y el aplastamiento y persecución de las ideas. Así, indicó. “Los debates continuos, brutales a puro francos, de la contienda política, robustecen en el hombre el hábito de expresar su opinión y atender a la ajena” 47. Y pondera el beneficio de vivir en este país, donde “la coexistencia activa de diversos cultos impide aquel estado medroso e indeciso a que desciende la razón allí donde impera un dogma único e indiscutible.” 48.

Y en carta a su amigo Manuel Mercado concluía que “siempre es desgracia para la libertad que la libertad sea un partido” 49.

Aquella república procuraría no traer en sí “la mancha de un sólo derecho de hombre desatendido o coartado” 50 y en esa búsqueda establecería “la práctica fecunda de allegar, para la obra común del país, con alma magnánima, a los hombres de opuestas simpatías y pareceres y méritos rivales” 51.

En su discurso de Tampa del 26 de noviembre de 1891 expresó: “O la república tiene por base el carácter entero de cada uno de sus hijos, el hábito de trabajar con sus manos y pensar por sí propio, el ejercicio íntegro de los demás; la pasión, en fin, por el decoro del hombre, —o la república no vale una lágrima de nuestras mujeres ni una sola gota de sangre de nuestros bravos. Para verdades trabajamos, y no para sueños. Para libertar a los cubanos trabajamos y no para acorralarlos” 52.

Dicha libertad incluía la de prensa. “No valen antifaces en los países de prensa libre, que sale cada mañana, como un viento duende, levantando caretas” 53.

Su ideal de prensa libre era aquel “de periódico vivo, donde cada interés, no bien asoma, ya tiene su diario, y en él acceso (de) todos los interesados en común, de modo que no hay injuria ni sospecha sin voz y prensa que la publique, y tribunal dispuesto a censurarla” 54.

Con todo, conoció personalmente el mal del periodismo oficial de varios gobiernos autoritarios, caracterizado por palabra laudatoria o francamente progubernamental. Por ello detestaba “la pluma que no vale para clavar la verdad en los corazones y sirve para que los hombres defiendan lo contrario de lo que les manda la verdadera conveniencia, que está en el honor, y nunca fuera de él” 55.

Y del mismo modo, abominaba se pusieran cortapisas a la expresión: “De nada servirían la libertad y el derecho, si el derecho y la libertad no se ejercieran; si todavía tuviera el pensamiento, sobre sus espaldas, el látigo de la censura” 56.

José Martí debe de haber experimentado la diferencia entre cerrazón y pluralismo al comparar lo sucedido en México, Guatemala y Venezuela, por un lado, y su estancia de 15 años en Estados Unidos. Mientras que tuvo que abandonar países de Nuestra América por expresar opiniones hostiles al poder o por no someterse a sus exigencias; en este país, cuya democracia disfrutó él —como nosotros hoy—, ejerció el periodismo en numerosos diarios y revistas, fundó el periódico Patria, hizo discursos y emitió críticas sin molestias ni presiones. Sin dudas, fue su experiencia más feliz de libertad de pensamiento y expresión.

Conclusión

Hasta aquí, una mínima parte del ideario martiano sobre cuatro temas básicos: basta para demostrar que es incompatible con toda forma estructurada de opresión, llámese comunismo, autoritarismo, autocracia, sultanato o narcoestado.

Sorprendentemente, en Cuba ocurrió un hecho inusitado: por primera vez un estado totalitario es la refutación viva de la obra de un autor en la que aduce inspirarse. No ocurrió así en la Alemania nazi, ni en la Unión Soviética, donde los pilotes ideológicos eran coherentes con el programa político de sus sociedades.

Es probable que muchos lectores se hayan sorprendido al advertir, al igual que yo, la amplitud, calado y belleza de las ideas de Martí. Ojalá que sea un incentivo para descubrirlas en las fuentes originales.

NOTAS

  1. Obras Completas (OC), Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1991.
  2. Ernesto Guevara, “Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental”. Obras, t. II, Casa de las Américas, La Habana, 1970.
  3. OC, t. VI, p. 360.
  4. OC, t. I, p. 177.
  5. Idem.
  6. Carta a Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra, 25 de marzo de 1895, O.C., t. IV, p. 106.
  7. José Martí, Diarios de Campaña, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2015, pp. 87-89.
  8. Cartas a Manuel A. Mercado, 10 de noviembre de 1877, Ediciones de la Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1946, p. 36.
  9. OC, t. IV, p. 87.
  10. OC, t. I, p. 45.
  11. OC, t. VII, p. 230.
  12. OC, t. IV, p. 322.
  13. Ibid., p. 284.
  14. OC, t. VI, p. 22.
  15. Ibid., p. 275.
  16. OC, t. VII, p. 124.
  17. OC, t. I, p. 240.
  18. Ibid., p. 357.
  19. OC, t. IV, p. 98.
  20. OC, t. VIII, p. 289.
  21. Ibid., p. 27.
  22. Ibid., p. 21.
  23. OC, t. VII, p.134.
  24. OC, t. VIII, p. 27.
  25. OC, t. IV, p. 153.
  26. OC, t. VI, p. 160.
  27. Cristianismo, a través de la Biblia; panenteísmo, del krausismo; trascendentalismo, de Ralph Waldo Emerson. Exploró, asimismo, budismo e hinduísmo.
  28. OC, t. XIX, 392.
  29. Ibid., p. 391.
  30. OC, t. I, p. 45.
  31. OC, t. XIX, p. 392.
  32. OC, t. VII, p. 226.
  33. OC, t. XV, p. 343.
  34. OC, t. XXII, p. 75
  35. OC, t. VIII, p. 257.
  36. OC, t. XIV, p. 469.
  37. OC, t. VII, p. 230.
  38. OC, t. III, p. 166
  39. OC, t. VIII, p. 258.
  40. OC, t. XVIII, p.304
  41. Ibid., p. 303.
  42. OC, t. IV, p. 425.
  43. OC, t. V, p. 452.
  44. OC, t. III, p. 157.
  45. OC, t. VIII, p. 258.
  46. OC, t. II, p. 114.
  47. OC, t. XI, p. 188.
  48. Idem.
  49. OC, t. XXI, p. 25.
  50. OC, t. I, p. 438
  51. Ibid., p. 439
  52. OC, t. IV, p. 270.
  53. OC, t. XII, p. 257.
  54. OC, t. XIII, p. 110.
  55. OC, vol. VI, p. 121.
  56. Obras Completas, Edición Crítica, CEM, La Habana, 2024, t. II, p. 284.
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