Agua, luz, alimentos, medicamentos, transporte público... Todo lo necesario para vivir dignamente escasea en Cuba. Antes los cubanos se tomaban las calles en protesta por la represión política a los opositores y para pedir libertad, hoy la gente se moviliza para pedir lo básico, no para vivir, sino para sobrevivir.
Esto ha traído como consecuencia el aumento de la indigencia en La Habana, especialmente de adultos mayores. William Abel habita las calles tras de perder su casa por un derrumbe. Además de no tener un techo dónde dormir, Abel, de 62 años, no tiene qué comer y rebusca en las basuras algo con qué llenar el cuerpo. Los perros y las moscas constantemente le disputan esa comida.
Protestas en La Habana, Cuba, por escasez de agua. Foto:Redes sociales
La mendicidad ha levantado fuertes polémicas en la isla. En julio, la ministra del Trabajo y Seguridad Social, Marta Elena Feitó, renunció después de provocar indignación en la población, al afirmar que en Cuba no hay mendigos sino personas “disfrazadas de mendigos” y al criticar a los limpiaparabrisas callejeros por buscar una “vida fácil”. Incluso el presidente Miguel Díaz-Canel rechazó las palabras de Feitó: “La falta de sensibilidad al abordar la vulnerabilidad es altamente cuestionable. La Revolución no puede dejar a nadie atrás”, escribió en X. Mientras que el primer ministro, Manuel Marrero Cruz, reconoció que hay un problema real en esta materia.
Menos programas
Orgullosa de contar con un “socialismo igualitarista”, Cuba logró durante mucho tiempo reducir la pobreza gracias a importantes programas sociales como servicios de salud gratuitos y la distribución de alimentos subvencionados, a través de la famosa libreta. Pero la severa crisis económica que afecta a la isla desde hace cuatro años (en su fase más reciente) impide ahora al Estado, inmerso en la escasez de divisas, garantizar estos programas de ayuda. En 2024, la economía se contrajo por segundo año consecutivo en 1,1 por ciento. En 2023 fue del 1,9 por ciento.
Esto último se veía venir, luego de las contingencias que vivió la isla el año pasado. El 18 de octubre se registró un apagón total que dejó a oscuras a todo el país al menos por cuatro días. A eso se le sumó la llegada del huracán Óscar en el este de la isla, dejando cuantiosos daños materiales, y del ciclón Rafael, que derrumbó el sistema eléctrico el 6 de noviembre, produciendo una emergencia energética, que repercutió en el colapso del transporte, hogares sin gas, agua, teléfono e internet.
Apagón en Cuba. Foto:EFE.
Pero en términos más profundos, el deterioro de la economía obedece a la debilidad estructural del sistema económico centralizado, al alto endeudamiento, a una fallida reforma monetaria, a una inflación persistente y al reforzamiento de las sanciones estadounidenses con la segunda presidencia de Trump. Esto ha llevado no solo a la escasez de alimentos, sino al aumento de sus precios. Entre 2018 y 2023, estos incrementaron en un 470 por ciento.
Muchas personas viven hoy con una precariedad sin precedentes en la isla. Juan de La Cruz, de 63 años, es un ejemplo de esta situación. Sin una pierna, que le fue amputada en 2021 debido a la diabetes, se sienta bajo un portal en el concurrido barrio de Centro Habana con un cartel que reza: “Por favor, algo para comer”.
De la Cruz recibe 1.092 pesos mensuales de pensión que equivalen a menos de 3 dólares en el mercado informal. “Lo que me dan del Bienestar Social no me alcanza y la comida del comedor comunitario es mala”, dice este hombre que antes trabajaba como camillero. Pero él tiene suerte, pues aún tiene un techo dónde dormir. La falta de un hogar impide a muchos cubanos con necesidades acceder a las ayudas estatales.
Fuerzas especiales patrullando las calles de La Habana. Foto:Getty Images
Arnaldo Victores, un hombre ciego de 65 años que se dedicaba a la fisioterapia, duerme en un garaje para motos, sobre bolsas de plástico, en un barrio periférico de La Habana. Por no tener una dirección oficial no puede recibir las ayudas sociales.
Las autoridades en Cuba nunca utilizan la palabra ‘pobres’, prefieren términos como personas vulnerables, o deambulantes, para el caso de los indigentes. Según el gobierno, en 2024 había 189.000 familias y 350.000 personas vulnerables que se beneficiaban de programas sociales.
No hay estadísticas oficiales sobre la pobreza, pero en los últimos dos años se ha convertido en un fenómeno más que visible en las calles de La Habana.
Según el Observatorio Cubano de Derechos Humanos, el 89 por ciento de las familias vive en extrema pobreza; en una entrevista reciente con el sitio La Joven Cuba, la socióloga Mayra Espina Prieto estimó que “entre 40 por ciento y 45 por ciento de la población cubana está en una situación de pobreza de ingresos”; la Unicef reporta que el 9 por ciento de los niños sufren de una “situación de pobreza alimentaria”; el Food Monitor Program reporta que uno de cada tres cubanos come dos veces al día o menos, y según el Centro de Estudios de la Economía Cubana de la Universidad de La Habana, en 2023 una familia cubana de tres miembros necesitaba entre 12 y 14 salarios mínimos para completar su canasta básica. Hoy las estimaciones son más altas.
Paralelamente, y según admite el propio Díaz-Canel, escasea más del 70 por ciento del cuadro básico de fármacos. De hecho, una de las cosas que más les piden los locales a viajeros que planean visitar la isla es medicamentos: acetaminofén, buscapina, sales hidratantes, antibióticos, antialérgicos, ibuprofeno, entre otros.
El ciclón Rafael derrumbó el sistema eléctrico de Cuba el 6 de noviembre de 2025. Foto:Eliana Aponte
El asunto es tan delicado que desde 2021 el gobierno permite a la población transportar desde el extranjero en su equipaje alimentos y medicinas exentos de impuestos, aunque sin carácter comercial. Muchos medicamentos que ingresan al país por esta vía alimentan un mercado informal que se lucra con el dolor ajeno, y que opera a través de internet. Esto, mientras que los hospitales carecen de gasas, hilo de sutura, desinfectante, oxígeno y más.
El caso de Luis Ángelo
Luis Ángelo es un niño de cuatro años a la espera de un trasplante de esófago que debe de tomar siete pastillas diferentes al día. Su mamá, Jéssica Rodríguez, de 27 años, libra una batalla diaria para conseguirlas. Él subsiste gracias a una traqueotomía, se alimenta por el estómago, pero padece otros problemas de salud: una cardiopatía leve, epilepsia, asma y alergias. “Un medicamento que falte, una cánula que no pueda cambiar, puede repercutir en la salud del niño, provocándole enfermedades graves que le costarían la vida”, explica Rodríguez.
Un medicamento que falte, una cánula que no pueda cambiar, puede repercutir en la salud del niño, provocándole enfermedades graves que le costarían la vida
Jéssica RodríguezMamá de Luis Ángelo
Los enfermos crónicos como Luis Ángelo disponen de un documento conocido como ‘tarjetón’, que les permite comprar a precios subsidiados medicinas controladas o de uso prolongado. “Pero a veces pasan los meses y no hay un medicamento”, advierte Rodríguez. La mujer con frecuencia se ve forzada a comprarlos en el mercado negro y tiene que pagar entre 350 y 450 pesos (unos 3 o 4 dólares, que es una cuarta parte del salario mínimo al cambio oficial) por cada blíster de pastillas.
Paralelo al mercado negro, también han surgido proyectos como Palomas, una plataforma de solidaridad que, desde su creación en La Habana en 2021, ha entregado medicamentos de forma totalmente gratuita a más de 179.000 cubanos. Palomas se nutre de medicinas que las personas tienen en sus casas, “que les quedó de algún tratamiento o de lo que trajo alguien del exterior”, explica su coordinador general, Sergio Cabrera. En sus 13 grupos de WhatsApp, el proyecto publica a diario un listado con los medicamentos disponibles y otro con los que se necesitan. “Gracias a este proyecto, hoy pude conseguir los medicamentos para mi mamá (diabética)”, cuenta la odontóloga Ibis Montalbán.
Estaciones de gasolina antes del aumento del precio del combustible en Cuba. Foto:AFP
A fines de 2024, más del 25 por ciento de los 9,7 millones de habitantes de Cuba superaba los 60 años. Además de la bomba de tiempo que esto representa a nivel productivo, en la isla más del 39 por ciento de los jubilados tiene una pensión mínima de 1.528 pesos, equivalente a 13 dólares convertidos a la tasa oficial. Pero en el mercado informal, que marca los precios de la calle, son apenas US$4.
Estas pensiones solo alcanzan para comprar 15 huevos al mes o cinco libras de arroz, por lo que esta población se lanza a las calles a mendigar o a rebuscarse cómo completar los ingresos del mes con ventas informales de café, cigarrillos o artículos de segunda mano. Así también le hacen frente a la crisis económica, que hoy es peor que ha vivido la isla tras la implosión del bloque comunista soviético en 1991, su principal aliado de entonces. Además, desde 2022, cuando inició un nuevo éxodo migratorio masivo en Cuba, impulsado por la fuerte crisis actual, muchos adultos mayores se quedaron sin apoyo familiar.
Y para rematar, los cubanos que reciben salarios y pensiones en pesos deben acudir a tiendas en dólares o a negocios privados, con precios exorbitantes para acceder a productos de la canasta familiar.
Otra opción que los adultos mayores tienen para asegurar el alimento es acudir a los comedores comunitarios. De acuerdo con cifras oficiales, 68.000 cubanos de entre 60 y 70 años se benefician de una red de casi 1.600 comedores del Sistema de Atención a la Familia (SAF), creados en 1998 para personas vulnerables.
El Gobierno de Cuba ha pedido ayuda al Programa Mundial de Alimentos de la ONU. Foto:EFE
Eva Suárez (78) se jubiló en 2008 con la pensión mínima y acude hace año y medio al comedor Las Margaritas, en La Habana Vieja. Allí un plato de comida cuesta como máximo 13 pesos (unos 11 centavos de dólar). “Era la única alternativa que tenía. Todo está muy caro”, comenta Suárez.
A la vulnerabilidad económica, se suma una profunda decepción. “No tengo nada, mi casa se está cayendo (...) la situación es precaria y sin futuro”, dice Lucy Pérez (72), una economista que trabajó 36 años y se jubiló con 1.600 pesos.
(*) Con información adicional de EL TIEMPO.
El impulso que no fue
El turismo, junto con las remesas, fue catalogado como el salvavidas de la economía tras la pandemia de covid-19. Sin embargo, la llegada de visitantes extranjeros a la isla no se ha igualado a las cifras de 2019. Por el contrario, el año pasado se redujeron en comparación con los del 2023: pasaron de 2,3 millones de turistas extranjeros a 2,2 millones. Pero en esta cifra se incluye a los nacionales residentes en el exterior. Por tanto, la cifra de turistas extranjeros sería más baja.
El turismo ha bajado por diferentes motivos: la situación económica, la inseguridad, la escasez de alimentos y los servicios públicos precarios, por mencionar algunos.
Pero pese a esto, el Gobierno insiste en inyectarle recursos a este sector. En 2023, la isla destinó más de 1.300 millones de dólares al turismo, que representó el 33 por ciento de las inversiones nacionales. En comparación, el sector de la salud solo recibió US$ 73,8 millones.